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Sobre este blog

¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros. 

El desafío de medir (y corregir) la desigualdad extrema

Viviendas precarias en el distrito de San Juan de Miraflores, en Lima (Perú). Fotografía de Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Iñigo Macías Aymar

coordinador de investigaciones de Oxfam Intermón —

En las últimas semanas, un nuevo informe sobre desigualdad publicado por Oxfam ha causado gran impacto mediático no sólo en nuestro país, donde publicábamos datos específicos, sino en muchos otros. Académicos, periodistas y especialistas han reaccionado y opinado sobre el mismo.

Ha habido muchas reseñas favorables, pero también varias opiniones críticas que cuestionan la metodología que utilizamos para evaluar la distribución de la riqueza global, los datos en los que muchos medios han confiado para titular que '8 hombres en el mundo acumulan la misma riqueza que la mitad más pobre del planeta', o que en España tan sólo 3 personas concentran la misma riqueza que el 30% más pobre.

Celebramos los debates y discusiones que han florecido en torno a estos datos. Después de 60 años trabajando en la lucha contra la pobreza y la injusticia en más de 90 países, la experiencia nos dice que es crucial poner la desigualdad extrema en el centro del debate económico, político y social. Y contar con sistemas y herramientas fiables para medir la desigualdad y su evolución resulta indispensable. Cuantas más personas e instituciones se impliquen en este análisis, y más contribuciones, en forma de ampliaciones, dudas o críticas recibamos, más posibilidades habrá de entender el problema y avanzar en su solución. Por eso estamos a disposición de quien quiera aportar o contrastar los datos sobre los que trabajamos.

¿De dónde salen los datos?

Para Oxfam, este no es un debate teórico ni académico. No disponemos de las capacidades de los grandes centros de estudios o universidades para medir la distribución global de la riqueza. Pero partimos de nuestra experiencia directa y de primera mano en los países en los que trabajamos cerca de las personas vulnerables, y nos basamos en la evidencia científica y académica para proponer cambios y alternativas.

Nos apoyamos también en la experiencia y pericia de académicos e investigadores en diferentes áreas, y en los últimos años, hemos desarrollado una vinculación especialmente estrecha con investigadores líderes en el campo académico del análisis de la desigualdad. En nuestro informe de 2016 trabajamos con los datos compilados por Branko Milanović y Christophe Lanker. De hecho, colaboramos directamente con el profesor Milanović para saber cómo usar e interpretar mejor esa información.

Asimismo, en nuestros informes hacemos referencia a las investigaciones realizadas por reconocidos organismos como el FMI, la OCDE o el Banco Mundial, que a lo largo de los últimos años han estado trabajando de manera cada vez más intensa sobre el fenómeno de la desigualdad.

Con el objetivo de comprender mejor la riqueza y su distribución, en 2013 Oxfam identificó el Informe de Riqueza Global elaborado por Credit Suisse como el mejor y más completo conjunto de datos disponibles sobre este tema. Sus estadísticas se basan en casi una década de investigación y análisis de reconocidos académicos como Anthony Shorrocks, James B. Davies y Rodrigo Lluberas. Puede que estos nombres no le digan nada al lector, pero se trata de especialistas reconocidos que publican regularmente en las más prestigiosas revistas académicas.

Cada año, Credit Suisse (liderado por estos tres académicos) reúne los datos más actualizados procedentes de los balances nacionales y de las encuestas de hogares para estimar el valor de la riqueza total y su distribución en el interior de cada país. Para cada país evalúa la calidad de estos datos con una escala que va desde “pobres” a “buenos”, y concluye que, como cabría esperar, la calidad de los datos es mejor para los países más ricos, donde se encuentra la mayoría de la riqueza mundial.

Con estas fuentes de datos, Credit Suisse elabora su estudio de los datos de la distribución global de la riqueza, así como información nacional y regional, junto con un informe que los analiza.

¿Por qué utilizamos la riqueza para evaluar la desigualdad? ¿Qué entendemos por riqueza?

