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Donde hay humo no siempre hay fuego

José Cervera

Desde cierto punto de vista el periodismo es uno de los oficios más desvergonzados del mundo, porque el trabajo del periodista consiste en trasegar (que no crear) información. El periodista, dice el viejo chiste redaccional, no es el que sabe, sino el que tiene el teléfono del que sabe: su tarea consiste en localizar al experto, al que conoce los datos, a quien llamamos fuente, y convencerle de que le traslade la información. Con estos datos ajenos el periodista elabora su noticia que acto seguido vende, directa o indirectamente, al público. Captura de información ajena, siempre de gratis porque el periodismo serio no paga traidores; masajeo y puesta de largo, y venta del producto final. Parece una receta para acuñar dinero del aire, y en parte así lo es. Aunque lo peor no es la cuestión moral, ya de por sí escabrosa (y si no lo cree, lea ‘El periodista y el asesino’ de Janet Malcolm), sino las múltiples posibilidades de error que surgen en este juego profesional del teléfono. Porque en cada etapa del trayecto desde la fuente al lector se pueden intercalar errores. Y con frecuencia lo hacen.

La cosa se complica cuando el tema a tratar es especializado, como ocurre con cada vez mayor frecuencia. La ciencia, la tecnología o la medicina son cada vez más complejas y abstrusas, arcanos campos de conocimiento con sus propios lenguajes especializados y sus manías y escalas de valores particulares. Arrojemos a la mezcla intereses gremiales empresariales e ideológicos y la cosa se puede poner francamente complicada y dar lugar a no pocos malentendidos.

Así el lector Benjamín Vayá Pérez de Alboraya, Valencia, se queja de un artículo reciente sobre el cigarrillo electrónico en los términos siguientes:

“Me hice socio de este diario porque pensaba que no se sometía a intereses ocultos, pero la lectura de este artículo me ha hecho pensar, por primera vez, si no me equivoqué. Leyendo los comentarios me doy cuenta de que no soy el único. Creo que los socios merecemos una rectificación por parte de la dirección del periódico. No se entiende un articulo así en un medio serio como este. Una gran decepción.”

En los comentarios del propio artículo varios socios especulan con que el artículo esté pagado por las tabaqueras o por el Estado, y lo incluyen en una manipulación para alejar a la gente de este sustituto y hacerla regresar al tabaco convencional, con su impuestos tan ‘saludables’ para la hacienda pública. También aparecen cerradas defensas del dispositivo por parte de recientes (o no tan recientes) aficionados para los cuales es una herramienta inofensiva para abandonar el estado de fumador habitual. El cigarrillo electrónico, está claro, despierta pasiones.

Preguntada al respecto Natalia Chientaroli, autora del artículo y redactora jefe de la sección donde se publicó, responde:

“Sabía que este tema iba a provocar quejas. Había visto reacciones similares en noticias sobre el cigarrillo electrónico. Quizá debimos haberlo planteado más como un artículo estilo 'a favor y en contra', pero decidimos hacerlo más desde el punto de vista de los profesionales médicos, justamente para aferrarnos a cuestiones científicas en un tema del que se conoce poquísimo. Es curioso que decidimos esto por no caer en las posibles manipulaciones intencionadas de la industria y al final nos acusan de estar pagados por las tabacaleras.

¿Por qué lo publicamos? Acababa de conocerse un caso de neumonía en A Coruña que los médicos asocian al uso del cigarrillo electrónico. Esto intensificó las reticencias de muchos médicos y avivó el debate sobre un producto que evidentemente está teniendo un gran éxito. Por eso también incluimos las cifras que da la propia industria de los e-cigars. Además, en el Senado se estaba discutiendo la regulación de estos dispositivos en España y en la UE también había movimientos en este sentido.

Respecto al reproche de varios lectores por identificar a la glicerina vegetal como un lípido, sólo puedo decir que se trata de la explicación que dieron los médicos de A Coruña cuando presentaron el caso de la neumonía. Quizá el error es no haberla atribuido con mayor claridad en el texto.

Si hay algo que puede ser reprochable del artículo a mi entender es que no expone el punto de vista de los fabricantes o usuarios de los cigarros electrónicos, pero nuestra intención era exponer las dudas científicas sobre el tema y el desconcierto de las administraciones sobre cómo regularlo.“

Por aclarar, es cierto que la Neumonía Lipoidea existe, y que es una enfermedad extremadamente poco común asociada a prácticas de riesgo como las de los comedores de fuego o raros accidentes como la inhalación de vaselina lubricante al colocar una sonda nasogástrica. También lo es que la glicerina no se clasifica técnicamente como un lípido sino como un alcohol, aunque su viscosidad recuerde a la de las grasas y sea un producto de descomposición metabólica de éstas. También es verdad que algunas autoridades sanitarias achacaron el caso de A Coruña al cigarrillo electrónico pero sin aclarar si la causa era la glicerina u otra de las sustancias que pueden vaporizarse en estos dispositivos; los líquidos pueden estar basados también en Etilenglicol (que puede ser irritante de las vías respiratorias) y llevar otros aditivos como saborizantes (no estudiados para su consumo por inhalación). De hecho no hay estudios científicos sobre los efectos a largo plazo de estos productos, lo cual es una de las razones por las que algunas instancias médicas quieren regularlos.

Exceso de confianza en un grupo de expertos, tal vez con una insuficiente valoración de otras posturas y mezclada con la natural falta de conocimientos especializados del periodista adobada con la prisa general (y no poca influencia de BuzzFeed). Errores, quizá; lo que no parece haber son signos de conspiración, ni pro ni contra el cigarrillo electrónico. Algunas veces el humo (o el vapor) no indican fuego.

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