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Alberto Curamil, líder indígena y ganador del Nobel verde: “El estado chileno nos encarcela”

Captura del vídeo donde se muestra a Alberto Curamil en una entrevista concedida en prisión

Marta Maroto

Temuco (Chile) —

“En Chile se persigue a la población indígena que defiende la conservación de la tierra frente la destrucción de las grandes empresas”. Alberto Curamil, líder mapuche, salió de la cárcel absuelto de todos sus cargos después de pasar más de un año en prisión preventiva. El ganador del premio Goldman, conocido como el Nobel verde, fue acusado de robar un banco poco después de haber logrado parar, tras años de protesta, la construcción de dos centrales hidroeléctricas en la cuenca del río Cautín, en la región sureña de la Araucanía chilena, territorio mapuche.

Alberto Curamil es el lonko de su comunidad. Lonko significa cacique, líder, en mapudungún, la lengua mapuche. Su figura es elegida por una suerte de linaje y una personalidad que los mayores reconocen y educan para proteger no solo a un pueblo, sino a un territorio. La mapu, la madre tierra, abarca en la cosmovisión mapuche los ríos, las montañas, los animales… toda la amplitud y espiritualidad de un ecosistema que se vio amenazado cuando en el año 2013 el Estado chileno autorizó la construcción de dos represas en la comuna de Caracautín, de las sociedades hidroeléctricas Alto Cautín y Doña Alicia.

Curamil encabezó entonces la lucha para la paralización de estos proyectos mastodónticos y la oposición fue tal que entre 2016 y 2018 la Justicia tuvo que frenar su construcción. Tiempo después, el lonko era detenido y acusado por el robo a una Caja de Compensación (entidades privadas que administran ayudas estatales) en una localidad cercana a su Comunidad. Durante los cerca de 15 meses que ha pasado en prisión preventiva, Curamil siempre ha denunciado ser víctima de un “montaje” orquestado por los empresarios y autoridades políticas de la zona.

Y su absolución unánime –pese a que la Fiscalía pedía casi 50 años de cárcel– por los tres jueces que componían el tribunal apunta en una dirección similar. Junto a otro activista mapuche, el werken (consejero) Álvaro Millalén, fue acusado por una llamada anónima y sentado en el banquillo sin que ni las grabaciones en vídeo ni las pruebas de ADN determinaran la participación en el robo de ninguno de los dos, explicó su abogado, Rodrigo Román, defensor de conocidos activistas medioambientales. Además, el supuesto testigo tampoco pudo identificar a ninguno de los imputados cuando fue llamado a declarar.

Con la euforia de su liberación todavía reciente, Curamil conversa con eldiario.es en la plaza principal de Temuco, capital de la Araucanía, en la primera entrevista que el premio Goldman concede a los medios tras su salida de prisión.

¿Cómo está?

Después de estar privado de libertad, hoy puedo estar al aire libre y disfrutar con mi familia y la Comunidad. Como mapuche me tocó asumir un rol que me hizo visible ante la sociedad, los empresarios y las autoridades políticas, que me investigaron y vigilaron hasta crear un montaje, una acusación sumamente grave que me ha tenido este tiempo en prisión. Esto afecta a nuestro avance como mapuches, porque los recursos naturales siguen siendo intervenidos. Pero aquí estamos, estamos de vuelta en nuestro territorio, con nuestra gente, y hemos retomado la lucha.

“Un río es una fuerza, un poder, una vida…”. Curamil significa río de oro en mapuzungún y quizá por eso pareciera que, en honor a su apellido, los últimos años del lonko han estado vinculados al río Cautín. En reconocimiento a su activismo por la defensa del medio ambiente, este 2019 le fue concedido el premio Goldman, conocido como el Nobel medioambiental. Es un galardón que se entrega anualmente a seis luchadores climáticos correspondiendo a diferentes zonas del planeta. Debido a su estancia en prisión, tuvo que recogerlo su hija, Belén Curamil, que hoy le acompaña.

¿Qué significó que estando preso le llegara el reconocimiento del premio Goldman, el mayor galardón para un activista climático?

