Rumbo al paraíso

Muchas de las grandes empresas pagan pocos impuestos, y no los pagan allí donde desarrollan su actividad económica real sino todo lo contrario, lejos, bien lejos. No lo digo yo, lo dicen el G20 y la OCDE que en plena crisis financiera y económica mundial, no les ha quedado más remedio que reconocer que las estrategias financieras, de la que abusan muchas de las grandes empresas para reducir al mínimo los impuestos que pagan, se han convertido en una práctica muy generalizada con un grave perjuicio para el conjunto de la sociedad.

Hoy se crean filiales en cualquier lugar del mundo en un tiempo récord y sin desplazarse, sin nada sustancial ni tangible detrás, ni trabajadores ni instalaciones. Nada, son solo empresas pantalla que más bien parecen el juego de las muñecas rusas. Un holding propietario de otro holding, propietario de otro holding… y así tantas veces cómo haga falta para transferir artificialmente beneficios de los países donde se opera (con más impuestos) hacia paraísos fiscales (con impuestos mínimos o ninguno). Son movimientos que se generan para reducir las bases imponibles, que responden al único objetivo de pagar menos impuestos. Préstamos financieros que generan gastos deducibles, pagos astronómicos por el uso de marcas, cánones por prestaciones de servicios muy por encima del precio de mercado… fórmulas varias, de las que empresas como Google, Amazon, Starbucks o McDonalds parecen aprovecharse, combinándolas de tal forma que el beneficio se queda retenido en los paraísos fiscales.

El problema es que mientras las grandes empresas operan sin límites ni fronteras, las administraciones tributarias de los países no pueden rastrear esta maraña de sociedades en paraísos fiscales por no tener plenas competencias fuera del territorio nacional.

La inversión española en paraísos fiscales se ha duplicado este último año y las empresas del IBEX 35 han incrementado en un 44% su presencia en estos territorioslas empresas del IBEX 35 han incrementado en un 44% su presencia en estos territorios. Mientras la crisis asola nuestro país y 12 millones de personas viven en riesgo de exclusión, parece que a la inversión empresarial española le gustan los paraísos fiscales. Todos estos territorios, paradisiacas islas pero también países como Holanda, Luxemburgo o el pequeño Delaware en Estados Unidos, tienen bastante en común. Ofrecen una baja o nula tributación, pero sobre todo mucha opacidad, facilidad para ocultar quienes son los propietarios reales de las empresas, condiciones muy ventajosas para las empresas extranjeras, acuerdos preferentes para las rentas sobre activos financieros o royalties… Delaware, un pequeño Estado norteamericano, es el destino preferido, por las grandes empresas españolas, con 352 filiales de un total de 810 en paraísos fiscales para el conjunto del IBEX 35.

Que sea legal no significa que sea ético. Poner fin a los paraísos fiscales y a la ingeniería fiscal es posible y responsabilidad de los Gobiernos y de la comunidad internacional. Si las normas claramente no funcionan, es hora de cambiarlas.

Este no es un juego de suma cero. No ganamos todos con la riqueza que unos pocos trasladan artificialmente hacia paraísos fiscales. Y pierden los que más lo necesitan, los más excluidos en una sociedad en la que la falta de inversión en políticas sociales significa menos oportunidades, menos cobertura social, menos atención sanitaria, menos educación pública.

Para luchar contra la pobreza, la exclusión social y la desigualdad extrema, necesitamos gobiernos que actúen contra la evasión y elusión fiscal, con políticas decididas en el marco de sus competencias nacionales y una voluntad de cooperación y justicia a nivel internacional.

Este blog que hoy iniciamos no es ningún paraíso, pero sí pretende ser un espacio abierto donde compartir información y propuestas que contribuyan a reducir las desigualdades de nuestra sociedad. Pasen, lean y comenten. Y si les gusta, compartan.