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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El equipo de atletas refugiados que ha hecho historia en el Mundial de Londres

El equipo de atletas refugiados con el director de Acnur en Kenia. Foto: Lam Joar/ Fundación Tegla Loroupe

Desalambre

“Me siento genial en Londres”, decía Ahmed apenas dos días antes del comienzo del Mundial de atletismo en la capital británica. “Quiero lograr mi mejor tiempo y calificarme para la próxima ronda. Esta es mi primera gran carrera internacional, así que es normal, tienes que sentirte un poco nervioso y asustado, pero una vez que esté en la pista, el miedo se irá”, reconocía con una sonrisa tímida en un testimonio recopilado por la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur).

Sin himno, ni bandera. Solo el orgullo de haber llegado al campeonato del mundo tras años de esfuerzo, el sueño de convertirse en atletas de nivel y las ganas de gritar al mundo que “también pueden lograrlo”. Por primera vez en 34 años de historia, un equipo de cinco refugiados ha competido en el Mundial de atletismo que se ha celebrado del 4 al 13 de agosto en Londres.

Ahmed Bashir Farah, de 20 años, fue el último en unirse al equipo de atletas. Vive como refugiado en Nairobi (Kenia) desde que huyó, cuando solo era un niño, de la violencia en Somalia con su madre y sus dos hermanas. Vivió en el campo de Kakuma, que al igual que el campamento de Dadaab acoge a un gran número de refugiados somalíes de la guerra que devastó el país en los noventa. El joven corrió la pasada semana en los 800 metros, pero no consiguió clasificarse para la siguiente ronda. Sin embargo, Ahmed espera que sea “la primera de muchas” competiciones internacionales.

El corredor somalí ha sido uno de los más jóvenes del equipo junto a Kadar Omar, de 21 años. El atleta escapó hace años del conflicto en su Etiopía natal. Kadar corrió los 5.000 metros junto a su héroe y compatriota Mo Farah, medalla de oro en los 5.000 y 10.000 metros en los Juegos de Río de Janeiro de 2016.

“Mi meta es correr con él”, decía poco días antes de comenzar el campeonato. “Es como un sueño hecho realidad porque he trabajado casi tres años. No me doy por vencido. Aspiro a ser como Mo Farah. Soy un gran fan”, comentaba, según recoge Acnur. Kadar finalizó la carrera el pasado miércoles con una buena marca personal, 14:32.67, frente a los 13:30.18 de Farah, ahora con nacionalidad británica.

Un día después, el otro benjamín del equipo, Dominic Lobalu, de 18 años, pisó la pista de tartán del estadio olímpico para correr los 1.500 metros. Con una marca personal, quedó en la duodécima posición, aunque no es su primer campeonato del mundo. Dominic también participó en abril en los mundiales de carreras de relevos de Bahamas.

Este refugiado sursudanés conoció a sus compañeros de equipo en el campo de Kakuma, al que huyó cuando los soldados irrumpieron en su casa y fue separado de su familia, tal y como recoge el diario londinense Evening Standard. “Ha sido difícil porque mi familia está dispersa y no he visto a mis padres desde que me fui. Correr significa que tengo un futuro”, dijo Dominic al medio británico.

“Compito en nombre de todos los refugiados”

De Sudán del Sur también proceden Anjelina Lohalith y Rose Lokonyen, ambas veteranas en esto de las competiciones internacionales, ya que el año pasado se estrenaron en los Juegos Olímpicos de Río, la primera vez en la historia que los refugiados participaron como un equipo. “Me veo a mí misma compitiendo un día a un nivel más alto”, confesaba a Acnur Anjelina, de 23 años, en uno de los últimos entrenamientos antes de su debut en el Mundial.

“En este momento, estoy participando con los campeones y esta es mi oportunidad para pulir mi talento y demostrar a las personas del mundo que un refugiado puede lograrlo”, dice emocionada al pensar lo que ha significado este año para ella. Esta refugiada sursudanesa abandonó su país hace más de 15 años cuando estalló la guerra.

Anjelina fue la primera del equipo en competir. Lo hizo el pasado sábado, en los 1.500 metros y quedó en la decimoquinta posición. Lejos de desanimarse, Anjelina tuvo tiempo para acordarse de quienes, como ella, han tenido que huir de sus países en busca de un lugar seguro donde poder vivir en paz. “Compito en nombre de todos los refugiados alrededor del mundo”, dijo Anjelina después de su carrera, según recoge Acnur. “Tanta gente detrás de mí, viéndome competir, y les doy mucha esperanza”.

De Sudán del Sur también procede Rose Lokonyen, la orgullosa abanderada del equipo de refugiados en los Juegos de Río. “Los campeonatos me dan esperanzas de continuar con mi carrera porque, al menos, es mejor cuando estás entrenando y consigues algo y participas en otros lugares. Eso te da esperanza y coraje para trabajar más duro, y al menos acostumbrarte a la competición”, sostiene la joven de 22 años. La corredora sursudanesa quedó este jueves en octavo lugar en la carrera de 800 metros con una marca personal de 2:20.06.

Los cinco atletas viven y entrenan junto a otros deportistas refugiados en Kenia, muchos de ellos corren desde el colegio. También han podido entrenar con el equipo nacional, entre ellos el corredor David Rudisha, campeón olímpico y récord mundial en los 800 metros que no ha podido competir en Londres debido un problema muscular. “Cuando entrenas con un campeón, con el dueño de un record, ganas moral”, comenta Ahmed. “Cuando vas a la carrera, los otros atletas ya no te intimidan porque entrenaste con alguien como Rudisha”.

Los corredores han recibido el apoyo de Acnur y la Fundación Tegla Loroupe, que se ha encargado de seleccionar al equipo. La corredora keniana Tegla Loroupe, dueña de varios récords mundiales, ha sido una de las entrenadoras de los cinco atletas. Otro de los entrenadores, John Anzrah, subraya: “Estos chicos son embajadores de la paz. Le están diciendo al mundo con paz que tal vez podrían haber sido campeones olímpicos, pero se han visto afectados por la guerra para llegar hasta aquí. Ahora están entrenando en condiciones difíciles, muy difíciles”.

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