Me tocó asumir el papel de lonko, me tocó asumir esta lucha porque el Estado chileno nos encarcela. Este reconocimiento desde el extranjero fortalece nuestras entidades y considera la gravedad de lo que significa el cambio climático. La empresa forestal en el Wallmapu [tierras ancestrales mapuche], en nuestro territorio, está ocupando el 70% y atenta directamente contra los recursos de agua.

El cambio climático ya está avanzado y no ha sido provocado por la gente común, son las empresas y las políticas de los gobiernos las que lo han provocado. Son los que viven de la tierra los sufren estas consecuencias. Los estados permiten que las empresas puedan destruir todo un ecosistema y encima encarcelan y criminalizan a todo tipo de movimiento y pueblos que se ponen en pie. Muchos de ellos son asesinados.

Las consecuencias del cambio climático las sufre la población, porque somos nosotros los que necesitamos los ríos. Nosotros no tenemos piscina en nuestras casas, somos nosotros, somos la gente pobre, los que tenemos que caminar a los ríos para disfrutar de aquellas aguas. Pero hoy día están siendo intervenidas por empresas hidroeléctricas y mineras. En esto se traduce lo que significa la desigualdad.

La bandera mapuche, símbolo de las protestas en Chile

El estallido social que desde hace ya dos meses recorre Chile exigiendo más derechos, más servicios públicos y en contra de la élite política que lleva gobernando el país desde la transición, ha tomado desde el inicio la bandera mapuche como símbolo. Ondeando en cada marcha y con un lugar asignado en lo alto de la rebautizada Plaza Dignidad –antigua Plaza Italia, en el centro de Santiago– reconoce una Latinoamérica forzosamente mestiza en uno de los países más desiguales de la OCDE, y pone en valor la lucha de siglos que lleva librando el pueblo mapuche por no dejar de existir.

¿Qué significa que el pueblo chileno utilice la bandera mapuche en sus protestas?

La desigualdad social es transversal. Cuando vemos la bandera mapuche tiene que ver con la fuerza que nuestro pueblo ha ejercido en su territorio, el Wallmapu, que pasa a ser un ejemplo y la sociedad chilena se hace parte de ello. El pueblo mapuche lleva siglos luchando y enfrentando a sus invasores, que hoy todavía mantienen usurpados sus territorios. Cuando la sociedad chilena decide movilizarse y tomar las calles, se sintieron o quisieron hacer parte al pueblo mapuche. Esto se reflejó a través de la bandera para considerar que aquí ha habido una lucha constante del pueblo mapuche. Y hoy les tocó a ellos.

Suenan villancicos en la plaza. El verano llega a Chile en un momento en el que las canciones navideñas son apagadas y reemplazadas por la banda sonora del estallido: El derecho a vivir en paz, El baile de los que sobran, El pueblo unido jamás será vencido… Las revueltas que dieron comienzo el 18 de octubre han recuperado una solidaridad y empatía entre clases sociales que algunos chilenos, comentan en Plaza Italia, dicen no haber sentido desde el Gobierno de la Unidad Popular.

“Hoy les tocó a ellos”, sentencia, sin embargo, Curamil. “Ellos” es el pueblo chileno no mapuche que vive en otras regiones de Chile: “Es importante que ellos reconozcan la lucha y la fuerza del pueblo mapuche. Mostrar la bandera mapuche es un reconocimiento que ellos hacen y así lo hacen parte de su lucha”.

El jueves, prácticamente la totalidad del Parlamento aprobó la existencia de escaños reservados para garantizar la representación de los pueblos originarios en el proceso constituyente. Algo que podría asegurar una mayor presencia en la coyuntura actual y liderazgo mapuche en la redacción de una nueva carta fundamental no ha sido recibido con entusiasmo por algunos sectores de las comunidades. Una fracción ha llegado incluso a anunciar su desvinculación y han anunciado la creación de una asamblea constituyente propia que llevaría a un Gobierno mapuche autónomo.

¿Cuál es su posición con respecto a la participación de líderes mapuches en el proceso constituyente?

