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¿Qué haremos ahora con el Centre del Carme?

Imagen del claustro del Centre del Carme

Maite Ibáñez

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Aunque somos conscientes del momento de desarrollo y cambios que está viviendo culturalmente la ciudad, no podemos resistirnos a cuestionarnos algunos planteamientos que nos avanzan desde los medios de comunicación. Recientemente, leíamos en el artículo de Alfons García un titular anunciando que el Centre del Carme se convertirá en un espacio de creación para jóvenes artistas (1). Sin embargo, el contenido del texto dejaba entrever otros detalles que podrían convertirse en preocupantes si repiten la deriva que ha vivido el centro en los últimos años.

Para situarnos en el punto actual es necesario hacer una rápida revisión de la propia trayectoria del monasterio del Carmen que, construido en 1281, representa el muestrario de la arquitectura local a lo largo de siete siglos. Convertido en escenario museográfico desde la Desamortización hasta la actualidad, gracias a la Academia de Bellas Artes de San Carlos que lo conservó como Museo Provincial, fue posteriormente sede de la Facultad conservando así su sentido de investigación, docencia y experimentación plástica (2). Desde el año 1989, una vez afianzado en la programación del IVAM, el Centre del Carme se integraba dentro de los llamados espacios alternativos que enlazan con la tipología arquitectónica conocida como kunsthalle. De esta forma, el lugar expositivo en los noventa quedaba establecido a partir del refectorio del siglo XIV o sala del Embajador Vich, la galería moderna trazada entre 1900 y 1913, conocida como sala Ferreres y el claustro renacentista construido en el siglo XVII. Estos tres escenarios permitieron articular discursos flexibles combinando espacios abiertos, jardines, pasillos, galerías blancas o góticas y convirtieron al edificio en “uno de los ejemplos más llamativos de adaptación arquitectónica con que contaba Europa” (3).

Por lo tanto, la estructura implantada en el IVAM desde su inauguración hasta 2002 estuvo generada por una doble actuación: la construcción de un centro de nueva planta que renovaría la imagen de la ciudad, y el uso de un centro antiguo cercano a éste como sala de exposiciones experimentales. La estrategia nacida de esta dualidad del museo junto a su política expositiva permitió a un centro joven plantear y adelantarse a un nuevo concepto de escenario artístico que después seguirían otros museos españoles e internacionales (MACBA en Barcelona, Museo Serralves de Oporto, MoCA de Los Ángeles, etc.) Asimismo, gracias a las connotaciones arquitectónicas del lugar, los artistas pudieron abordar la investigación de sus trabajos a partir de montajes ex profeso, en un momento en el que España carecía de espacios de arte contemporáneo que potenciasen el montaje de instalaciones y el llamado site-specific (4). Las características del Centre del Carme se orientaron desde un doble enfoque, como continente y como contenido, para comprender la singularidad de su disposición arquitectónica y de su programación de actividades.

Sin embargo, la calidad y reconocimiento dentro del contexto artístico no fueron suficientes para conservar este modelo museográfico. Todos recordamos las voces críticas y las manifestaciones en contra de su cierre, así como la creación de la plataforma ex -Amics del IVAM (actualmente desaparecida). El Instituto Valenciano de Arte Moderno perdería en ese momento un espacio experimental que ya nunca ha recuperado.

A partir de entonces, el Centre del Carme barajó varias soluciones cuyo eje central protagonizaba el futuro museo del siglo XIX. La reapertura de sus puertas se realizó en 2011 con una nueva fase de rehabilitación concluida, donde se subrayaba el claustro gótico y la exposición “Los retratos de la Belle Epoque”. Durante los últimos años algunos proyectos han destacado en su recorrido, como el montaje de muestras colectivas, festivales como “10 Sentidos” o los trabajos de investigación vinculados al contexto social de Joaquín Sorolla. Sin embargo, actualmente, revisar el conjunto de su trayectoria nos conduce a calificar la programación como un cajón de sastre, donde la singularidad o el atractivo de las exposiciones puntuales no pueden abalar la construcción de una programación basada en un discurso claro y definido. Tampoco la diversidad de espacios ha sido sinónimo de ordenación de proyectos, y como resultado hemos contemplado en ocasiones una especie de mestizaje caótico. La práctica de estas soluciones nos llevan a visitar exposiciones en salas que hoy presentan una muestra sobre “Los Ángeles Músicos de la Catedral” y mañana esculturas e instalaciones contemporáneas. En el mismo lugar una muestra de pintura del XIX dará paso a un montaje de arte actual. Esta relación de ejemplos no nos encamina a cuestionar el propio proyecto, sino la articulación dentro del tejido del centro. Es decir, el argumento no es tanto qué se expone, sino cuál es su coherencia en el discurso de la programación que define el espacio.

