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Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.

No somos máquinas

Foto de la autora en la universidad.

Juventud Sin Futuro

Irene León Ubalde —

No somos máquinas. Parece una tontería hacer esta afirmación mirándonos a los ojos, pero ya estamos en octubre, volvemos a las aulas, a calentar los asientos, a perder las tapas de los bolígrafos, y nos toca recordar que no somos máquinas.

Un año más hay pupitres vacíos a mi alrededor. Ya no faltan solo 45.000, cada vez son más los que se suman a esta triste realidad de las ausencias por no haber podido pagar las tasas: los medios de comunicación dicen que este año son 77.000 los alumnos que han tenido que abandonar las aulas por no poder pagarlas. Nos echan y además piden a los que hacen malabares para poder seguir adelante, que estemos orgullosos de estar en esas clases. Pero ir a la universidad no debería ser cuestión de suerte, sino un derecho del que deberían poder disfrutar todas las personas que quieran ejercerlo.

Dejamos de ser personas con nombres y apellidos, dejamos de ser personas para convertirnos en números, en cifras, en papeles con letras evaluables, y a nadie importa porque nadie escucha. Nos reducen las ayudas para estudiar aquello que nos apasiona, aquello de lo que nos gustaría trabajar para vivir. Aunque conscientes de que la realidad empresarial es muy diferente a aquella que nosotros queremos crear, seguimos luchando diariamente por aquello que nos pertenece y que nos pretenden arrebatar constantemente, que es el derecho a poder acceder a una eduación pública y de calidad para todos.

A veces también nos olvidamos de otras realidades, y es que las becas no solo deberían cubrir las necesidades económicas propias de la matrícula o el transporte. Miles de estudiantes ni siquiera podrán aspirar a ser universitarios, o a estudiar aquello que les gustaría, porque sus rentas familiares no permiten un traslado a otra provincia donde podrían estudiar lo que quieren. Lo que los políticos no parecen entender es que cuando recortan becas, recortan futuro y oportunidades, recortan la posibilidad de progreso y avance de nuestra sociedad.

A pesar de todo, llegamos a la universidad cargados de sueños e ilusiones, con ganas de vivir esta etapa en la que podemos crecer, aprender y desarrollarnos, no solo como estudiantes, sino también como personas. Vivimos la universidad como una oportunidad vital, y el estudio y la formación se presentan como una necesidad básica que muchas personas no pueden cubrir, ya que el derecho a la educación le es arrebatado. Somos estudiantes y convivimos con frases como “te toca estudiar” o “concéntrate solo en estudiar”, pero al mismo tiempo nos hacen enfrentarnos a la contradiccion de que para estudiar tienes que trabajar, porque las matrículas son tan altas que tu familia no puede hacer frente a ese coste económico sin ayuda. Así que decides trabajar para intentar pagarte el camino hacia el futuro, mientras intentas a la vez estudiar aquello que te gusta y perseguir ese sueño que trata de trabajar en aquello que te apasiona. Un futuro cada vez más incierto. Los jóvenes somos el futuro y sin embargo nadie apuesta por los jóvenes, nadie apuesta por el futuro.

Por lo tanto, las clases se vacían cada trimestre y cada año, porque hay compañeros que no pueden pagar todas las matrículas anualmente, y porque el plan bolonia no da oportunidad de compaginar estudios y trabajo, ya que nos obligan a  asistir a clase y a coger horarios partidos. Además se desprecian carreras con la excusa de que no son prácticas ni solventes en una sociedad de mercado en la que no se nos trata como estudiantes, sino como máquinas capaces o incapaces de producir beneficios económicos, en vez de intentar formar a personas con valores sociales, éticos y culturales.

La  democracia ha inundado las aulas, 3+2 ya no es igual a cinco, sino a 30.000 estudiantes que en referéndums votamos No a este decreto injusto. Sin embargo, no fue suficiente y este curso, de nuevo, las oportunidades se ven truncadas por la desigualdad. De nuevo, anotamos en el calendario los pagos trimestrales, nos despedimos de los amigos que no pueden hacer frente a estos gastos, entre los cuales algunos deberán volver a sus países de origen, porque por ser extranjeros el coste de su matrícula es mucho mayor que el de cualquier otro estudiante. A ninguno de ellos los volveremos a ver por los pasillos de la facultad.

Nos han obligado a pensar en euros en vez de en conocimientos. Han degradado la universidad, y con ello nos han degradado a nosotros. No queremos estudiar con la única finalidad de optar a un buen puesto de trabajo y un buen salario, estudiamos porque queremos especializarnos en lo que nos gusta y apasiona. El estudio debe ser para nosotros, para nuestro crecimiento personal, para madurar, para aprender a cooperar, a trabajar en equipo. Queremos aprender lo que es la solidaridad y dejar a un lado la competitividad. Queremos poder crear y desarrollar nuestra propia visión de la realidad, formar un juicio propio y crítico, aprender para poder enseñar luego, aprender para abrir los ojos y despertar, y no memorizar cosas para luego olvidar.

La universidad siempre se ha concebido como un lugar en el que las personas desarrollaban sus inquietudes, las asignaturas despertaban el interés de los alumnos y se fomentaba el diálogo y el debate para poder aprender y enriquecerte con las ideas de los demás. La universidad era vida, un lugar de encentro del pensamiento y la reflexión. Pero hemos perdido la perspectiva, convenciéndonos de que formamos parte de un engranaje útil. Ahora concebimos la universidad como un mero trámite en el que nos formamos para luego poder ser útiles dentro del mundo laboral, dentro de cualquier empresa. Buscamos encajar en lo que hay fuera, y nos olvidamos de que somos nosotros los que el día de mañana construiremos ese mundo exterior, y que podemos cambiar las cosas.

Las universidades deben girar en torno a las necesidades de los estudiantes, y adaptarse a ellos. Sin embargo la realidad es muy distinta. Somos uno más entre miles, y lo que cuenta en nuestro historial son nuestras calificaciones pero no nuestras mentes ni nuestras aptitudes. Somos menos personas, somos peores si nuestras calificaciones son bajas. Hemos llegado incluso a valorar a la sociedad en torno a una educación a la que no todos tenemos acceso. Además, hoy día comienzan a ser los bancos los que manejan las universidades públicas, tratándolas no como una inversión a largo plazo que repercutirá en un gran beneficio para la sociedad, sino como una empresa más de la que sacar la máxima rentabilidad en el menor tiempo posible.

Por eso a veces debo mirarme al espejo y repetirme muy bajito que no soy una máquina, que no soy un engranaje más en esta sociedad, sino que somos nosotros, la sociedad, quienes hacemos mover las máquinas y los engranajes. Cierro los ojos intentando despertar, luchando cada día para que no sea demasiado tarde, y para que esa realidad de la que quieren hacernos partícipes nunca llegue a realizarse.

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