Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder
Sobre este blog

¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros. 

Una ayuda al servicio de los más pobres

Participantes en un proyecto humanitario en la región de Somali, Etiopía / Héctor Mediavilla, Oxfam Intermón

Leonardo Pérez-Aranda

Técnico de Investigación e Incidencia en Oxfam Intermón —

Una vez al año la prensa vuelve su mirada hacia la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) cuando la OCDE publica sus estadísticas anuales. Desde hace algunos años, el sector de la cooperación en España tiene marcada a fuego esta fecha en el calendario, para celebrar una especie de aquelarre en el que invoca a las fuerzas de la oscuridad para que saquen a la AOD española de la irrelevancia. Pues bien, ese momento tuvo lugar ayer y, desgraciadamente, no deparó muchas sorpresas para España: en 2015 desembolsó una AOD equivalente al 0,13% de su renta nacional bruta, a años luz de lo que contribuíamos antes de la crisis (0,46% en 2009) y de lo que actualmente contribuyen nuestros vecinos (0,47% como promedio de la Unión Europea).

Este momento sirve también para renovar las demandas a nivel nacional (estas son, por ejemplo, las de Oxfam Intermon) y para hacer ejercicios de reflexión más profundos en los que nos preguntamos por el propio sentido de la Ayuda Oficial al Desarrollo y el papel que debe jugar en los próximos años. Aquí va el mío.

¿Qué es?

¿Qué es? El cómputo de la AOD es un ejercicio extraordinariamente complejo que depende de los criterios y definiciones del “Comité de Ayuda al Desarrollo” de la OCDE. Y he aquí un primer problema, ya que este Comité está formado por los países ricos, donantes, que deciden unilateralmente qué puede contabilizarse como AOD y qué no, sin haberse molestado en 50 años a consensuar estos criterios con los países receptores. Una consecuencia de ello es, por ejemplo, que contabilizan como AOD dinero que ni siquiera sale de sus fronteras (en Holanda, por ejemplo, el coste de acoger refugiados en su propio territorio representó en 2015 el 25% del total de la ayuda). Hace falta una nueva visión de la ayuda que potencie la voz de los países empobrecidos; darles capacidad para decidir lo que es ayuda sería un primer paso.

¿Para qué?

¿Para qué?La AOD de los próximos quince años debe jugar un papel decisivo en la implementación de la Agenda de Desarrollo Sostenible y hacer realidad plena su lema de “No dejar a nadie atrás”: erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo (y no únicamente reducir, como planteaba la Agenda del Milenio). No será tarea sencilla, pues a pesar del extraordinario crecimiento acaecido las dos últimas décadas en muchos países del Sur, a pesar de que mil millones de personas han salido de la pobreza extrema desde 1990, todavía hoy la quinta parte de la humanidad vive con menos de 1,48 dólares al día. El problema para unos países está en escapar de la trampa de la pobreza; en otros casos, más exitosos, la desigualdad extrema impide a millones de personas participar de los avances (por ejemplo, México). Según el Banco Mundial (Global Income Distribution: From the Fall of the Berlin Wall to the Great Recession) el 20% más pobre ha capturado apenas el 0,6% del crecimiento económico desde 1998.

¿Para quién?

¿Para quién? Por lo general, los países más empobrecidos del planeta no tienen capacidad para generar ingresos fiscales, no atraen flujos internacionales de capital y apenas reciben remesas de emigrantes; por el contrario, los países que más han crecido en estos años partían de una posición inicial más ventajosa y han visto cómo, en paralelo al desarrollo económico, se fortalecían sus instituciones políticas y económicas. “Dinero llama dinero” es una de las máximas del libre mercado y es la sencilla explicación de este fenómeno; y, lamentablemente, la AOD no ha sido ajena a este fenómeno y los últimos años ha tendido a concentrarse en los casos de éxito, dejando de lado a quienes más lo necesitaban.

La mayoría de quienes corren el riesgo de “ser dejados atrás” viven en países con instituciones frágiles, poco responsables y sin recursos. Para hacer realidad los ODS es necesario que las agencias de desarrollo de los países donantes replanteen sus estrategias de cooperación y hagan un esfuerzo mayor con estos países para los que el impacto marginal de la AOD es mucho mayor. Si, por el contrario, insisten en priorizar los flujos hacia los países exitosos, la amenaza de convertir la AOD en irrelevante se hará muy real.

¿Cómo?

¿Cómo?Siempre que sea posible, son los gobiernos y personas de los países receptores quienes deben decidir el fin último de la ayuda internacional y autogestionarse. Probablemente, acción humanitaria (en países en conflicto o asolados por hambrunas y desastres), servicios sociales básicos (agua y saneamiento, educación, salud) y condonación de deuda seguirán siendo ámbitos habituales de inversión de la ayuda en los países menos adelantados. Pero hay otros que deben potenciarse: consolidación de sus sistemas fiscales y la capacidad para movilizar recursos domésticos, inversión en comunidades más resilientes (solo el 0,4% de la AOD mundial de los últimos 30 años se ha dirigido a reducir el riesgo de desastres), generación de conocimiento para que la inversión pública sea más eficaz y fortalecimiento del papel de la sociedad civil en el control de la acción de gobierno. Este último aspecto es clave, pues aparte de otras manifestaciones más obvias la pobreza niega a las personas capacidad para influir en las decisiones que se toman sobre sus propias vidas. Y es más útil construir una sociedad concienciada por el buen gobierno y contra la corrupción que invertir millones en tratar de imponer nuestro modelo de gobernanza.

Del mismo modo, potenciar la voz de la sociedad civil en general y de los más pobres en particular debe ser un aspecto estratégico a la hora de orientar la Ayuda hacia países de renta media, ya que es una manera eficaz de incidir en que sus gobiernos, fuertes y con recursos, acometan políticas activas contra la desigualdad. El propio FMI aboga por centrar el crecimiento económico en los más pobres, demostrando el efecto multiplicador de la igualdad sobre el crecimiento económico y, a la inversa, el efecto desacelerador de la desigualdad (Causes and consecuences of income inequality: A global perspective).

¿Qué más hace falta?

¿Qué más hace falta? El futuro de la Ayuda Oficial al Desarrollo depende de los avances que los países ricos hagan en el campo de coherencia de políticas para el desarrollo. Por ejemplo, mediante la creación de un organismo fiscal internacional que persiga el fraude y la evasión a gran escala que sufren muchos países empobrecidos.

Sobre este blog

¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros. 

Etiquetas
stats