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El mundo fracasa en el intento de escolarizar a todos los niños en 2015

Alumnas de una escuela del campo de refugiados de Kakuma (Kenia). / UNESCO/D. Willetts

Maribel Hernández

“La educación puede transformar las vidas. Lo he visto con mis propios ojos”. El pasado 19 de septiembre, Mariam Khalique, profesora de la escuela Khushal, en Swat (Pakistán), más conocida por ser la escuela de Malala Yousafzai, presentaba así el último estudio de la UNESCO en el que se resalta el poder de la educación y los beneficios que reporta a la sociedad. “He visto la libertad que da la educación. Nos hace más fuertes como niñas y mujeres, y eso es lo que los talibanes quieren impedir”, explicaba esta joven docente a niños y niñas de un colegio neoyorquino.

“Cada mañana, junto con otros profesores de mi escuela, teníamos que animar a las chicas a que continuaran sus estudios. Recuerdo que cuando se anunció en la radio que ninguna niña debía ir al colegio, les dijimos a nuestras estudiantes que vinieran sin los uniformes y las mochilas, que escondieran los libros debajo de su ropa, que simularan no ser estudiantes”. A algunas de ellas, como a Malala, defender este derecho básico casi les cuesta la vida.

En la actualidad, según las últimas estimaciones de la UNESCO, alrededor de 61 millones de niños y niñas están sin escolarizar, una cifra que se aleja del objetivo de una educación primaria universal marcado para 2015. En una entrevista telefónica, Pauline Rose, directora del Informe de Seguimiento Global ‘Educación para Todos’, confirma las peores previsiones. “Es muy poco probable que seamos capaces de cumplir el objetivo de que todos los niños estén escolarizados en 2015”, avanza desde París. Aunque hay lugar para algunas concesiones: “Hemos realizado progresos; por ejemplo, el número de niños sin escolarizar se ha reducido a la mitad desde que se estableció el objetivo en el año 2000 pero, en realidad, la mayor parte de ese avance tuvo lugar en los primeros cinco años de la década, en los últimos se ha ralentizado mucho”, explica, atribuyendo las causas de este parón a la presión demográfica y las necesidades específicas de grupos especiales.

“Por un lado, está el continuo aumento de la población en algunas de las regiones donde los avances han sido más lentos; por otro, los niños a los que nos cuesta más llegar, los más marginados, aquellos que viven en áreas rurales, en particular las niñas pobres o los niños con discapacidad. Estos necesitan apoyos específicos para asegurar su acceso a la escuela y los respectivos gobiernos no siempre lo dan”, revela Rose.

Las niñas son la clave

La mayor parte de los menores sin escolarizar son niñas. 39 millones de niñas de entre 11 y 15 años no van a la escuela y en muchas zonas, las que lo hacen, se deben enfrentar a diario a múltiples situaciones de riesgo. Además, las circunstancias que fuerzan el abandono de los estudios suelen afectar en mayor medida a las niñas. Según el informe “Por ser niña”, de la organización Plan Internacional, las adolescentes pueden verse abocadas a interrumpir su educación debido a las presiones de la pobreza y la discriminación, para ayudar en sus hogares, porque sus familias no están convencidas del valor de su formación, por sufrir violencia y agresiones en el camino a la escuela o por matrimonios o embarazos precoces.

El último documento elaborado por el equipo que dirige Pauline Rose, “La educación transforma la vida”, aporta numerosas evidencias de cómo la educación de las niñas mejora no sólo su vida sino la del conjunto de la sociedad. “El punto de partida debe ser considerar que la educación es un derecho humano básico pero es que, además, la educación de las niñas reporta beneficios de mayor alcance”, apunta Rose. “En este nuevo análisis constatamos que cerca de tres millones de niñas contraen matrimonio demasiado temprano, incluso antes de los 15 años. Sin embargo, si todas las niñas tuvieran educación secundaria conseguiríamos reducir la cifra en dos tercios”.

