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Testimonios desde Malaui, azotado por el ciclón Idai: “El agua se lo ha llevado todo”

Stewadi, de 28 años, recogiendo la que era la puerta de su casa antes de las inundaciones.

Daud Kayisi / Tavwana Chirwa

Fotos de Oxfam Intermón —

El ciclón tropical Idai tocó tierra durante la noche del 14 al 15 de marzo de 2019 cerca de la ciudad de Beira, en el centro de Mozambique. Antes, la tormenta ya había azotado Malaui y después se trasladó a Zimbabue. El ciclón ha destruido casi todo a su paso, provocando inundaciones, arruinando las cosechas y afectando a millones de personas. Sus casas han quedado bajo el agua, han perdido sus pertenencias y ahora tratan de reconstruir su vida desde cero.

Otros no sobrevivieron: hasta la fecha, Idai ha causado más de 730 muertos en estos tres países. Al menos 59 personas han fallecido en Malaui, donde unas 869.000 personas se han sido afectadas, según el Gobierno. Se estima que casi 87,000 personas están desplazadas por el que, según la ONU, puede ser “el peor desastre natural de la historia del hemisferio sur”.

Estos son los testimonios, recogidos por Oxfam, de Dorothy Msika, Maria Nazombe, Brenda Kanyenga, Alfred John y Agnes Mofolo, supervivientes del ciclón en Phalombe, uno de los distritos afectados de Malaui, próximo a la frontera con Mozambique.

Maria Nazombe

Mi nombre es Maria Nazombe y tengo 32 años. Estoy casada, tengo cinco hijos y el menor tiene 6 años.

El 7 de marzo por la mañana nos dijeron que el río abajo estaba ensanchándose y que el agua venía hacia nosotros. En algún momento, pensamos que las aguas se marcharían, pero nos equivocamos. Alrededor del mediodía, vino una fuerte corriente de agua e inundó nuestra casa y las de los alrededores.

Intentamos salvar algunos de los artículos de nuestra casa, pero no nos dio tiempo. Nos centramos en asegurar la seguridad de nuestros niños. Teníamos cuatro cabras y 22 gallinas. El agua se llevó todas las cabras y solo seis gallinas han sobrevivido, milagrosamente. Todos estos cubos de agua y platos también fueron arrastrados por el agua, pero afortunadamente, logramos recuperarlos a casi un kilómetro de aquí.

Las inundaciones nos han reducido a mí y a mi familia a la nada. Todas mis pertenencias están dañadas. La casa se vino abajo. Ya no me queda nada. Todo mi sustento se ha esfumado porque todo se ha esfumado. Solo damos gracias a Dios por seguir con vida.

Junto con mi esposo, hemos comenzado a construir un refugio temporal, pero no tenemos suficientes recursos para terminarlo. También necesitamos alimentos. Toda la comida que teníamos ha desaparecido. Nuestros hijos no pueden volver a la escuela con el estómago vacío.

Las gallinas y las cabras eran una fuente para nuestro sustento. A veces mis hijos no tenían suficientes materiales de aprendizaje en la escuela y lo único que podíamos hacer era vender uno o dos pollos y los problemas se iban resolviendo. Pero esto ya no será así porque el agua nos lo robó todo.

Alfred John y Agnes Mofolo

Mi nombre es Alfred John y esta es mi esposa Agnes Mofolo. El agua destruyó nuestra casa y hemos levantado un refugio temporal. Nos habría encantado construir algo mejor, pero no tenemos suficientes láminas de plástico porque lo que tenemos aquí son piezas de plástico que recogimos después de las inundaciones.

No nos queda nada porque todo fue arrastrado por el agua. Ni siquiera pudimos intentar salvar nada. Nuestras vidas estaban en peligro hasta el punto de que no era fácil para nosotros trasladarnos a un lugar seguro. Había agua por todas partes.

