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La central nuclear de Cofrentes acumula incidentes a las puertas de la renovación de la concesión

Central nuclear de Cofrentes.

Toni Cuquerella

La central nuclear valenciana de Cofrentes ha acumulado hasta ocho incidentes de baja intensidad en lo que va de año. Este encadenamiento de sucesos se produce precisamente a escasos meses de que Iberdrola, propietaria de las instalaciones, pueda pedir la renovación de la concesión que caduca en cuatro años. El periodo de petición empezará en marzo de 2018.

Los incidentes registrados no han superado en ningún caso el nivel 0 de la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES), pero precisamente el más destacado fue el último. Este tuvo lugar el 31 de octubre, cuando la central notificó al CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) una parada no programada para una inspección que detectó defectos en una válvula; estos defectos provocaron desprendimientos de fragmentos de dicha válvula dentro del sistema de agua de alimentación que, según el CSN, no han podido ser recuperados.

El regulador nuclear ha trasladado a la central la necesidad de elaborar un análisis de las causas de la parada programada de su actividad tras el “desequilibrio de caudales de agua” que provocó el incidente, así como la elaboración y remisión de un programa detallado de actividades para poder localizar y extraer las partes sueltas de la válvula. El comunicado del CSN señala que el análisis debe incluir una evaluación detallada de los componentes de seguridad potencialmente afectados, particularmente la “inadecuada actitud cuestionadora que llevó a no realizar una revisión y el mantenimiento de la válvula durante la última parada de recarga”.

Durante 2017 ha habido hasta siete incidentes más, uno en enero, otro en marzo, tres en julio, otro en septiembre (fallo que obligó a la intervención de la brigada antiincendios) y el posterior sólo 5 días antes del capítulo comentado de la válvula.

Alargar su vida

En julio, mes en el que se produjo la mayor concentración de incidencias, fue cuando la polémica sobre la vida de la central nuclear se reavivó, porque Iberdrola anunció que pediría la prórroga de la concesión por boca del director de la central nuclear, Tomás Lozano.

Iberdrola ha llegado a poner en duda la continuidad de estas plantas por boca de su presidente, Ignacio Sánchez Galán, que en abril de 2016 dijo que cierran “y no por razones políticas, sino económicas, porque no son viables”. Un posicionamiento que en el sector se interpreta como medida de presión sobre el Gobierno para que rebaje la fiscalidad que soportan las nucleares.

Iberdrola, que ya se opuso a la reapertura de la central de Garoña (propiedad de esta empresa y de Endesa), ya logró en mayo que el Ministerio de Energía modificase la normativa para dar más plazo a las eléctricas para decidir si renuevan los permisos de nucleares, entre ellas Cofrentes (la próxima que agota su licencia) y Almaraz.

Pese a ese posicionamiento, el director de Cofrentes confirmó en julio en la comisión de las Corts Valencianes que Iberdrola pedirá la prórroga de la explotación. Lozano puso como fecha 2020, cuando la central de Cofrentes cumplirá 35 años. La instalación fue construida para una vida útil de 40 años, hecho que no necesariamente supone su cierre automático, sino que dependerá de la voluntad política del momento para poder llegar incluso a los 60 años.

Oposición

Contra esta prórroga se muestran los partidos que dan apoyo al actual gobierno de la Generalitat Valenciana (PSPV-PSOE, Compromís y Podemos) que en marzo aprobaron una proposición por la que se pide al gobierno el cierre y desmantelamiento de la central de Cofrentes. Ante esta propuesta Ciudadanos se abstuvo y el PP votó en contra.

La petición llegó al Congreso también justo después del anuncio de Lozano de que se pediría la prórroga. Compromís y Podemos proponían precisamente lo que se aprobó en las Corts, acabar con la central en 2021, cuando expira su actual licencia.

El portavoz adjunto de Compromís en las Corts Valencianes, Juan Ponce, señalaba que tras el cierre, este año, de la central nuclear de Garoña, la más antigua de España, “es el turno de la de Cofrentes”, por entender que “no hay ninguna excusa” para la ampliación de la vida útil de una central “anticuada y peligrosa”.

Ponce pronunciaba la palabra tabú, “Fukushima”, recordando que las tres centrales nucleares mencionadas poseen los mismos reactores nucleares, “una tecnología especialmente obsoleta” (de agua en ebullición, conocido como BWR), que ha requerido de unas 80 adecuaciones para mejorar su seguridad a raíz del gravísimo accidente nuclear sufrido en Japón en 2011.

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