La riqueza no es la única magnitud que se utiliza para medir la desigualdad económica. Es posible abordarla también desde el consumo o los ingresos (renta). Sin embargo, analizar cómo se distribuye la riqueza nos ayuda a comprender mejor aspectos tan cruciales como la transmisión intergeneracional de la desigualdad, y nos permite entender la capacidad de la gente para afrontar su futuro o responder a shocks inesperados como el de una factura médica o una mala cosecha.

Los datos de Credit Suisse recogen los datos de todos los adultos mayores de 20 años y no incluyen a los niños y niñas (que se supone, no disponen de riqueza o patrimonio). En Oxfam, sin embargo, sí consideramos a los niños y niñas (personas menores de 20 años) en nuestras estadísticas. Al hacerlo, asumimos que esta población menor de 20 años se distribuye equitativamente entre cada segmento de la población global. En realidad, a nivel global, el tamaño de la familia tiende a ser más pequeño cuanto más rico se es –así que es probable que haya más niños en la mitad más pobre de la humanidad que en la mitad más rica. Esto apunta de nuevo a que nuestros cálculos son probablemente conservadores, ya que las personas más pobres con escasos recursos tendrán que estirarlos aún más.

Además, vivir endeudado puede ser devastador, pues una persona o familia puede acabar fácilmente en una espiral de la que resulta muy difícil salir. Igualmente, y como señala el propio Branko Milanović, “la riqueza, especialmente cuando miramos a los ricos, es la fuente del poder económico y político. No son las personas que están bajo una deuda pesada y difícil de pagar las que son susceptibles de influir, a través de su contribución en las campañas electorales, las políticas o la agenda legislativa”.

Concretamente, usamos el concepto de riqueza neta, es decir, la suma de todos los activos, ya sean financieros o no financieros, menos la deuda.

Por supuesto, los bienes no financieros, como los de consumo duradero (es decir: coches, muebles, ropa, televisiones, teléfonos, bicicletas, motocicletas, neveras y otros electrodomésticos) son importantes, especialmente para los hogares más pobres, y esta información puede no estar disponible para algunos países, lo que penaliza las estimaciones de riqueza de los países más pobres. Pero el informe de Credit Suisse de este año cuenta con información actualizada de China, India e Indonesia que sí los incluyen en sus encuestas. Estos tres países suman más del 40% de la población mundial. De todas formas, tampoco se incluyen este tipo de bienes en las estimaciones de riqueza de una gran mayoría de países de renta alta.

No sólo Credit Suisse utiliza este método de cálculo de la riqueza: es el sistema utilizado y recomendado por la OCDE y por el Banco de España, que, por cierto, hace pocos días alertaba de que “el 10% más rico en España acumulaba el 52,8% de la riqueza”).

Si alguien tiene un activo, por ejemplo una casa, tiene sentido compensar su valor con el de la hipoteca que tiene sobre esa misma casa. De hecho, si alguna vez vendiese esa casa antes de finiquitar la deuda hipotecaria, con el dinero recibido aún tendría deudas por devolver. No contar con la deuda en las estimaciones de riqueza sería engañoso.

Finalmente, conviene no cometer el error de inferir, como se hace en algunas de las críticas recibidas, que (todas) las personas con deudas son (todas) licenciadas de Harvard con abultadas deudas estudiantiles y una prometedora carrera profesional por delante. No, la gran mayoría de la gente entre la mitad más pobre de la humanidad son personas muy pobres que están luchando por sobrevivir. En su inmensa mayoría son gente pobre que tiene que endeudarse para mantenerse a flote y destinar estos recursos al consumo y no a la inversión.