Al garantizar el acceso a la educación mejorarían otros muchos fenómenos que inciden, principalmente, en la vida de las niñas y jóvenes. Por ejemplo, las tasas de mortalidad materna, actualmente en 800 muertes en el parto por día. Por poner el caso de Kenia, con la introducción de reformas educativas que han aumentado en una media de 1,8 años el nivel de instrucción, este país ha conseguido reducir un 34% la mortalidad materna. Educar a las niñas puede tener efectos positivos también sobre la mortalidad infantil, al disponer de mejor información y capacidad de prevención.

Según la UNESCO, se podrían salvar tres millones de vidas si todas las mujeres tuvieran estudios secundarios, reduciendo así a casi la mitad el número de muertes de niños menores de cinco años. La educación es también una herramienta para luchar contra la malnutrición y para avanzar hacia la igualdad de oportunidades. “Si todos los estudiantes de los países de ingresos bajos tuvieran al dejar la enseñanza competencias básicas en lectura, 171 millones de personas podrían salir de la pobreza, lo que equivaldría a una reducción del 12% de la pobreza mundial”, afirma el informe.

Más allá del acceso: la calidad y el compromiso político

Al constatar las ventajas globales de la educación, incluyendo también los beneficios que reporta en términos de crecimiento económico, resulta inevitable preguntarse qué falla entonces en el sistema. La experta de la UNESCO aporta algunas pistas: “Hay evidencias que muestran claramente cómo la educación tiene beneficios sobre la economía de los países y la democracia, pero los gobiernos no le están prestando suficiente atención a esto. Creo que una de las razones es que los beneficios de la educación tienen lugar a largo plazo, los veremos en las generaciones futuras y, por supuesto, nuestros responsables políticos suelen pensar más a corto plazo, en términos de ciclos electorales”.

Pauline Rose hace hincapié en la importancia de reconocer la amplitud de beneficios de la educación, no sólo en países empobrecidos sino también entre los occidentales como, por ejemplo España o Italia, “cuyas tasas de analfabetismo están entre las más altas de los países miembros de la OCDE”.

Rose advierte sobre el impacto de la crisis económica y los recortes en educación. “Una cuestión muy importante que debería preocupar especialmente a los políticos es la necesidad de proteger la educación durante periodos de crisis. Los recortes en los recursos para la educación van a tener consecuencias a largo plazo. No olvidemos que quienes están siendo capaces de protegerse de los peores efectos económicos son los que más han invertido en educación y que, cuando la educación se convierte en algo que necesitas ser capaz de permitirte económicamente, estamos negándole un derecho a todo el mundo y, estamos, además, perdiendo los posibles beneficios del potencial de muchos jóvenes”, enfatiza.

Precisamente por este motivo, la UNESCO va a dedicar su próximo informe global a la calidad de la enseñanza. “Hemos identificado que hay 250 millones de niños que no están adquiriendo los conocimientos más básicos. El problema de la educación no es solo una cuestión de tener acceso a ella, sino también de calidad”, sostiene Rose, que habla de una “crisis global de aprendizaje”.

Para intentar atajarla, uno de los elementos clave es el profesorado. “Queremos poner la atención sobre los docentes, asegurarnos de que hay suficientes profesores en las aulas, de que tienen la formación adecuada, de que van a ser capaces de darle el apoyo que necesiten a los alumnos con necesidades especiales”. Afirma estar de acuerdo en que “es todo un desafío”, especialmente si tenemos en cuenta los datos que se difundieron este pasado sábado con motivo del Día Mundial de los Docentes. A día de hoy faltan casi 7 millones de profesores para conseguir la educación primaria universal en 2015 (1,7 millones para nuevos puestos y 5,1 para cubrir los reemplazos), 6 de cada 10 de los nuevos puestos se necesitan en el África Subsahariana.

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