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El auge de la xenofobia provoca una bajada de socios en MSF Italia: “Apoyamos que trabajéis allí, pero no que los traigáis aquí”

Un equipo de Médicos sin Fronteras ayuda a un grupo de migrantes en el mar

Icíar Gutiérrez

Era el desenlace de dos meses de incertidumbre, de los obstáculos cada vez mayores para continuar con sus rescates en el Mediterráneo. Hace una semana, las organizaciones SOS Méditerranée y Médicos Sin Fronteras (MSF) anunciaban que se habían visto obligadas a poner punto y final de las operaciones del buque Aquarius, después de casi tres años de misión en los que han asistido a cerca de 30.000 personas.

Primero fueron los discursos políticos que los acusaban de “traficantes de personas”, acelerados con la llegada del nuevo Gobierno italiano, con el ultraderechista Matteo Salvini a la cabeza del Ministerio del Interior. Después, la cesión de la coordinación de los rescates a Libia y el cierre de puertos el pasado junio. Luego vino la retirada de la bandera de registro en dos ocasiones y, por último, la investigación de una fiscalía siciliana contra varios trabajadores de la ONG por un supuesto tratamiento irregular de residuos “peligrosos” que la organización ha negado categóricamente.

Pero las trabas no se han quedado en los despachos políticos y los tribunales. En MSF han constatado un viraje en la sociedad italiana y en algunos socios que los apoyaban, los mismos que antes aplaudían los esfuerzos para salvar vidas en el Mediterráneo. “Hemos sido testigos directos de un cambio de discurso en un plazo cortísimo, de tres o cuatro años, de empatía con los refugiados a un discurso más o menos explícito de odio y rechazo”, sostiene David Noguera, presidente de MSF España, en una entrevista con eldiario.es. “A los migrantes se les etiqueta como ilegales y después se criminaliza también a a quienes intentan ayudar”, afirma.

Cerca de un 8% de los donantes de MSF en Italia se han dado de baja en 2017, según explican. Desde la sede de la organización italiana atribuyen esta bajada de fondos a la “campaña de difamación impuesta fuertemente por políticos, medios de comunicación y redes sociales durante dos años” y al “clima de sospecha” generalizado contra las ONG. MSF Italia se financia en su totalidad con fondos privados, después de que, en 2016, la organización renunciara a recibir financiación de la Unión Europea debido a sus políticas migratorias. En 2017, el “año central de las acusaciones” y último con cifras disponibles, perdieron cerca de 4 millones de euros que estimaban recaudar, alrededor del 7% de sus ingresos totales, precisan.

“Algunos de nuestros antiguos socios nos dijeron que nuestras actividades migratorias eran demasiado políticas, otros se creyeron las acusaciones, otros dijeron que nos apoyaban para ayudar a la gente en África, 'no para traer africanos a Europa”, sostiene el director general de MSF Italia, Gabriele Eminente. “Es un reflejo de la narrativa dominante, que ha empeorado el clima general y debilitado la reputación de una organización totalmente legítima y responsable y, lo que es peor, su capacidad para proporcionar ayuda humanitaria”, agrega.

Además de los socios que cancelaron su cuota, explica Eminente, otros han expresado sus dudas sobre si continuar o no con su aportación. “Trabajamos constantemente para explicar los hechos y la plena legitimidad de nuestro trabajo. La gran mayoría de nuestros donantes estaban convencidos y nos siguen apoyando”, apunta. “Hay personas dudosas que cambiaron de opinión y renovaron su confianza y también llegamos a nuevos socios que estaban indignados por estos ataques y decidieron ayudar”, prosigue.

La negativa del Gobierno italiano a permitir desembarcar al Aquarius, que se vio forzado a poner rumbo a Valencia, dio una enorme visibilidad a la organización en los medios de comunicación. Normalmente, explica Noguera, estos picos de atención mediática suelen traducirse en un aumento de socios y de donaciones a la ONG humanitaria. “Con el Aquarius no fue así”, indica el responsable de MSF, que explica que, tras este episodio, en la rama española de la organización, que al igual que la italiana se financia casi al 100% por donaciones privadas, también tuvieron una “pérdida de socios, pero fue anecdótica”.

“De fondo está el argumento: 'Os apoyamos para que trabajéis allí, pero no para que los traigáis aquí”, reitera Noguera. “El Aquarius no suponía ni el 1% de nuestro trabajo. Nuestro mayor volumen es en crisis olvidadas: República Centroafricana, Yemen, Níger. La pregunta ‘¿por qué no trabajáis en origen?’ no se sostiene”, apunta.

“Además hay una confusión: nosotros no somos promigración ni antimigración. Nosotros estamos en contra del sufrimiento que causan las políticas migratorias europeas. Yo no voy a sentarme a discutir si sacar a alguien del agua o no, al igual que no discuto si hay que operar a heridos en Yemen. Estas discusiones están resueltas en los derechos más básicos”, agrega.

Desde junio, cuando se produjo el primer cierre de puertos italianos, al menos 916 personas han muerto tratando de cruzar el Mediterráneo central, la ruta más mortífera, según la Organización Internacional para las Migraciones. “Mueren sin rescate ni testigo alguno”, insiste Noguera, en referencia a la falta actual de ONG de salvamento en la zona de rescate.

“Antes éramos ángeles, ahora criminales”

En un informe presentado al Consejo de Derechos Humanos del pasado febrero, el relator especial de la ONU sobre la situación de los defensores de derechos humanos, alertó de los ataques “sin precedentes” contra los activistas y organizaciones que defienden los derechos de migrantes y refugiados, también en Europa.

En el documento, Michel Forst advertía de que la “criminalización” tiene por objeto “deslegitimar” la labor de los defensores y “supone una amenaza para las actividades que estos llevan a cabo ya que desalienta a los voluntarios y a los donantes privados”. “En un entorno tan hostil, es importante que los donantes reconozcan las dificultades a las que se enfrentan los defensores, y se deben adoptar mecanismos de financiación flexibles y apropiados”, sostuvo.

El equipo de MSF Italia continúa con sus actividades mientras hacen frente a la investigación iniciada por la Fiscalía de Catania, que acusa a parte de su personal de no haber diferenciado los residuos normales de aquellos considerados “peligrosos” durante las escalas técnicas y las efectuadas para el desembarco de migrantes en los puertos sicilianos. La ONG defiende que siempre han seguido los procedimientos estándar para la gestión de los residuos. “Tenemos a ocho compañeros acusados con nombres y apellidos, entre ellos nuestro jefe de misión en Irak”, recalca Noriega.

“Pero nosotros somos gente tozuda y razonablemente acostumbradas a presiones de todo tipo. Somos incómodos, lo reconocemos. Hemos trabajado en países con gobiernos de nula o muy dudosa calidad democrática que han hecho de todo para expulsarnos. La diferencia es que hasta ahora en Europa solo nos habían dado premios. Pero la crisis es nuestro hábitat y no estamos asustados”, sentencia el presidente de MSF España.

En la misma línea se expresa el director italiano: “Nos sentimos frustrados, por supuesto. Nos consideraban ángeles y ahora nos tratan como criminales y es cada vez más difícil hacer que la humanidad prevalezca. Pero en estos tiempos difíciles, estamos decididos a seguir con mayor intensidad”.

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CORRECCIÓN: Una versión original de este artículo apuntaba a que un 30% de socios se habían dado de baja de MSF Italia, según cifras facilitadas por la organización. Médicos Sin Fronteras ha precisado que este dato era erróneo y se reduce al 8%.

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