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La inmigración en campaña electoral: reclamo o chivo expiatorio

Anuncio electoral del PP madrileño donde se ve a Esperanza Aguirre abrazando a una mujer negra

Hugo Domínguez

Esperanza Aguirre pasea por la multicultural calle de Tetuán para cumplir con su agenda electoral. En un momento dado, la candidata del PP al Ayuntamiento de Madrid se para frente a un cartel con las siglas de su partido, cuando una mujer de raza negra se le acerca móvil en mano. La secuencia que vino a continuación ha sido pasto de la polémica: la actitud cariñosa de Aguirre queda inmortalizada por su equipo de campaña que luego la convirtió en imagen de un anuncio electoral.

Fuentes del equipo de campaña de Aguirre quitan hierro al asunto y explican que la presidenta del Partido Popular en Madrid no suele rehuir el contacto con la gente que se le acerca en los actos. Además, enumeran otros anuncios en los que también hay diversidad de razas.

No es la primera vez que la inmigración sale a escena ante la proximidad de una convocatoria electoral. Según los expertos hay dos maneras de enfrentarlo: de forma responsable o utilizándola para conseguir votos, ya sea sirviéndose de una imagen de cercanía o, lo más habitual hasta el momento, como chivo expiatorio.

El catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política, Javier de Lucas, se decanta por la segunda opción para explicar la tónica en los últimos años. “Han utilizado de manera burda este tema, sometidos los grandes partidos al dictado de sus gabinetes sociológicos, cargando las tintas sobre los inmigrantes, como si fueran un problema político”, sostiene. De hecho, el Consejo para la Discriminación Racial o Étnica ha emplazado a “evitar el uso de discursos discriminatorios, racistas o xenófobos en las campañas electorales”.

Para el Consejo, recurrir a los mensajes del miedo a la hora de hablar de los extranjeros puede tener consecuencias indeseables. “Este tipo de discursos puede exaltar la diferencia y fomentar la creación de identidades excluyentes”.

En las últimas elecciones locales y autonómicas de 2011 se repitieron algunos de estos tics. Con el control de la inmigración árabe como bandera y un programa acusado de xenófobo, Plataforma per Catalunya, liderada por Josep Anglada, multiplicó por cinco sus apoyos. El PP se hizo con la alcaldía de Badalona después de que su candidato, Xavier García Albiol, hubiera prometido mano dura contra los inmigrantes.

Para otros expertos, esta estrategia se da en casos puntuales que no sirven para constatar una situación de acoso y derribo hacia este colectivo. “Hay discursos xenófobos, pero no son generalistas, sino más bien utilitaristas”, aduce la politóloga Gemma Pinyol, investigadora asociada a GRITIM-UPF y experta del programa Intercultural Cities del Consejo de Europa. Es decir, los candidatos municipales solo se envuelven en la bandera de la antiinmigración si consideran que existe un caladero de voto extremista entre sus vecinos, aunque en la práctica la convivencia en la localidad no encienda las alarmas. Crean así un problema donde no lo hay para hacer atractiva una opción política que eclipsa el resto de propuestas.

“No es un debate de izquierdas y derechas”, valora Pinyol. La otra clave que explicaría un discurso cimentado en la hostilidad hacia los extranjeros estaría en el brote de partidos minoritarios que consiguen un altavoz gracias a su visión ultra. “En el pleno local, estos grupos consiguen normalizar este tema, por lo que el resto de partidos tienen que elevar el tono para no quedarse fuera del debate público”. No obstante, la experta apostilla que estos comportamientos son más ostentosos en formaciones conservadoras, aunque también salpica a la izquierda. El discurso del miedo no entiende de colores, sino que depende de la estrategia e interpretación política que siga cada representante a nivel particular.

Desde un punto de vista comunicativo, el asesor Javier Sánchez, considera que tiempo atrás la política del miedo podía rascar votos, pero en la actualidad “la cosa ha cambiado, nadie está asustando por este tema, salvó grupos de extrema derecha”. En su opinión, apenas se apostará por el ataque a los inmigrantes en la próxima campaña. “España no es un país xenófobo”, añade el sociólogo Antidio Martínez, y alude al último CIS, que reveló que solo el 0,3% de la población entiende la llegada de extranjeros como un quebradero de cabeza.

En lo que coinciden los expertos consultados es en calificar de “absurdo” utilizar un inmigrante como protagonista de un cartel electoral para ablandar el corazón de los potenciales votantes. “La foto de Aguirre me pareció ridícula, y más después de la política del PP en estos años en los que por ejemplo han quitado la sanidad a los inmigrantes”, insiste el asesor en comunicación política, que cree que el cartel responde a una estrategia de los conservadores para ganar votos entre la población foránea el 24 de mayo.

En España, los extranjeros en situación regular y empadronados pueden votar en las elecciones locales siempre y cuando provengan de un país que forme parte de la UE o que haya firmado con antelación un convenio con España. Pero no es un derecho per se. “Tienen que registrarse y eso hace que muchos desistan o que no se enteren y se queden sin votar”, detalla el presidente de Rumiñahui, una asociación hispano-ecuatoriana, Vladimir Paspuel. “Pedimos que los candidatos no utilicen a los inmigrantes ni como reclamo electoral ni tampoco como chivo expiatorio”.

“Instamos a promover un discurso inclusivo y de relaciones positivas en el que quede incorporado el valor de la diversidad frente a los mensajes discriminatorios”, dice en una nota el Consejo para la Discriminación Racial o Étnica. A lo que Paspuel añade que “no se les utilice” en tono paternalista, con imágenes que buscan tocar la fibra sensible, si después a la hora de gobernar “se olvidan, realizando políticas” que van contra este colectivo. “En las elecciones se acuerdan más de nosotros, y luego nada”.

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