Por esta razón y llevados a la lectura referenciada al comienzo, la posibilidad que apuntan los responsables de convertir el Centre del Carme en contenedor de “muestras desviadas por las otras instituciones que, además de la autonómica, forman parte del Consorci: las diputaciones provinciales y los ayuntamientos de las capitales”, nos pone en alerta sobre el propio sentido de la programación en un centro de estas características.

Con sus ocho salas y 7.500 metros cuadrados, el significado multidisciplinar debería implicar también una orientación coordinada desde la diversidad. Las posibilidades que ofrece el espacio son inmensas y quizás esta interpretación o ‘relectura’ podría favorecer ciertas mejoras en la comunicación ya que, hoy por hoy, la trayectoria museística del Carme se presenta en gran parte invisible para el público: Ni la web del IVAM, ni la del Centre del Carme contienen la información completa. En el primer caso sólo encontramos referencias a las exposiciones posteriores al año 1999, y en la divulgación del Consorci de Museus en red aparecen desde 2011. Todo lo demás nos conduce a textos sobre la historia de su arquitectura, pero no de sus exposiciones.

Las líneas futuras para este espacio deberían apoyarse en objetivos definidos (programación, identidad, marco de actuación para los artistas jóvenes, proyección, etc.). Muchas de estas cuestiones se abordarán desde las directrices que obtenga el resultado del concurso público anunciando en breve. A esto se sumará la decisión que conllevan las fases de rehabilitación pendientes, así como la conexión del edificio con el resto de centros artísticos, el barrio del Carmen y, en definitiva, con el propio desarrollo de la ciudad. No estamos hablando, por lo tanto, de un centro más. La pregunta abierta sobre qué haremos ahora con el Centre del Carme implica directamente apoyar (o no) un modelo cultural.

1 GARCÍA, Alfons, “Cultura convertirá el Centre del Carme en un espacio de creación para jóvenes artistas”, Levante, 24/11/2015, p. 58

2 “El Convento del Carmen representa el primer y único hito de la historia de la museística en la Comunidad Valenciana en el siglo XIX. Su propia subsistencia hoy la debemos a ese trascendental hecho, es decir, a la enérgica actuación de la Academia de San Carlos que lo convierte en Museo de la Desamortización”. ESTEBAN CHAPAPRÍA, Julián, “Impostación del patio del Embajador Vich en el ex convento del Carmen”, Valencia, Loggia: Arquitectura y restauración, nº 12, Universidad Politécnica de Valencia, 2001, p. 26.

3 HOLO, Selma, Más allá del Prado, Akal, 2002 p. 145 (Lo más interesante de la presencia de la arquitectura del Carme implicaba una resemantización a partir de una nueva función comunicativa que la desvinculaba de su origen)

4 Gracias a las connotaciones arquitectónicas del centro, los artistas pudieron abordar la investigación de sus trabajos. Algunos de los autores que exponen por primera vez en España fueron presentados de la mano de este lugar como: PierKirkeby, Fischli/Weiss, Robert Wilson, HamishFulton, Michael Craig-Martin e IsamuNoguchi. Las salas también introdujeron las primeras retrospectivas en España de Gilberto Zorio, Tony Cragg, Signar Polke o Matt Mullican, entre otros. Consecuentemente, algunos de los proyectos de estos autores formaron parte de las adquisiciones para la colección del museo, construyendo la historia de los fondos que ahora conocemos. (Destacamos las obras de Bruce Nauman, Richard Serra, Allan McCollum, Cristina Iglesias, Juan Uslé, Carmen Calvo, Juan Muñoz, etc.)

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