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La digna ‘chispa’ de la vida

Laura Vilanova

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En Alicante ya no se bebe Coca Cola en muchas casas. La chispa de la vida se apagó cuando la multinacional anunció el cierre de la embotelladora y dijo que iba a tirar a la calle a cientos de empleados.

El inminente cierre de la planta de Coca Cola en Alicante ha conseguido hechos insólitos como que agentes de policía salieran vitoreados por los todavía trabajadores de la multinacional cuando se negaron a retirar los coches estacionados que impedían la salida de los camiones de reparto. O que muchos hosteleros se nieguen a servir Coca Cola en sus locales. Ahora, en muchos bares de Alicante los cubatas se hacen con Pepsi o con la cola ‘marca blanca’ del Señor Roig.

En Alicante, los políticos del partido que gobierna se rasgan las vestiduras ante el anuncio de cierre de esta fábrica cuando cada año genera beneficios. Y la verdad es que no entiendo a qué viene ahora tanto cinismo. Si Coca Cola puede cerrar fábricas teniendo beneficios es porque la Ley le deja. Esa misma ley, disfrazada de reforma laboral, que el PP aprobó en solitario es la que permite esta, entre otras muchas atrocidades que nos han colado en pro de la competitividad laboral en Europa.

La verdad que no sé lo que puede durar el boicot a Coca Cola aquí, en Alicante, una vez que el 100% de los trabajadores se han acogido al ERE planteado por la empresa. ¡O eso o nada! Ni tampoco sé el daño que puede hacerle a una multinacional de tamaña dimensión que unos pocos indignados ya no compremos Coca Cola, ni Fanta, ni Nestea, ni… ¡un sinfín de productos que esperan en los estantes del supermercado tras los reclamos fosforescentes de ‘oferta’, ‘mejor precio’ o ‘dos por uno’!

Pero, al menos, nos queda la dignidad. Esa dignidad que, a modo de marea humana, se hará visible el próximo día 22 en Madrid donde confluirán las marchas de ciudadanos hastiados con la política del Gobierno y que han partido desde sus lugares de origen: Alcoy, Alicante, Elche, Orihuela o Santa Pola… Es la misma dignidad del padre de familia que en lugar de ir a trabajar tiene que acudir a la puerta de Cáritas con el carro de la compra para alimentar a su familia o la de la abuela que llena la nevera de sus hijos y nietos una vez por semana arañando euros a su recortada pensión. O la de los médicos de la Comunidad de Madrid que frenaron la privatización de la sanidad pública madrileña…

Esa dignidad sí que es la chispa de la vida. ¡Qué no nos la quiten!

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