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Hasta dónde deben condicionar las críticas

Olga Rodríguez

Un artículo de Manolo Saco titulado “Venezolanos... Chávez... ha muerto” ha suscitado esta semana numerosos comentarios de los lectores.

Basta con leer el texto para entender la queja. En caso de que no quedase claro: una cosa es informar y otra distribuir propaganda; una cosa es opinar y otra difamar”, escribe un lector en el buzón de la Defensora.

La columna de Manolo Saco sobre Chávez refleja una visión muy mediatizada y falta de conocimiento sobre el tema. Lanza una serie de acusaciones graves contra Venezuela (o Chávez) sin fundamento, sin ejemplos ni pruebas”, protesta otro.

En poco tiempo el artículo provocó más de 100 reacciones, la mayoría muy críticas. La última de ellas fue la del propio Saco, quien decidió anunciar el cese de su colaboración con eldiario.es, de este modo:

“Mi columna de hoy sobre la Venezuela de Chávez ha tenido un rechazo masivo y sin paliativos por parte de socios y lectores. Y lo que es peor, por parte de muchos de vosotros a los que aprecio intelectualmente. Me preocupa sobre todo el no estar en sintonía con los socios, entregados a un proyecto, para ellos ilusionante, de periodismo de izquierda y libre.

Si siempre se ha dicho que los periódicos pertenecen a los lectores, pues son finalmente los que los sustentan y los mantienen con vida, en el caso de los socios lo es doblemente, pues lo han financiado con una aportación económica.

A muchos de ellos les he leído, entre líneas, que un periódico que me mantiene a mí como columnista “ya no es su periódico”, que se habían equivocado. Y es verdad. Se habían equivocado. Uno necesita el bálsamo de la prensa amiga, y mucho más si la financia con su esfuerzo, como un lugar refugio donde confirmar a diario sus ideas vitales, sin agresiones ideológicas.

Como creo en la necesidad de preservar la existencia de diarios como este y, sobre todo, en el espléndido equipo de dirección que lo alienta, os comunico a todos que desde este momento dejo de publicar en diario.es. Los lectores tenéis derecho a no correr el riesgo de sobresaltaros cada mañana, pensando que un francotirador os podría estar atacando con fuego amigo.

Gracias por vuestra paciencia, y disculpad las molestias.“

Tras esta despedida, eldiario.es bloqueó la entrada de nuevos comentarios al artículo.

Peticiones y respuestas

El buzón de la Defensora ha recibido diversos mensajes pidiendo más detalles y reflexionando sobre lo ocurrido:

Como otros muchos lectores y socios, no comparto la opinión del Sr. Saco en su artículo sobre Hugo Chávez. Pero aún me horroriza más su decisión de dejar eldiario.es, como consecuencia de los comentarios de rechazo que provocó. Un diario debe ser objetivo e independiente, no dar la verdad sesgada que sus lectores quieren oir. Incluso en los artículos de opinión, considero que es necesario leer diferentes puntos de vista, y el del Sr. Saco no era más que eso, un punto de vista”, escribe una lectora.

Sólo deseaba saber por qué motivo no aparecen mis opiniones sobre el artículo reseñado y conocer detalles sobre la decisión de Manuel Saco de dejar de publicar en eldiario.es”, solicita un lector.

“¿De verdad piensa [Saco] que porque algunos critiquen su texto ya no está en sintonía con nosotros? ¿Qué pasa con los que le han apoyado?”, pregunta otro.

He hablado con Manolo Saco, quien no ha querido añadir nada más que lo ya expresado en su comentario. También he preguntado por lo sucedido al director de eldiario.es, Ignacio Escolar, y esta es su respuesta:

Manuel Saco me llamó por teléfono el lunes por la mañana para decirme que quería dejar el blog por las razones que ya ha explicado en el comentario. Le insistí en que recapacitase y le intenté convencer de que siguiese. Hablamos un buen rato. Me dijo que se lo pensaría más adelante, pero que por ahora prefería tomarse al menos un tiempo.

Me pidió, y me pareció razonable, que bloquease la entrada de nuevos comentarios tras su despedida porque no quería que el resto del hilo se convirtiese en una larga discusión entre sus seguidores y los que han criticado su último artículo. Saco, que es una persona excelente además de gran articulista, no quería convertirse en noticia, y pensó que ésta era la mejor forma. No obstante, creo que nos equivocamos al no dar una explicación detallada a los lectores; tal vez habría bastado con un último comentario más donde dijésemos que se cerraba la participación en ese artículo. Agradezco que la defensora aborde el tema para que quede claro qué es lo que pasó.

La relación entre la gente que lee y la gente que comenta es muy baja. Rara vez supera el 2%. Ni siquiera con este artículo de Saco, que fue polémico: apenas participan cien personas distintas en los comentarios, y no todas para criticar el artículo, mientras que el número de lectores de esa pieza ha rondado los 10.000. De hecho, hay más “me gusta” en Facebook al artículo de Saco que críticas.