Me llamo Agnes Mofolo. No tenemos nada porque las primeras lluvias fuertes también se llevaron nuestras cosechas del campo. Tenemos cuatro hijos y uno es discapacitado. No sabemos qué vamos a darles de comer porque no hay comida. Los cultivos fueron arrastrados por el agua. No tenemos nada.

En el refugio, todo se filtra. Cuando llueve, nos vemos obligados a dormir de pie junto con nuestros hijos. No se puede dormir en un suelo embarrado cuando llueve.

Dorothy Msika

Me llamo Dorothy Masika y tengo 27 años. No estoy casada pero tengo un hija, una niña de cuatro años. Soy una de las más afectadas de esta comunidad.

El 7 de marzo, hacia las dos de la madrugada, empezó todo esto. Oí el ruido afuera mientras dormía. Me desperté para ver qué era y descubrí que todo el patio estaba lleno de agua. Pocos minutos después, el agua empezó a entrar en casa. Volví dentro a buscar a mi hija, que aún estaba dormida, y la llevé a un sitio elevado. Cuando regresé a casa para empezar a salvar algunas de mis propiedades, la casa se derrumbó y se cayó. Por suerte, escapé.

Vi mis gallinas, mi ropa, mis ollas y platos flotando y decidí volver corriendo a donde estaba mi hija porque los niveles de agua seguían subiendo. Tenía comida en casa que me habría durado un par de meses, pero todo fue arrastrado por el agua.

Los niveles de agua de más de un metro de altura del suelo duraron unos tres días. Al cuarto, comenzaron a bajar. Mientras tanto, tenía miedo de que muriéramos.

Empezamos a buscar nuestras cosas, pero solo pudimos recuperar algo de ropa, algunas ollas y platos. La mayoría fueron arrastradas por el agua. Sobrevivir fue difícil mientras el agua estaba a nuestro alrededor. Como comunidad, todos acampamos en un refugio temporal y no teníamos comida.

Ahora he empezado a construir un refugio temporal con la ayuda de mi hermano, pero no tengo dinero para comprar láminas de plástico para terminarlo. También temo por la vida de mi hija. Es pequeña, y como el único alimento que tenemos ahora es arroz que recibimos del Gobierno, no sé qué va a comer cuando se acabe el poco arroz que nos dan. No quiero perderla, pero no sé qué hacer, porque la comida que tenía se la llevó el agua y todos mis cultivos en el campo también se han estropeada. Sinceramente, no sé qué va a pasar porque el futuro no parece nada prometedor.

Brenda Kanyenga

Soy Brenda Kanyenga y tengo 22 años. Las inundaciones nos han afectado mucho a mí y a mi familia. Nos han quitado toda la ropa y los bienes que teníamos en la casa. Nuestras gallinas también. Destruyeron mi casa.

Estamos luchando por reconstruir de nuevo porque, aunque deseamos de corazón tener un refugio temporal, no tenemos los materiales necesarios para poder hacerlo. Hemos empezado a construir esta casa temporal pero no podemos terminarla por falta de materiales.

El 7 de marzo, nuestros vecinos vinieron a despertarnos a eso de las 2 de la madrugada diciendo que había inundaciones. Lo único que hice fue coger a mi hijo y correr a un lugar seguro. Todo se ha ido por la borda, pero tenemos suerte de haber recuperado la puerta y el marco. Los estamos usando para lo que estamos reconstruyendo ahora.

Ahora estamos sobreviviendo con el arroz que el Gobierno nos dio. Sin embargo, no sabemos lo que sucederá cuando lo terminemos. Las fuertes lluvias de diciembre también dañaron nuestras cosechas, esperábamos con impaciencia los cultivos de invierno hasta ese momento. Ahora el golpe es doble: no tenemos casa ni comida.

Seguimos siendo optimistas en cuanto a que cosecharemos cuando llegue el momento, pero ahora mismo nuestra preocupación es el alimento y el refugio inmediatos.

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