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Las personas sin hogar tienen una esperanza de vida hasta 20 años inferior

Imagen de una acción de la Federación de Asociaciones de Centros para Integración y Ayuda a Marginados. / Fotografía: FACIAM

Carlos Miguélez Monroy

Solidarios para el Desarrollo —

La falta de acceso a una vivienda por factores económicos explica parte del sinhogarismo, pero influyen además otros factores: una mala separación, una experiencia en la cárcel y el posterior abandono de familia y amigos, la falta de adaptación al mercado de trabajo y otros factores educativos, y situaciones administrativas por motivos de nacionalidad.

Las dependencias al alcohol y a las drogas, las enfermedades mentales y otros problemas de salud precipitan las situaciones de calle, aunque también ocurre de forma inversa: la inseguridad de vivir en esta situación perjudica la salud. Las personas sin hogar tienen una esperanza de vida hasta 20 años inferior, según las entidades que convocan el Día de las Personas sin Hogar y que reivindican este año un acceso equitativo a la salud: Cáritas, Plataforma por la Inclusión Residencial y a favor de las Personas sin Hogar (Beste Bi), la Federación de Asociaciones de Centros para Integración y Ayuda a Marginados (FACIAM), la Federación de Entidades de Apoyo a las Personas Sin Hogar (FEPSH) y Xarxa d'Atenció a Persones Sense Llar (XAPSLL).

Este año abordan el sinhogarismo desde una perspectiva del derecho a la salud, que la OMS entiende como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.

Derechos fundamentales como el acceso a la vivienda, al trabajo, a pensiones dignas y a los servicios sanitarios forman parte de ese bienestar. Los inmigrantes encuentran dificultades añadidas para hacer efectivos esos derechos. Pero también hay personas consideradas de clase media hasta hace poco y que ahora acuden a comedores sociales y consiguen ropa por distintas iniciativas solidarias. Muchos se encuentran en riesgo de exclusión y no duermen en la calle. Pero se considera sin hogar no sólo al que duerme entre cartones en los soportales de un edificio, en un banco o dentro de un cajero automático. Tampoco tienen hogar las personas que duermen en recursos asistenciales, en asentamientos, en viviendas ocupadas y en otro tipo de alojamientos.

Vivir en estas situaciones implica no tener ingresos fijos para acceder a instalaciones deportivas que les permitan hacer ejercicio, procurarse una alimentación sana y equilibrada, hacerse análisis médicos cuando surgen síntomas de una enfermedad y comprar medicinas. La falta de relaciones afectivas perjudica la salud mental.

Durante las noches, voluntarios de distintas organizaciones luchan contra ese aislamiento y buscan reforzar la autoestima por medio de compañía, de diálogo y de relaciones sin prejuicios. Hacen un recorrido por las ciudades para encontrarse con las personas que duermen en la calle. Llevan un café o un caldo durante los meses de frío, o una bebida refrescante cuando aprieta el calor. A veces llevan algo de comer. Pero no pretenden alimentar a los “sin techo”, pues huyen del asistencialismo porque crea dependencia, porque plantea relaciones paternalistas y porque silencia las causas por las que un grupo de personas no disfrutan de derechos que reconocen las leyes. El programa de atención de personas sin hogar, de Solidarios para el Desarrollo, forma parte de esas iniciativas de voluntariado social.

Los voluntarios participan en actividades formativas que les ayuda a comunicarse en entornos de sufrimiento y de exclusión social. Esto les permite reconocer los límites de la acción voluntaria y poner en perspectiva situaciones con las que se encuentran. Así evitan caer en prejuicios, en lugares comunes y en idealizaciones que entorpecen la relación entre personas adultas. La formación continua también aporta un enfoque de derechos y de participación ciudadana frente a situaciones de exclusión social.

La presencia de voluntarios de distintas organizaciones le da visibilidad a una situación a la que muchas personas se han acostumbrado, como si las personas sin hogar se hubieran convertido en parte del mobiliario urbano. Pero también ayudan a pasar la palabra, a contar en distintos entornos su experiencia y cómo las personas con las que comparten un rato cada semana no son tan distintas de la gente “normal”. En las hemerotecas queda el caso de María Rosario Endrinal Petit, a la que tres jóvenes quemaron viva en Barcelona en 2005, y que había sido secretaria y vivido en un lujoso departamento en Avenida de Brasil. Por entonces comenzó a consumir drogas, su matrimonio se vino abajo, perdió la custodia de su hija y todo se torció hasta que su vida acabó en manos de tres jóvenes.

Las organizaciones también participan en campañas como Personas como tú, realizan trabajo en red con otras entidades con objetivos similares para posicionarse ante los medios de comunicación y para incidir en las políticas públicas. Ejemplo de este trabajo en red está el trabajo de distintas entidades que movilizan a la ciudadanía por los derechos de las personas sin hogar con la excusa de un día puntual.

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