Cuando hablamos de Asamblea Constituyente no sé si eso puede aportar al movimiento o a la demanda de una nación. Tenemos una forma propia de organizarnos y eso son los territorios que hoy día se movilizan. Esa movilización es la que produce los cambios, no la constitución o crear una asamblea. Todos avanzan de acuerdo a sus intereses, respetamos sus ideas y sus estrategias, pero los que impulsan esa Asamblea Constituyente buscan llegar al poder. Y de ese poder vienen las órdenes para reprimir a los pueblos movilizados. En ese sentido, a mí no me convence.

A veces, puede ser correcto buscar más representación, pero si hablamos del estado chileno, eso no aporta. Tenemos la experiencia, hemos tenido senadores, alcaldes e intendentes mapuches y ninguno ha sabido darle una respuesta a este conflicto provocado por el estado chileno en el Wallmapu. La única solución que tenemos son los territorios que se movilizan hoy día y se posicionan expulsando a los latifundistas, a la empresa forestal… creo que solo así podemos soñar para seguir viviendo un tiempo más.

Entonces, según su opinión, ¿el Wallmapu debería ser un Estado independiente?

Cada territorio tiene su propio ordenamiento e instituciones, y cuando consideramos todo esto también estamos ejerciendo la autonomía. Esta autonomía no puede plasmarse en un discurso o en cierto decreto cuando ellos no van a respetar los tratados anteriores que ya se han firmado. El pueblo mapuche es y sigue siendo una nación, yo no necesito un Estado occidental que me reconozca.

Un detalle de esa falta de reconocimiento es que, previo a tomarle declaración, Curamil tuvo que ser acreditado como lonko por parte de un antrópologo experto en cuestiones indígenas. “Esto no debería pasar porque según los convenios deberían considerarse como prácticas propias”, explica José Ancalao, comunero mapuche que ha acudido a las audiencias. Cuando un líder indígena tiene que ser validado y aprobado por el Estado para poder actuar como tal, se genera una desigualdad, apostilla Ancalao: “Ahí gana occidente”.

Curamil aboga entonces por un retorno a los pactos que se firmaron con los colonos españoles, que reconocían la Araucanía como un territorio autónomo. Y así lo fue por más de doscientos años, hasta 1883, cuando el Estado chileno ocupó e incorporó de este a sur a la entonces joven república. “La solución para el pueblo mapuche tiene que ver con retomar y ratificar aquel acuerdo que se ha vulnerado”, continúa el lonko, que acusa al Estado chileno de mermar a su pueblo y su territorio.

La combatividad histórica de la Araucanía también se ha mostrado durante los más de dos meses de protestas que sacuden el país andino. Aunque menos castigada que Santiago, Temuco también recoge en pintadas y comercios cerrados el paso del descontento: marchas multitudinarias y enfrentamientos con carabineros en una zona acostumbrada a la presencia y la represión policial. Al inicio del estallido, a finales de octubre, los manifestantes cortaron la cabeza a varias estatuas de conquistadores españoles y arroparon monumentos con la bandera mapuche.

La convulsión en las calles ha provocado un aluvión de dimisiones. El mismo día que renunciaba el subsecretario del Ministerio del Interior, Rodrigo Ubilla, también lo hacía, sin previo aviso y aludiendo motivos personales, el Intendente de la región de la Araucanía, Jorge Atton. Ambos pieza clave del Gobierno de Sebastián Piñera para la gestión del conflicto entre el Estado chileno y las comunidades indígenas de esta región del centro sur de Chile.

Pasa ya el medio día y Curamil pide un vaso de agua. Sigue rígido y con el gesto serio, en la frente porta una bandana azul con una estrella blanca de ocho puntas, la bandera más antigua y politizada del movimiento mapuche: “No podemos decir que queremos que un Estado nos reconozca cuando ellos han causado toda esta vulneración a la vida y a los derechos humanos. Cuando en Chile existen presos políticos mapuches y existen hermanos asesinados… nosotros nos mantenemos firmes en la defensa nuestro territorio”.

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