La mitad más pobre de la humanidad, 3.600 millones de personas, aproximadamente, vive principalmente en países en desarrollo. Una de cada cuatro personas de este grupo vive en la India. Una de cada cinco vive en África subsahariana. Aproximadamente 7 de cada 10 personas de este grupo viven en países de bajos ingresos, donde todavía hay más de 700 millones de personas por debajo de la línea de pobreza extrema. Viven con menos de 1,90 dólares al día. Sólo uno de cada cien vive vive en Norteamérica y el 8% está en Europa. El análisis de Credit Suisse indica, además, que ser joven, soltero, mujer y con bajos niveles educativos son factores determinantes para encontrarse en el grupo de menos riqueza en un país rico. Las personas incluidas entre el 50% más pobre del mundo son personas que luchan por sobrevivir con pocos o ningún medio a su alcance.

Incluso cuando recalculamos el valor de la riqueza de la mitad más pobre de la humanidad excluyendo a todas las personas con deuda neta –y recordemos que esto excluiría a los graduados de universidades privadas con importantes préstamos estudiantiles, además de a otras muchas personas muy pobres que se encuentran fuertemente endeudas y que nunca podrán devolver esa deuda–, entonces “tan sólo” necesitaríamos a 56 de las personas más ricas del mundo para igualar la riqueza de la mitad más pobre de la humanidad.

Además, conviene recordar que las personas con hipotecas, por ejemplo, no suelen presentar deuda neta, porque el valor de su propiedad se compensa con el valor de su préstamo hipotecario. En los casos en que una hipoteca excede el valor de la propiedad asociada, esta participación negativa en la propiedad puede empujar a la gente a presentar deuda neta.

Aun así, hay que reconocer que medir la riqueza resulta una tarea compleja. La riqueza se puede sobrestimar o subestimar y además su valoración resulta más problemática en los países de baja renta, donde la calidad y disponibilidad de los datos es más pobre (conviene recordar que esta dificultad no sólo hace referencia a la riqueza, sino a muchos otros indicadores económicos). Debido a esto, siempre existirá una incertidumbre inherente en las estimaciones. Por eso es importante ceñirse a los análisis de académicos y especialistas que han estado analizando estos datos y afinando el modelo a lo largo de casi una década.

¿Cómo es posible comparar la riqueza entre diferentes personas si están valoradas en moneda diferente y el coste de vida en cada país es diferente?

Otra de las críticas sobre nuestros cálculos viene a decir que las estadísticas están sesgadas pues el valor de la riqueza no se corrige por la paridad de poder adquisitivo (PPA) y por lo tanto, infravaloramos el valor de la riqueza de las personas que viven en los países en desarrollo (donde, en general, el coste de vida es más bajo).

Evidentemente, este sesgo no afecta a los datos sobre desigualdad en España, donde 3 personas acumulan la misma riqueza que el 30% más pobre.

En las comparaciones internacionales de consumo o ingreso es común convertir las monedas de cada país utilizando estos tipos de cambio PPA, que tienen en cuenta los precios locales, especialmente para los bienes y servicios no comercializables. Así, por ejemplo, dos personas con una riqueza neta de 10.000 dólares cada una (y por lo tanto, con la misma riqueza) que viven en dos países diferentes pueden comprar cantidades diferentes de un mismo producto y por lo tanto, vivir dos estilos de vida diferentes (es decir, el poder adquisitivo de una misma cantidad de dinero difiere según el país).

Este es sin duda alguna un punto importante. Los datos que proporciona Credit Suisse están valorados en dólares estadounidenses y, por tanto, la riqueza valorada en otras monedas tiene que ser convertida a esta moneda para que los datos de distribución global de la riqueza que sean comparables.

Credit Suisse sostiene que en la gran mayoría de países, pero especialmente en los países en desarrollo y emergentes, una gran proporción de la riqueza personal se encuentra en manos de los más ricos entre los ricos, es decir, en los hogares situados en los primeros percentiles de la distribución. Estas personas tienden a tener una gran movilidad internacional y acostumbran a mover sus activos a través de las fronteras con frecuencia. Además, suelen utilizar su riqueza para comprar bienes de capital en lugar de bienes de consumo, y la mayoría de los bienes de capital se negocian internacionalmente a tipos de cambio oficiales.

