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Dos hermanos afganos refugiados en Holanda inventan un dron antiminas

Los hermanos Massoud y Mahmud Hassani fueron testigos de las consecuencias de las minas durante su infancia en Kabul | Imagen cedida

Maribel Hernández

De proyecto artístico a dispositivo antiminas. En 2011, Massoud Hassani era un joven afgano a punto de acabar sus estudios de diseño industrial en Eindhoven. Quería que su proyecto fin de carrera fuera algo especial que, de algún modo, se conectara con su infancia en Kabul, la experiencia de la guerra y la huida de su familia a Holanda. Así nació el primer prototipo de Mine Kafon, una esfera de cañas de bambú y plástico con aspecto de diente de león diseñada para detectar y detonar minas antipersona.

Aquel invento no funcionó, pero captó la atención mundial y cosechó numerosos premios. ¿Sería posible convertirlo en un artefacto realmente útil? Los hermanos Hassani, Massoud y Mahmud, decidieron entonces crear una empresa, Hassani Design, y continuar trabajando hasta tener un dispositivo realmente funcional.

Ahora, cinco años después, Mine Kafon se ha transformado en un dron antiminas. Hace un par de semanas, finalizaba una exitosa campaña de crowdfunding que les va a permitir regresar, por primera vez en 18 años, a Afganistán y probar sobre campos de minas reales la forma, según dicen, “más segura, rápida y barata” de acabar con estas armas explosivas que cada año se cobran miles de vidas, en su mayoría civiles.

“Las minas formaban parte de nuestro día a día en Afganistán”, cuenta Massoud Hassani a eldiario.es desde su estudio en Eindhoven. “Cuando éramos niños veíamos cómo la gente perdía extremidades o moría a causa de las minas”.

Hassani pasó los diez primeros años de su vida en Kabul, la ciudad donde nació en 1983. Su madre trabajaba como ingeniera en una empresa dedicada a la construcción y su padre era el director de la escuela donde estudiaba junto a su hermano. “Las cosas empezaron a ponerse peor a principios de los noventa, en 1992 la guerra civil estalló y ya nunca cesó”, recuerda.

La familia Hassani decidió entonces huir de Afganistán iniciando un periplo que les llevó a vivir en Pakistán, Uzbequistán y, finalmente, en 1998, lograron establecerse en Holanda.

Con 22 años, Massoud comenzó sus estudios en la Academia de Diseño de Eindhoven y encontró su propio estilo como diseñador creando productos inspirados en su cultura natal. En el proceso de investigación para su trabajo fin de carrera decidió profundizar en los juguetes que inventaba de niño, aviones y otros objetos relacionados con el aire. “Así surgió la idea de transformar esos juguetes que hacía de pequeño en un nuevo producto que fuera útil para mi país”, cuenta.

“El trabajo se exhibió en Milán y llamó la atención de muchos medios. Salió en el New York Times, en revistas, pero era un proyecto principalmente artístico”, explica. “Sirvió para crear conciencia y que la gente pensara en el problema, ganó muchos premios y eso me dio confianza para seguir trabajando en nuevos prototipos. Durante varios años hemos estado investigando este tema, hablando con expertos, visitando países, organizaciones de desminado, personal de Defensa, de distintos gobiernos y en 2014 empezamos a diseñar este Mine Kafon basado en un dron”.

“Más seguro, más rápido y más barato”

En la creación del nuevo Mine Kafon ha estado implicado un equipo de 21 personas. El funcionamiento del dispositivo se articula en tres fases: mapeo, detección y detonación. El dron sobrevuela el terreno y elabora un mapa 3D del mismo. A continuación, un brazo robótico provisto de un detector de metales identifica dónde están las minas y coloca sobre ellas un detonador del tamaño de una pelota de tenis que es activado en la distancia.

Según Hassani, es “más seguro, más rápido y más barato. Los robots que se utilizan actualmente cuestan entre 75.000 y 100.000 euros mientras que fabricar este dron está entre los 4.000 y 5.000 euros”. Además, asegura que funciona 20 veces más rápido.

El joven reconoce que hay personas que trabajan en este campo que se muestran escépticas ante este sistema pero, al mismo tiempo, ha despertado un enorme interés en países afectados por la existencia de minas terrestres. “Se ha puesto en contacto con nosotros gente de Colombia, Libia, del Sáhara Occidental y también grandes corporaciones, ONG y empresas interesadas en producirlo. Eso nos da buenas expectativas para el futuro”, pronostica.

De momento, los hermanos Hassani han vuelto a llamar la atención de los principales medios de comunicación internacionales con su nuevo invento y la campaña de crowdfunding que acaban de finalizar en una conocida plataforma online no les podría haber ido mejor. Han recaudado un total de 177.456 euros de un objetivo inicial de 70.000.

“Los fondos nos van a permitir construir más prototipos y probarlos sobre campos de minas reales en Afganistán”, detalla. Si todo marcha según lo previsto, a principios de 2017, regresarán a su país natal por primera vez desde que lo abandonaran. El objetivo es demostrar que funciona.

Cada día, se estima que al menos diez personas en el mundo mueren o sufren algún tipo de mutilación por culpa de una mina, el 40% de las víctimas son niños, según datos del Servicio de Acción sobre Minas de las Naciones Unidas (UNMAS).

Afganistán es uno de los países más afectados por la presencia de minas en su territorio. El último informe del Programa de Acción sobre Minas para Afganistán (MAPA), publicado esta semana, revela que en 2015 hubo 1213 muertes relacionadas con minas y restos explosivos de guerra, un 35% más que en 2014. Alrededor de 534 kilómetros cuadrados de terreno siguen contaminados de minas, y su presencia impacta sobre la vida de 1.603 comunidades en 255 distritos del país.

Los hermanos Hassani pretenden regresar a su país con algo que lo mejore. “Nuestra visión es crear productos que sean útiles para la vida de la gente y el medio ambiente, solucionar problemas. Si lo conseguimos seremos muy felices”.

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