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VÍDEOS | Refugiados en Lesbos: “Si nos entregan a la policía turca, nos devolverán a Siria”

María Iglesias / Carlos Escaño / Jaime Rodríguez

Lesbos (Grecia) —

Dos mil refugiados amanecen en el campo de Kara Tepe días después del anuncio de pacto entre la Unión Europea y Turquía sin saber, la mayoría, ninguna certeza, sólo vagos rumores que preocupan y aumentan la incertidumbre de los recién llegados.

El principio de acuerdo contempla la expulsión a Turquía de todos los refugiados y migrantes que lleguen de forma irregular a las islas griegas tras la entrada en vigor del pacto, cuya fecha se desconoce. No tiene un carácter retroactivo, por tanto, en principio, los miles de refugiados que se encuentran en estos momentos en Grecia no estarían afectados. Pero notan que algo ha cambiado. Notan que Europa ha cambiado.

Cuando hay aún tantos extremos por concretar, las familias que llegaron hace incluso horas atravesando de madrugada el Egeo en una precaria lancha conozcan al detalle los pasos de Bruselas. Más rápida y directa les llega la noticia del cierre de la frontera de Idomeni entre Grecia y Macedonia, esa primera señal palpable de cambio en la política europea de refugiados que aumenta su angustia.

Todos los sirios que reconocen haber oído algo acerca del acuerdo entre Turquía y la UE corren a gritar “¡Nosotros, de Alepo!” con la fe en los ojos de que sus palabras les salvarán. Alepo es una de las ciudades clave de la guerra en Siria y su devastación ha sido mostrada por medios de todo el mundo. Aún así, la intranquilidad es patente.

“No confiamos en Turquía; hemos sufrido su trato”

En el interior de una de las casas prefabricadas elevadas en el campo de refugiados, Ibrahim Osman, “sirio de Alepo”, se sienta junto a otras tres familias con las que convive. Del acuerdo entre la UE y Turquía no sabían nada, pero muestran su preocupación por lo que ya está ocurriendo. Por el cierre de la frontera por el cierre de la frontera entre Grecia y Macedonia, la primera señal del cambio de política comunitaria con respecto a los solicitantes de asilo. “No volveremos a Turquía. Ya estamos Europa, esto es Grecia, así que vamos a Europa. No es necesario ir Alemania, iremos a cualquier país seguro”.

En el campo de Kara Tepe se alojan sobre todo sirios e iraquíes. Es, junto con el campo oficial de Moria, el campo de más capacidad, 2.000 personas. Está formado por 158 casas prefabricadas de ACNUR, dispuestas en una colina.

Fuera de la vivienda de plástico, cerca de la zona de lavaderos, una pareja de sirios Fadi y Zoozan, comentan junto a su bebé de 5 meses las noticias que llegan de Bruselas. “Si nos entregan a la policía turca, ellos nos devolverán a Siria. No sólo los de Alepo merecemos entrar en Europa, toda Siria está destruida. Yo quería vivir en Siria, pero Siria ha terminado”.

“Yo soy sirio de Idlib, con Alepo una de las ciudades más destruidas por la guerra. Estoy aquí con mis dos hijos, mi mujer en silla de ruedas y otros 15 parientes en esta casita”, añade el obrero Firas Alnajar, de 38 años. “Si ahora nos devuelven a Turquía para pedir allí el estatuto refugiado, será una injusticia porque ya nos hemos jugado la vida en el mar, y lo peor sería que nos dejaran llegar a Idomeni para luego hacernos volver atrás”.

Alnajar teme la deportación a Turquía porque “allí no hay campos como este, dudo que hagan un buen trabajo gestionando la petición de refugiado y mi sueño no es quedarnos almacenados en un campo, sino llegar a un país seguro, europeo, donde mis hijos puedan crecer”.

Lo que no concibe es volver a su país. “Por supuesto que si nos cogen por la fuerza, si nos quieren obligar, nos negaremos, haremos manifestaciones, a Siria no volveremos”.

Safiah Farhan escribe en un papel que es de Shingal y quiere ir a Hannover, Alemania. No habla inglés, y la comunicación es difícil. Pero tras él se acercan sus paisanos Hela e Ismail, cuyo inglés basta para decir: “No hay camino de vuelta a Irak. Todos juntos iremos a Europa, no solo (las personas procedentes de) algunas ciudades”.

Ismail se acerca a sus hermanos, estudiantes de Ingeniería y Filología inglesa. Pertenecen a una familia yazidí -grupo étnico-religioso masacrado por ISIS- de clase media. Están muy informados y, por ello, consternados. Se muestran estupefactos con el pacto UE-Turquía y por el cierre de la frontera de Grecia con Macedonia. Y su enorme decepción con Europa. La situación de incertidumbre dispara la confusión en Lesbos. Temen ser devueltos a Irak.

“Venimos huyendo del ISIS -cuenta Salim- que ha secuestrado y matado a miles de yazidíes y hemos llegado de Turquía a Lesbos. Puedo enseñar un vídeo en el que estábamos llorando de felicidad al llegar en la barca al tercer intento. Nos dijimos: ”Aquí estamos a salvo, es Europa y ellos nos salvarán“, pero, desafortunadamente, anoche escuchamos que la frontera está cerrada en Macedonia, así que no sabemos cuál será nuestro futuro. ¿Nos llevarán de vuelta al infierno que, desafortunadamente, es Irak?”

Su hermana Saham interviene con rotundidad: “Prefiero morir aquí en vez de volver a Irak. No quiero ser una de esas chicas en manos de ISIS. Han obligado a mujeres a comer la carne de sus hijos”. Frena, las lágrimas se interrumpen sus palabras. “Me cuesta usar el lenguaje para describir lo que hacen, no son humanos, tienen el cerebro lavado”.

Su horror a ISIS, de primera mano, la hace justificar el recelo europeo hacia ellos, los refugiados. “No culpo a Europa por desconfiar de nosotros. Es normal que quiera protegerse de ISIS. Por eso aceptamos las reglas”. Su hermano Salim la respalda: “No nos importa esperar aquí uno o dos meses para que comprueben quiénes somos y que no somos miembros de ISIS, sino sus víctimas”.

Aceptan esperar, pero no regresar a Irak, ni siquiera a Turquía. “No es que no nos fiemos, es que hemos comprobado su trato, no les importamos. Cuando estuvimos días esperando a cruzar en barco, una noche de lluvia, en el bosque, 89 personas estábamos tan empapados que llamé a la Policía y les mandé localización GPS para que, aunque nos encarcelaran, vinieran a por nosotros, todo con tal de salvar a los pobres niños que lloraban helados, pero ni aparecieron. ¿Cómo van a asumir la atención a los refugiados, si les damos igual?”.

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