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Marruecos libera a más de 500 inmigrantes detenidos en los montes próximos a Melilla

Imagen de archivo de un ciudadano subsahariano en el monte Gurugu. De fondo, Melilla./ Jesús Blasco de Avellaneda

Elena González

Las autoridades marroquíes han liberado a más de 500 inmigrantes de los aproximadamente 1.200 que fueron arrestados el 10 de febrero en los campamentos del monte Gurugú, frente a Melilla. Fueron trasladados posteriormente a 18 centros de detención repartidos por todo el sur del país.

Según datos recogidos por Gadem, una asociación marroquí de acompañamiento a los inmigrantes, la policía les ha dejado marchar de al menos 13 de los centros de internamiento: en Al Jadida, Youssoufia, Chichaoua, Safi y Ouarzazate, entre otros.  Para los que no se quieren quedar en el país y siguen aspirando a llegar a Europa, Marruecos no parece tener un plan concreto más allá de alejarles de la frontera.

“No ha habido criterio ni coherencia en la actuación de las autoridades”, señala a eldiario.es Stéphane Julinet, responsable jurídico de Gadem. “En unos centros han estado bien atendidos, en otros les han amenazado con no darles de comer si no firmaban los papeles para regularizarse; a otro grupo que quiso firmar, en Marrakech, ya les han dado el recibo para recoger la tarjeta de residencia, a otros les han trasladado a Rabat o a Meknés y les han dejado marchar”. El pasado 21 de febrero hicieron salir a decenas de personas del centro de Al Jadida, el primero en el que las autoridades marroquíes decidieron el fin de la reclusión.

Aquel 10 de febrero, pocas horas después de que el gobierno marroquí hiciera balance del proceso de regularización de extranjeros que puso en marcha a lo largo de 2014, en el que anunció que más de 17.000 extranjeros habían sido regularizados, de 27.000 solicitudes presentadas, las fuerzas auxiliares marroquíes quemaron y desmantelaron los campamentos del Gurugú, y arrestaron a más de 1.200 personas de manera arbitraria y sin que mediara un juez, según las asociaciones marroquíes.

Las organizaciones de apoyo a los inmigrantes temieron entonces que fueran a ser deportados a sus países de origen. Representantes de las embajadas de Malí, Camerún y Costa de Marfil visitaron algunos de los centros para intentar convencer a sus nacionales de la conveniencia de firmar los papeles. “Quizás no se han puesto de acuerdo en los términos, o era demasiado complicado o costoso repatriarles”, aventura Julinet.

Objetivo: volver al Gurugú

“Nos ofrecían 250 dirhams (unos 25 euros), pero yo no he firmado porque no sabía qué querían que firmara. Los papeles estaban escritos en árabe”, afirma en conversación con eldiario.es Daga (nombre ficticio), un camerunés de 26 años. Daga se escapó hace unos días del centro de Ait Melloul, a 12 kilómetros de Agadir, ha pasado por Rabat (a 550 km) y se dirige de nuevo a Nador, al Gurugú, con un único objetivo: Europa. Es la segunda vez que hace el camino, después de intentarlo a través de Libia, llegar a Italia, y ser deportado de nuevo a Camerún, hace un año. Cuenta que ha intentado saltar la valla de Melilla más de 30 veces.

Poco después de que Daga se escapara, las 70 personas con las que compartía reclusión han sido puestas en libertad. Algunos, como él, no han firmado la regularización. Otros han firmado, como ha hecho Franck, que estuvo detenido en Youssoufia con otras 150 personas durante dos semanas. “A los 15 días nos llevaron a la estación de autobús y nos pagaron el billete a Fez”. Al igual que Daga, Franck tampoco tiene intención de quedarse en Marruecos, aunque haya firmado los papeles, y tampoco piensa abandonar su idea de llegar a Europa.

Según fuentes de la Delegación de Migraciones que depende del arzobispado de la iglesia española en Tánger, más de 100 personas han llegado ya a las inmediaciones de la ciudad fronteriza y se están instalando en los bosques cercanos a Nador. “Sigue habiendo continuos controles policiales y, de momento, no se aventuran a subir al Gurugú”, aseguran las fuentes.

Julinet lo corrobora: “Durante estas semanas se han incrementado las redadas en la zona. Han detenido a más de 100 personas en los cibercafés de los pueblos fronterizos, en los colmados, en la calle y se ha repetido lo que vimos en 2014. Les han trasladado a Casablanca, a Rabat y a Fez”.

El gobierno marroquí no ha dado más explicación que la versión inicial: que les sacaron del Gurugú para “ayudarles a dejar las condiciones infrahumanas en las que vivían”, pero el final del guión sigue sin escribirse. Parece claro que cientos de personas seguirán intentando llegar a la frontera, a pesar de que el gobierno marroquí ha rebajado los criterios para obtener la residencia en Marruecos –incluso ha ofrecido dinero en algunos casos–, y ofrece ahora cursos de formación financiados por la Unión Europea.

Hasta 2014, el castigo de Sísifo de cualquier inmigrante subsahariano que llegara a Marruecos eran los 134 kilómetros de la Nacional II que separan Nador de Oujda, en la frontera con Argelia. Eran detenidos en Nador por la policía marroquí, trasladados a Oujda en autobús, abandonados en la frontera con Argelia o en el desierto hasta que volvían a cruzar al lado marroquí. De ahí, vuelta a Nador. Vuelta a empezar. En 2014 ya no hubo expulsiones al desierto. Simplemente, les detenían y les trasladaban a otra ciudad. Igual que ahora. Vuelta a empezar.

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