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El ISIS pone bombas en peluches o neveras para matar a desplazados que vuelven a sus casas, según MSF

Mortero, resto de la guerra, en medio de los escombros, Kobane, 23 de enero 2017.

Icíar Gutiérrez

Mohamed vivía en Raqqa, ciudad siria controlada por el Estado Islámico (ISIS) que ha sido, desde hace seis años, escenario de bombardeos, combates, persecuciones y decapitaciones públicas. La situación, cada vez más insostenible, le empujó a huir al norte del país con su familia, pero una mina truncó su intento de escapar. 

“Quedarse equivale a morir entre las bombas o de un disparo”, explica en un testimonio recopilado por Médicos Sin Fronteras (MSF). Decidió montarse con dos de sus hijos en una moto prestada. “Tan solo llevábamos unos 100 metros recorridos, cuando de pronto la moto pasó por encima de una mina y los tres saltamos por los aires”, recuerda Mohamed.

“Mi hijo estaba inconsciente y tenía heridas en la frente, mi hija en los ojos y yo en la barbilla, el cuello y las manos. Esperamos a que pasara un coche por el camino. Vi a mi hijo morir entre mis brazos. Murió y tuve que abandonar su cuerpo allí”, relata.

Cuando consiguió llegar al hospital de Raqqa, un miembro del Estado Islámico impidió que les atendieran. “Dejadle morir ahí”, dijo. Finalmente, pudo recibir asistencia médica y desde enero vive en un campamento del norte de Siria.

Mohamed es el nombre ficticio de uno de los muchos desplazados que, según MSF, han sido víctimas de las minas antipersona y municiones sin detonar que, en el séptimo año de guerra, “están sembrados por todas partes”, desde carreteras y campos de cultivo hasta las propias viviendas de la población.

Son las conclusiones del nuevo informe de la organización humanitaria, Listas para detonar, basado en los testimonios de sus equipos médicos, pacientes y familiares. El estudio revela que, desde 2015, “cada vez que el Estado Islámico se ha retirado de un territorio” tras las batallas en el norte de Siria, “se localizan un gran número de minas y trampas explosivas” que afectan a la población que huye de los combates, pero también a la que vuelve a sus hogares.

Explosivos en alfombras, neveras y peluches

Los artefactos de fabricación casera han sido instalados alrededor de instalaciones militares o cerca de posiciones de tiro que pretendían proteger, explican desde la organización. “Pero también se han encontrado artefactos explosivos improvisados en campos, calles y viviendas; colocados en puertas o bajo objetos de uso cotidiano”, añaden. 

“Es extremadamente peligroso para la población regresar a sus hogares”, apunta Karline Kleijer, responsable de emergencias para Siria de MSF. “Han puesto trampas explosivas por todas partes: debajo de las alfombras, en las neveras e incluso en los muñecos de peluche de los niños”, prosigue. Se trata, según el estudio, de artefactos de fabricación casera que “parecen haber sido colocados con el objetivo de infringir un daño indiscriminado contra los civiles que vuelven a sus localidades”. 

Una muestra del alcance de estas “trampas explosivas” son los datos del hospital de Manyib, localidad de la provincia de Alepo, que durante el verano pasado, cuando la población comenzó a volver a sus casas, recibió más de 190 personas heridas por estos artefactos.

“Durante la batalla, los combatientes del ISIS ocupaban las casas y obligaban a las familias a salir. Cuando tenían que retirarse, instalaban trampas explosivas en la vivienda que abandonaban”, relata a MSF un médico que estuvo en la localidad durante los combates. 

Proyectiles sin explotar de los ataques de la coalición 

La organización humanitaria también se refiere al hospital de Kobane, que en un solo día, el 25 de noviembre de 2016, atendió a ocho personas heridas por las explosiones. Un año antes, la población comenzó a regresar a Kobane cuando el ISIS empezó a retirarse tras meses de enfrentamientos con las milicias kurdas del YPG.

Los habitantes encontraron entonces sus ciudades y pueblos plagados de minas y artefactos explosivos, muchos de ellos proyectiles que, según MSF, quedaron sin explotar tras los más de 700 ataques aéreos de las fuerzas de la coalición internacional, liderada por Estados Unidos.

En abril de 2015, 47 personas fallecieron y 19 resultaron heridas como consecuencia de las explosiones de estos artefactos en Kobane. La organización Handicap International estimó una media de diez piezas de munición por metro cuadrado y concluyó que estos dispositivos explosivos “estaban diseñados específicamente para incapacitar, herir o matar a la gente”, de acuerdo con la investigación de MSF.

La situación en Kobane y Manyib se asemeja “sorprendentemente”, según el estudio, a la de otros escenarios de combates contra el Estado Islámico, como Palmira (Siria), Ramadi (Irak) y Sirte (ciudad del norte de Libia).

“Cuando un animal se acerca, todos salimos corriendo”

En el este de la ciudad norteña de Tal Abyad, escenario de combates entre las milicias kurdas y el ISIS, los habitantes de las zonas rurales conviven a diario con esta realidad. MSF recoge las palabras de Shyiar, residente en la aldea de Jirn: “Algunos campos de cultivos siguen siendo peligrosos y los aldeanos tienen miedo de mandar a sus hijos a la escuela del pueblo”.

Jasem M, su vecino, convive con dos minas a escasos metros de su puerta. “No puedo dormir, estoy siempre preocupado por que uno de mis hijos, un perro o una oveja pise una de las minas que hay alrededor de la casa. Cuando un animal se acerca a la vivienda, todos salimos corriendo por miedo a que estalle a su paso”, afirma.

“Mientras siga habiendo minas y artefactos explosivos sin detonar, la población atrapada por el conflicto no podrá huir. Y los que huyeron previamente, tampoco podrán regresar a sus hogares. Del mismo modo, las organizaciones de ayuda humanitaria tampoco podrán llevar a cabo sus proyectos”, explica MSF.

La ONG denuncia que, por el momento, “casi ninguna organización, ni humanitaria ni militar, está llevando a cabo actividades de desminado, lo que obliga a la población a hacer esa labor”, con consecuencias, a menudo, “letales”. Según las autoridades locales, la policía local estableció una unidad de cinco voluntarios en Kobane. “Sus integrantes, que tenían una experiencia limitada, han fallecido todos” tras la explotación de estos artefactos“, denuncian.

Por esta razón, MSF pide un “mayor apoyo para asegurar el rápido desminado humanitario” e insta a las partes del conflicto a garantizar la protección de los civiles y la llegada de la ayuda. 

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