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¿Orgullo o derechos? No es cuestión de elegir

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Juventud Sin Futuro

Asier Delgado Suárez —

Vivimos tiempos en los que la brecha ante el modelo político, económico y social heredado se hace cada vez mayor. La ciudadanía reclama nuevos espacios de participación y democracia. En este camino, no podemos olvidar la necesidad de seguir ampliando las fronteras que hagan efectivos los derechos sociales y civiles de aquellas que han sido discriminadas a lo largo de toda la historia, y que siguen siéndolo a día de hoy. En este camino todos y todas debemos sentirnos acompañados, construyendo nuevas formas de relacionarnos y de expresión. 

Un ejemplo de ello es el 28 de junio, en el que celebramos el Día Internacional del Orgullo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Este día, como todos aquellos que suponen un reconocimiento por la conquista y ampliación de los derechos sociales y civiles, no podría ser entendido si no se librase día a día una batalla cotidiana por denunciar todas aquellas situaciones de discriminación, desigualdad, ausencia de derechos y violencia. 

Sucede que a veces no nos sentimos representados en esa intención de visibilizar una diversidad. Nos encontramos con esa “marca gay” impuesta, que nos dice cómo tenemos que expresar y vivir nuestra diversidad afectivo sexual, y que determina una forma de consumo o estilo de vida. Y a veces esta crítica de partida se da por supuesta o incluso la consideramos superada, pero no es así. No pocas veces cometemos el error de plantear la situación como una dicotomía en términos de elegir entre participar en una festividad de un Orgullo mercantilizado lleno de estereotipos, o la búsqueda real de nuevos espacios críticos fuera de la norma que sigan abriendo camino cada día contra las fronteras impuestas por el género, la heteronormatividad, el sexismo y la homofobia. 

Pero sucede también que la forma de vivir la sexualidad y de sentir se construye cada día, y lo vivimos desde una infancia llena de armarios, en la que se invisibiliza y se silencia la diversidad, legitimando unas prácticas y sancionando otras en los cuentos, los juguetes, los libros, videojuegos, las películas y series, en los chistes, bromas e insultos... Y es entonces, cuando llegas a la adolescencia, cuando hay ocasiones en las que ves en el “Orgullo” la posibilidad de compartir una alegría, una forma de expresión, una excusa para hablar con tu familia y tus amigos y contarles lo que sientes, y hacer al fin y al cabo que algo empiece a cambiar en tu entorno. Es por este motivo por lo que es necesario no cesar en la búsqueda de nuevas formas de expresión que no estén al servicio de una minoría, y que no hagan de esa Marca Gay un carnaval, un mercado de la carne que convierte la sexualidad en un producto más a consumir, una fiesta al servicio de las grandes empresas y en beneficio de los de siempre. 

A punto de cumplir diez años desde que en 2005 se aprobase la ley de matrimonio igualitario, el próximo 4 de julio tendrá lugar en Madrid la manifestación estatal en la que se muestra la necesidad de seguir avanzando en materia legislativa y conquista de derechos reales sobre transexualidad, igualdad de personas LGTB, un pacto de Estado contra el VIH y un proyecto urgente contra el acoso sexual por identidad de género. No podemos olvidar tampoco la oportunidad que tenemos para que desde las instituciones las cosas sean diferentes, y para ello es necesario seguir avanzando en las politicas reales que hagan efectivos esos derechos. Claros ejemplos son la creación la nueva concejalia de Ciclo de Vida, LGTB y feminismo del Ayuntamiento de Barcelona, que pretende empezar a llamar a las cosas por su nombre, o el hecho de que por primera vez muchos ayuntamientos ondean durante toda esta semana la bandera de la diversidad.

Y en este camino tenemos que estar todos y todas, sin distinción. Porque la diversidad no es solo una sino todas, porque desde la escuela se ha de educar en la diversidad afectivo-sexual y en la diversidad familiar, porque es necesario romper con las barreras de género, escuchar lo que tienen que decirnos las teorías Queer, atender a la construcción de nuevas masculinidades, garantizar la igualdad de derechos y de oportunidades y el bienestar de nuestra infancia y nuestra juventud, para que nadie se sienta excluido, rechazado ni agredido. 

En nuestras ciudades, en nuestros barrios, en nuestros pueblos, en nuestras calles, en nuestras plazas, en nuestras casas, en nuestras escuelas, debemos defender la alegría, la igualdad, la libertad de expresión y la diversidad. Cada día del año, desde todas partes.

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