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Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

Nueva ordenanza de movilidad de Madrid: sobre disciplina y educación

Una moto plantada durante días en una acera. Una típica historia madrileña narrada esta semana desde la cuenta de Twitter de @spanishprctices

Pedro Bravo

About Discipline and Education fue el primer disco de mezclas del DJ madrileño Óscar Mulero. El CD, publicado en 1998 por So Dens, contenía hora y pico de techno oscuro y afilado ejecutado con su compromiso y técnica habituales, la típica lección que te llevabas cuando lo veías en una sala o un festival, del New World de la plaza de los Cubos en Madrid a las fiestas de Satisfaxion en Andalucía. El título era todo un acierto porque hablaba justo de eso, de la ética de trabajo de Mulero y de su forma de enseñar y hacernos aprender a través del baile. Sobre disciplina y educación.

Este viernes se aprobó por fin, después muchas vueltas y alegaciones, la Ordenanza de Movilidad de Madrid. Las nuevas normas traen buenas noticias para el bien común. Las calles de un sentido serán, como sugiere la DGT, calles con limitación de velocidad a 30 km/h. Eso debería significar vías más seguras, con menos accidentes (y menos trágicos) y la posibilidad de compartir el espacio público mucho mejor, como ya se contó hace años en este blog. Las aceras deberían quedar bastante libres de cacharros, puesto que se prohíbe aparcar a las motos allí donde sean menores de tres metros y a menos de cinco de un paso de peatones. Y no estará permitida la circulación en estos espacios peatonales ni a bicis ni a patinetes eléctricos (los de toda la vida y los monopatines sí podrán, pero a velocidad de peatón). Los nuevos patinetes y demás vehículos de movilidad personal (VMP) podrán ir por los escasos carriles bici y por esas calles de un solo sentido limitadas a 30 km/h, es decir, por el 80% del viario, como cuenta este artículo de El País. En un futuro, igual se aprueba que puedan ir por los ciclocarriles. La ordenanza habla también de la implantación de Madrid Central, esa medida de protección de la calidad del aire y el espacio público que si se aplica y asume bien, puede ser referente en todo el mundo menos en la carpetovetónica oposición.

Como digo, todo esto es bueno para la ciudad, aunque algunas cosas puedan ser al principio molestas por eso de las costumbres adquiridas. ¿Por qué entonces no estoy celebrando la noticia poniéndome las zapatillas y buscando un sitio oscuro donde bailar todo el fin de semana? Porque podemos llenar la ciudad de las normas lustrosas que queramos, pero éstas no sirven para nada si no hay algo más. Hablo, como pinchaba y sigue pinchando Óscar, sobre disciplina y educación.

Hay muchas de estas normas de la nueva ordenanza que ya están en vigor. Las motos no pueden ocupar las aceras y, sin embargo, las abarrotan (y nunca se ha visto a un motorista con un metro midiendo el espacio). Los coches no pueden ir a más de 30 km/h en un montón de ciclocalles y ciclocarriles y por ahí nadie baja de 50 ó 60 (y eso que éstos sí tienen el velocímetro bajo las narices de quienes conducen). Para que la ciudad funcione bien, hay que cumplir las normas que la regulan. Y para que esto ocurra, la tarea es compartida.

Vigilancia, sanciones, comunicación y responsabilidad

Al Ayuntamiento, a través en este caso de la policía municipal, le toca la disciplina: la vigilancia y la sanción. No parece que el gobierno municipal tenga unas relaciones estupendas con sus agentes, pero a nosotros los habitantes eso no tendría por qué afectarnos. Que arreglen ellos sus asuntos cuando les dé la gana, pero que mientras no dejen que la ciudad se convierta en una molestia permanente. Que saquen las motos aparcadas de las aceras y los patinetes que van a toda velocidad; y las bicis, claro. Que frían a multas a los que circulan a fuego con su coche o su furgoneta de reparto por calzadas limitadas a 30 km/h. Que pongan el orden que justifica su contrato y su sueldo.

La educación nos toca a todos. También al Ayuntamiento, que debe asumir que la comunicación es esencial para que se entiendan y apliquen estas normas. Lo de Madrid Central, por ejemplo, tiene inquieta a mucha gente, y es normal. Incluso se ha creado un lobby empresarial para tratar de frenar el asunto, como cuenta Somos Malasaña (aunque por la forma que han ido sumando nombres de asociaciones sin el conocimiento de algunas, la cosa huele a herramienta política). El Ayuntamiento ha hablado con muchos colectivos, pero quizás podría hacer un esfuerzo para contar algo más y mejor el por qué y el cómo e informar de los beneficios, también de negocio, que puede tener la medida.

Pero digo que la educación nos toca a todos porque esto no va a funcionar si los ciudadanos seguimos sin darnos por aludidos y dejamos toda la culpa en el lado de los que mandan. Si las calles son pistas de carreras y las aceras, como un cuarto de juegos infantil después de un cumpleaños es porque nosotros hacemos que sean así. Quejarnos en el bar o en redes sociales no va a arreglar el problema. La nueva ordenanza tampoco. O nos decidimos a aplicarnos juntos en esto de la disciplina y la educación o aquí no va a haber ni dios que baile sin peligro de morir atropellado.

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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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