Sin embargo, no se trata de un problema numérico entre partidarios y detractores. Eldiario.es es un medio plural donde la opinión es libre: tanto lectores como articulistas tienen el derecho a expresarse. Hay muchos temas –y el de Chávez y Venezuela es uno de ellos– donde no es raro que se publiquen artículos contradictorios entre sí en nuestros blogs de opinión. Prefiero que este diario sea un medio abierto a que nos convirtamos en un periódico monocorde y previsible, donde todos pensemos igual. Entiendo que los socios y lectores, igual que nuestros articulistas, también cuentan con criterios diferentes. Me preocuparía si compartiesen absolutamente todos nuestros artículos de opinión porque ni siquiera yo, como director, estoy de acuerdo todos los días con todos nuestros articulistas.

Saco no es tampoco el primer articulista de eldiario.es que sufre la presión de los comentarios. Nos ha pasado a casi todos los que escribimos aquí, también a mí. Creo que sucede más que en otros medios porque el sistema de socios hace que los debates sean más intensos y de mayor profundidad: aquellos que apoyáis económicamente a eldiario.es os sentís, con razón, más implicados con este medio de lo que está un simple lector que pasa por un rato por aquí; por eso nos exigís mucho más.

Por el mismo motivo, todos los que escribimos en eldiario.es prestamos mucha más atención a las opiniones de los socios que a las del resto de los lectores. No es por una cuestión de pagar o no pagar o que “el cliente tenga siempre la razón”: es porque los socios representan, de alguna manera, el sentir de nuestra comunidad. Me parece una ventaja, más que un problema, porque nos ayuda a mejorar. Ya llevamos más de cuatro mil socios, que además son nuestro primer sostén económico. Pero, por el bien de eldiario.es, creo que es importante que nuestra opinión siga siendo abierta, aunque en algunas ocasiones moleste a los socios. Os pido a todos que entendáis que la pluralidad pasa inevitablemente por ahí.

En cuanto a la vuelta de Manuel Saco a eldiario.es, depende de él y no le puedo obligar. Pero me comprometo a insistir todo lo que haga falta para que vuelva a escribir en eldiario.es lo antes posible. Saco fue una de las primeras personas a las que llamé un domingo por la mañana, hace casi un año, cuando me decidí a lanzar este proyecto. Al igual que muchos lectores, le voy a echar de menos y espero que pronto se anime a regresar“.

La comunicación no unidireccional

Internet ha originado una novedad importante en el periodismo: la aparición de la reacción de los lectores, de forma inmediata, sin filtros ni cortapisas. En un periódico tradicional la vinculación de los lectores con el medio se conocía solo a través de la compra o la lectura del periódico, y los usuarios únicamente podían intervenir a través de la sección Cartas al Director, sometida a un proceso de selección previo.

En cambio, ahora los lectores pueden manifestarse sin ningún filtro, de forma instantánea, mostrar su postura, su acuerdo o desacuerdo, subrayar errores, corregir datos.

Antes de Internet los receptores eran casi invisibles. Ahora, la Red permite visualizar sus posturas e incluir sus aportaciones. La comunicación deja de ser unidireccional. Ya no hay una ‘aristocracia’ de opinadores que lanzan sus ideas sin respuesta. Los destinatarios están vivos y opinan, juzgan, aplauden o critican con sus intervenciones. Es decir, ahora los periodistas y articulistas se enfrentan a riesgos palpables, directos, inmediatos. Bienvenidos sean estos ‘riesgos’. Con ellos la comunicación se enriquece, se multiplica.

Pero en este nuevo marco hay un peligro, y es que los periodistas se obsesionen con buscar la adhesión de los lectores, el aplauso directo a su trabajo, que se sientan condicionados por los receptores y modifiquen su discursos únicamente en función de ellos.

La opinión

Chávez despierta filias y fobias no solo por lo que él fue, sino por lo que su proyecto político representa. Un periodista tiene derecho a opinar y a acertar o equivocarse en su opinión. Podemos opinar muchas cosas distintas, y la libertad de expresión está para ampararlas y para defender múltiples interpretaciones de la realidad. Pero el rigor y la veracidad son precisos no solo en las noticias, sino también en los datos y premisas que se ofrecen en los artículos de opinión, un género que a menudo contribuye a condicionar debates públicos y a crear pensamiento.

Del mismo modo, no todo vale a la hora de rebatir los argumentos de los opinadores. Los insultos y las descalificaciones agresivas retratan a quienes las vierten y restan toda credibilidad a un mensaje.

Es importante recordar la necesidad de la pluralidad como garantía de la credibilidad y de la libertad de expresión. La defensa de la misma no depende solo de los lectores, sino también de los periodistas y articulistas.

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