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La 'democracia creativa'

Marcos García

Era cuestión de tiempo. Con el jarro de agua fría que supusieron los resultados de las europeas para los partidos mayoritarios era de esperar que, poco a poco, empezasen a aparecer propuestas de 'democracia creativa'. La feliz idea del Gobierno de Murcia de incrementar el número de circunscripciones es una de ellas.

Según se defiende desde la autonomía vecina, este incremento tiene la intención de mejorar la calidad democrática de los resultados pero, con la Ley d’Hont en la mano, el único beneficiado de dicha modificación va a ser el partido popular. El mismo partido que bajó 20 puntos en las elecciones europeas.

Puede que España no sea el país con la mayor solidez democrática del mundo pero puestos a amañar y tergiversar elecciones no nos gana nadie. Tal vez una de las aportaciones más sofisticadas de este país a la historia política europea fue el sistema político de la Restauración monárquica. Para quien no lo conozca, consistía en una maquinaria de fabricar resultados electorales ad hoc, en función de las necesidades de los dos partidos mayoritarios ¿les suena? El sistema estuvo en pie durante casi cincuenta años, que es más de lo que llevamos de democracia hasta ahora.

Si a aquello se le puede llamar democracia, claro. Porque aunque la gente votaba y existían las elecciones, los resultados se decidían de antemano en el Ministerio de Gobernación. Después ya se encargaban las diferentes juntas electorales o los caciques locales en su defecto, de concretar esa necesidad de votos, resucitando muertos y haciéndolos votar si hacía falta. No me digan que esto no es democracia creativa.

En realidad en Murcia no han presumido en ningún momento de la creatividad de su propuesta democrática. Según el gobierno de la región la propuesta, como decía antes, pretende mejorar la representatividad de los mismos.

Pero Murcia no es el único lugar en el que los políticos se devanan los sesos en pro de la calidad democrática. Qué va. Nuestra alcaldesa Rita Barberá también se ha esforzado en encontrar cómo mejorar el sistema político actual y se le ha ocurrido decir que sólo la lista más votada debería decidir al presidente autonómico. De nuevo, según ella, el argumento es tener de verdad una democracia representativa. Como si la democracia, la de verdad, pudiera dejar de serlo.

Hay conceptos con tal claridad en su definición que los matices o los adjetivos no hacen sino empañarlos o incluso tergiversarlos. Si no díganme a qué les suena, hablando de democracia, la democracia popular. O ya puestos, la república democrática. Pues eso…

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