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Mercedes Caballero

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La mayoría de este país, estoy convencida, se siente cómoda y sobre todo totalmente representada por un gobierno, el de Pedro Sánchez, que antepone el interés general a intereses partidistas e individuales. La realidad es que hoy tenemos en marcha unas elecciones generales porque algunos de los partidos que apoyaron la moción de censura contra el gobierno corrupto del PP, han preferido unirse a la derecha española antes que votar unos presupuestos generales (PGE) que no solo eran los más sociales de la historia, es que eran los más beneficiosos para la Comunitat Valenciana de los últimos 15 años.

La derecha se ha unido al independentismo y a Bildu en una burda priorización de propuestas que separan españoles en vez de unirlos, para bloquear políticas encaminadas a asegurar derechos y libertades y para decir que no a los casi 1.400 millones de euros que los PGE19 destinaban a la Comunitat Valenciana. Pero ese es el escenario que tenemos y a partir de ahora la tarea de los que nos dedicamos a la política se centra en conseguir que este ambiente crispado y rancio que la derecha intenta instaurar sea solo un mal sueño. Vamos a días convulsos en los que quienes solo creen en la política si son ellos los que ejercen el poder, sacaran lo peor de cada uno porque están convencidos de que en el terreno del enfrentamiento ellos cuentan con un rédito electoral que la política de consenso, dialogo y filosofía no tiene. Y en parte estoy de acuerdo. Si la mayoría de los españoles estuviera contra las políticas de los gobiernos progresistas el pasado día 10 las calles y plazas de Madrid se hubieran colapsado, como sí ocurrió en las manifestaciones contra la guerra en 2004, pero a la convocatoria contra Pedro Sánchez solo fueron 45 mil personas. Si una mayoría importante de la ciudadanía pensara que la Ley contra la violencia contra las mujeres no fuera necesaria, las calles y plazas de Madrid se hubieran colapsado, como sí ocurrió el 8 de marzo de 2018, pero a la convocatoria contra Pedro Sánchez solo fueron 45 mil personas. ¿Sigo?, creo que no hacen falta más ejemplos.

Lo que sí hace falta, y no podemos perder de vista, es que próximo 28 de abril todos los que apoyan esa España en la que solo caben los que piensan como ellos, irán a las urnas. Y del resultado de esa convocatoria electoral depende el dibujo de la España del futuro, el país en el que nuestros hijos e hijas y las generaciones posteriores podrán avanzar o retroceder, podrán vivir mejor o peor que nosotros. Las voces que hoy clamamos contra el repunte de la ultraderecha debemos enterrar en un mar de papeletas de libertad los votos que quieren callar la diversidad de este país.

Como un preludio de lo que podía pasar, hace meses me regalaron el libro de Pablo Simón “El príncipe Moderno”. Imposible encontrar mejor regalo de Sant Dionis. Destaca la comparativa realizada sobre los efectos de la globalización en el voto americano y el resurgir de la extrema derecha en Europa. Las elecciones americanas que le dieron la presidencia a Donald Trump, fueron la “venganza de los perdedores (de la globalización)”, ya que las desigualdades consecuentes favorecieron la reorientación política del voto. No les haré spoiler porque me parece interesante para ustedes la lectura completa del libro, pero sí de algunas ideas que me han parecido nos pueden ayudar a entender el momento actual en España y sobre todo la importancia de la movilización en las elecciones venideras. Dice Simón que las decisiones políticas referidas a la globalización generaron en su momento una brecha entre dos sectores de trabajadores, los que fueron beneficiados por unos mercados más interdependientes que les abrieron un abanico inmenso de oportunidades y los obreros manuales tradicionales, claros perjudicados con la desindustrialización y deslocalización que trajo la globalización. Y es este último grupo se da el incremento de los apoyos a la ultraderecha, ya que a pesar de que están ideológicamente muy lejos, el sentimiento de “desclasado y abandonado” actúa como imán de receptibilidad a las políticas proteccionistas y conlleva la reorientación política del voto.

Esta teoría tiene lagunas como que en EEUU cada partido recibió exclusivamente los votos de sus partidarios y fue una mejor distribución de los apoyos en los Estados clave el que le dio la presidencia a Trump, a pesar de que Hilary Clinton tuvo 3 millones de votos más. Además de que fue la abstención demócrata en algunos estados lo que explica el resultado final. En Europa el auge de la “nueva extrema derecha” es diferente, pero el abstencionismo tiene muchas similitudes, al menos en España. Otras diferencias se marcan en la coyuntura temporal, ya que hoy el número de obreros tradicionales ha descendido, aunque es cierto que los existentes se han convertido en gran medida en abstencionistas crónicos, y son las segundas generaciones las que ante la falta de expectativas optan por los partidos extremistas.

Una última idea para centrar la atención, el análisis cultural donde “la presencia de minorías étnicas o religiosas formadas por emigrantes de segunda generación están provocando a una parte del electorado el miedo a perder su forma de vida tradicional”. Aunque dura, esta afirmación tiene desde mi punto de vista grandes dosis de realidad y al apoyo a la extrema derecha de los “perdedores de la globalización” se uniría el de aquellos que partiendo de una buena posición económica y social, cambian su voto alarmados por el avance de guetos en las ciudades y empiezan a apoyar a partidos que prometen mano dura.

Todas estas premisas se pueden dar hoy en España. El 28 de abril estamos convocados a las urnas. Los resultados de las elecciones generales se pueden ver modificados respecto a los estudios de intención de voto si se dan las circunstancias antes detalladas. Si crece el abstencionismo y a ello se une la reorientación política de personas desencantadas o sin expectativas, nos podemos encontrar con un incremento del apoyo a la extrema derecha no motivado exclusivamente por su ideología, sino más bien por la aceptabilidad de mensajes de protección de su entorno frente a los “enemigos” del mantenimiento de su estatus.

No nos olvidemos que la extrema derecha desarrolla slogans perfectamente asumibles por una gran mayoría de la ciudadanía, por que los plantean en positivo, porque los exponen como escudo de protección frente a los peligros que ellos mismos inventan. Son partidos capaces de aunar voto de derecha y de izquierda porque no hablan de economía, hacen llamamientos a la identidad nacional, a las costumbres, a los colores, a las banderas. España no puede permitirse caer en los mismos errores en los que cayeron países vecinos. La reacción en Andalucía ante los pactos entre PP, Cs y VOX nos debe servir de antídoto. No podemos salir a la calle el día después, debemos salir el día de las elecciones y llenar las urnas de papeletas de libertad, consenso y avances.

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