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VÍDEO | Un mes después del terremoto de Ecuador: “No tengo nada”

Desalambre

[Vídeo: Pablo Tosco - Oxfam Intermón]

Tiende a describir su incredulidad ante la devastación que le rodea. Dice que nunca creyó, que nunca imaginó, que aún no asume las semanas que han seguido a ese “segundo” de temblores que arrasó con todo. “Nunca pensé que íbamos a tener este terremoto y nuestra casa se iba a destruir. En un segundo todo se hizo... Nunca lo podré olvidar porque mi casa se destruyó, no tengo nada”, cuenta Alba a Oxfam Intermón después de perder su hogar en el seísmo que azotó a Ecuador hace un mes. 

Mira los escombros de su casa casi sin pestañear, como si imaginase aquello que fue y ya no es. Como si tratase de regresar sin éxito al pasado, a los momentos anteriores a ese segundo,  aese maldito segundo en el que todo cambió. Hace un mes, el 16 de abril, un terremoto de 7.8 en la Escala de Richter sacudió Ecuador. Eran las 18:58 horas. Alba se recuerda en su cocina. Preparaba una taza de leche cuando comenzó a percibir el temblor que acabó expulsándola de su casa hasta el día de hoy.

“Fui a la cocina a coger una taza de leche y al minuto que llegué, comenzó a temblar el mueble donde estaba. No sabíamos qué hacer, desesperados salimos hacia fuera de la casa. No podíamos ni movernos. Mi segundo hijo se había quedado dentro. Volví a entrar para sacarle. Lo tuve que sacar casi de los pelos porque se había quedado en shock”, describe a Oxfam Intermón.

Alba salió junto a su familia en busca de ayuda, y buscó refugio en una de las muchas tiendas levantadas de urgencia en Pedernales, una de las zonas más afectadas por el seísmo. “Mis hijos aún están nerviosos. Nos dieron colchones y, desde entonces, estamos aquí. No sé si van a hacer casas para los más vulnerables, como nosostros. Nuestra casa se destruyó toda. Yo creo que se va a demorar...”. Ella y su familia viven ahora en el albergue temporal situado en el antiguo aeropuerto de Portoviejo, junto a 267 familias. Como ella, 33.757 personas ubicadas en albergues temporales, según los datos gubernamentales.

Según fuentes oficiales, el terremoto provoco la muerte de 660 personas, 14 permanecen desaparecidas y 4.605 resultaron heridas. Además, 9.738 edificios quedaron destruidos y otros 605 edificios afectados. Naciones Unidas calcula que más de 750.000 personas sufrieron las consecuencias del terremoto a fecha del 27 de abril. El Gobierno ecuatoriano estima que serán necesarios más de 600 millones de dólares (unos 530 millones de euros) para afrontar la crisis humanitaria deribada del seísmo.

El Gobierno ecuatoriano ha ofrecido un bono de 200 dólares por albergar a las familias damnificadas durante un máximo de seis meses, aunque los afectados también pueden recibir el bono para alquilar un alojamiento temporal. Sin embargo, mucha gente prefiere permanecer en campamentos informales, cercanos a sus viviendas anteriores. El presidente del gobierno ecuatoriano, Rafael Correa, instó la semana pasada a los afectados por el terremoto que están en campos improvisados a acogerse a estos bonos, pero alejarse de su residencia no es la mejor opción para aquellos que albergan la posibilidad de regresar.

Sin embargo, según informa Efe, Correa también ha anunciado que no se construirán viviendas en zonas de riesgo como las que ocupaban muchas casas derribadas por el terremoto, por lo que pidió a las personas que las habitaban que no se reinstalen en los mismos lugares.

La principal preocupación de las autoridades en los refugios informales es el riesgo de infecciones y enfermedades de las personas que se encuentran en centros de acogida debido a las malas condiciones sanitarias, según Oxfam Intermón. Los esfuerzos de las organizaciones humanitarias se concentran ahora en la atención de los supervivientes y en mejorar la salubridad para evitar que las enfermedades, especialmente las causadas por el mosquito aedes.

Los efectos de la devastación traspasan los daños materiales y físicos y calan también en la salud mental de muchos de los afectados. En algunas ciudades, más del 50% de las casas han sido destruidas, generando una situación de estrés que agrava el sufrimiento de los más vulnerables.

Entre las ciudades más afectadas se incluyen Pedernales, Portoviejo, Manta y en la provincia de Manabí, Muisne en la provincia de Esmeraldas y Guayaquil, en la provincia de Guayas.

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