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Los traductores afganos de las tropas españolas siguen abandonados por el Gobierno

Mumtaz y Sanjar, dos jóvenes intérpretes afganos contratados por las fuerzas armadas de España. / L. M. H.

Lluís Miquel Hurtado

Estambul —

“Fuimos la sombra de los oficiales españoles en suelo afgano. Estábamos en las reuniones, en la preparación de las operaciones y hasta en los combates. Día y noche juntos. Los militares no salían fuera de la base sin nosotros”. Mumtaz y Sanjar, dos jóvenes intérpretes afganos contratados por las fuerzas armadas de España, no abandonaron a las tropas en tres años. Defensa sí lo ha hecho.

Junto a estos dos chavales, que estudiaron Filología Hispánica en la Universidad de Kabul –la capital afgana–, hay cuarenta intérpretes más. Trabajaron por cuenta del Ejército español hasta su repliegue de Badghis, a finales de septiembre del año pasado. Momento en que el calvario comenzó. “En mi pueblo”, cuenta Sanjar, compungido, los talibán han escrito: “'Cortaremos la cabeza a quienes hayan trabajado para los infieles'”.

El ministro de Defensa español, Pedro Morenés, declaró el 18 de diciembre en el Congreso que Exteriores concedería visados a 25 de los cuarenta y poco intérpretes. Desde entonces, mutismo. Los traductores que permanecen en Kabul siguen sin escuchar una respuesta diferente al “esperamos la llamada de Madrid”. A Sanjar y Mumtaz ya les han recomendado en el consulado que dejen de venir: “Ya os llamaremos si hay algo”.

Fuentes del Ministerio de Defensa aseguran a eldiario.es que, a petición de Exteriores, han enviado “los informes solicitados” y “recomendado conceder 28 visados y 22 compensaciones económicas” en función del riesgo que corren los traductores. “Nuestro trabajo ya está hecho”, matiza el portavoz de Defensa, quien añade que “entiende” que Exteriores está tramitando los visados “con normalidad”. Este medio ha llamado hasta en dos ocasiones a Exteriores y no ha podido obtener ninguna información al respecto.

Sanjar relata cómo, enfundados en traje militar español, servían de nexo entre los mandos españoles y el pupilo Ejército Nacional de Afganistán, al que adiestraban. La labor incluía intervenciones en zonas de combate. “Una vez cooperé evacuando a un herido de la brigada paracaidista”, cuenta Mumtaz. “En los hospitales teníamos que traducir lo que decían los médicos. Así, llegamos a pasar más de 24 horas en el centro médico”.

La paulatina retirada de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de Afganistán (ISAF, en siglas inglesas) ha permitido a los rigoristas religiosos talibán ganar terreno. El Gobierno de Hamid Karzai y sus fuerzas armadas, corruptas y repletas de antiguos insurgentes no pueden contenerles. El principal objetivo de los talibán está siendo dar caza a quienes cooperaron con los extranjeros. Como Mumtaz y Sanjar.

El Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU considera a los intérpretes un grupo bajo máxima amenaza. “Trabajé hasta el 2 de septiembre pasado”, aclara Mumtaz. “En los últimos días, preguntamos por la posibilidad de recibir visados para refugiarnos en España. Siempre respondían que habían pasado nuestros informes a Defensa, que al irse las tropas nos darían esos visados. Pero el día en que se fueron sólo nos dijeron: ‘Suerte’”.

Huida a Estambul

No encontraron una actitud más receptiva en la embajada de España en Kabul, donde entregaron la documentación necesaria para solicitar asilo por motivos humanitarios. Siempre nos decían “todo depende de que envíen la respuesta los de Madrid”, lamenta Mumtaz. Abrumados por el hastío y el miedo a acabar con la hoja de un puñal en el cuello, Sanjar y Mumtaz huyeron a Turquía.

El mismo estribillo oído en Kabul lo han escuchado cada viernes en el consulado español de Estambul, en donde pidieron auxilio hace un mes. El resto del tiempo lo matan viendo girar las manijas del reloj. Últimamente Mumtaz ha encontrado trabajo de costurero, con un sueldo miserable y un horario eterno. A Sanjar, talludo, no le aceptaron porque no cabía en el taller.

Sanjar recuerda que EEUU ha anunciado la concesión de visados a al menos 2.500 intérpretes. Uno de ellos es el hermano de Mumtaz, que ya está en suelo norteamericano con su mujer, a la que también dieron visado. El Reino Unido también concederá 600 visas y compensaciones económicas a sus antiguos intérpretes. Han anunciado lo mismo países con contingentes de soldados menores que España, como Noruega o Dinamarca.

“Engañé a mi familia diciendo que trabajaba con civiles”

Las horas se alargan en el “pozo”, así es como llaman Mumtaz y Sanjar al sótano estambulita en el que viven. “Mi padre ya me dijo que acabaría pasando esto”, lamenta Sanjar, cariacontecido. “Por eso engañé a mi familia diciéndoles que trabajaba con civiles en Herat en vez de en la base militar de Qala-e-now”, en Badghis. “Mi padre lo sabía, y estaba en contra, pero ¿qué otro trabajo había para nosotros?”, exclama Mumtaz.

Mumtaz y su padre, originarios de una zona rural en la peligrosa provincia de Logar, al este del país, acordaron no decir nada a los vecinos. Pero a los dos años se enteraron. “A mi familia le empezaron a llegar advertencias para que dejara mi trabajo. Finalmente, mi padre me pidió que no visitara el pueblo en vacaciones”. Sanjar recuerda situaciones similares. “Los que ahora son soldados del ejército afgano nos conocen y tienen contactos con los talibán”.

“Una vez, durante una inspección de tropas, un soldado afgano me dijo que, de poder, me mataría”, prosigue Sanjar. “Se lo traduje al oficial español, que pasó un informe a los mandos afganos. Estos respondieron que no habían encontrado a quien hizo ese comentario”. La presión en los pueblos sobre quienes han trabajado para los extranjeros, los “colaboracionistas”, ha empujado a muchos a mimetizarse en Kabul.

Los exintérpretes que han acabado en Estambul intentan contener la frustración. Al menos están a salvo hasta que caduque su visa turca, dentro de un mes y medio. No corrió la misma efímera suerte Jawad Wafa, un traductor que había trabajado para las tropas alemanas en Kunduz. Le ejecutaron mientras esperaba luz verde para ir a Alemania. Así lo zanja Sanjar: “Te paran en un control. Si te encuentran un billete de dólar, te matan”.

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