Por tanto, transformar la riqueza de este grupo de personas utilizando el tipo de cambio efectivo (y no aplicando el ajuste del poder adquisitivo) es relevante a la hora de hacer comparaciones internacionales, ya que refleja con más fidelidad su verdadero poder adquisitivo. La movilidad global y la tendencia a consumir en los mercados internacionales son motivos cruciales para utilizar los tipos de cambio oficiales en los estudios sobre la distribución de la riqueza global.

Transformar el valor de toda la riqueza de cada país utilizando la paridad de poder adquisitivo implicaría asumir que los más ricos (quienes concentran la riqueza nacional) tienen y gastan la totalidad de su patrimonio en sus propios países. La realidad es que las grandes fortunas de los milmillonarios africanos o latinoamericanos, por ejemplo, se gastan o se encuentran en activos en los países ricos.

El equipo de Credit Suisse es experto en la medición de la riqueza, por eso tiene sentido utilizar los datos de sus estudios junto con el enfoque que utilizan para convertir las monedas. Es importante profundizar en los diferentes criterios de conversión de monedas, y apreciamos que surjan ideas en torno a los diferentes métodos alternativos para hacerlo. Actualmente estamos analizando junto al equipo de Anthony Shorrocks en qué casos podría ser apropiado utilizar diferentes factores de conversión, y cómo ayudarían a comprender la distribución de la riqueza mundial. Por ejemplo, es posible utilizar los tipos de cambio para la riqueza financiera y la paridad de poder adquisitivo para la riqueza no financiera, o incluso utilizar el tipo de cambio tan sólo para el decil con mayor riqueza.

En diferentes estimaciones alternativas realizadas por los autores mencionados anteriormente, la desigualdad y la concentración de la riqueza evaluada de acuerdo con la paridad de poder adquisitivo y no con el tipo de cambio nominal disminuye levemente. De hecho, mientras que en 2014 el coeficiente de Gini global (donde 1 significaría que una sola persona es dueña de todo) era 0,911 utilizando tipos de cambios global; utilizando el criterio de paridad del poder adquisitivo este se situaba en 2000 en un asombroso 0,802.

¿Cómo puede ser que de un año a otro pasemos de 62 a 8 personas con una riqueza equivalente al 50% de la población?

En el estudio de 2015 hablábamos de 85 personas, el año pasado hablábamos de 62 y este año el titular es que 8 personas tienen una riqueza equivalente al 50% de la humanidad. Algunas críticas apuntan a que esta creciente concentración de la riqueza se debe a la evolución positiva del dólar frente a las monedas de los países más pobres. Podría ser, pero los datos disponibles no avalan esta explicación: las fluctuaciones anuales del tipo de cambio no pueden explicar la persistente desigualdad de riqueza a largo plazo que revelan los datos de Credit Suisse.

Los datos de Credit Suisse se presentan en dólares estadounidenses, de modo que la riqueza en otras monedas se convierte a dólares para poder compararla. Estas conversiones se verán afectadas por la evolución en los tipos de cambio. Sin embargo, desde el año 2000, la mitad más pobre de la humanidad no ha poseído nunca más del 0,5% de la riqueza neta mundial (0,88% si excluimos el 10% con un valor de la riqueza negativa, es decir, con deudas), mientras que 1% más rico no ha poseído nunca menos del 45%.

Durante todos estos años, el dólar se ha debilitado y fortalecido frente a otras monedas, como el yuan chino o la rupia india. Pero a pesar de estas variaciones, la brecha entre los más ricos y los más pobres en términos de riqueza sigue avanzando.

De hecho, “los 62” más ricos del año pasado no son comparables con “los 8” de este año. En ningún momento a lo largo del informe de este año los comparamos. Y el motivo es muy sencillo: la disponibilidad de datos más precisos y actualizados sobre la distribución de la riqueza mundial, especialmente para dos países (China e India) hacen imposible compararlos de un año a otro.

Lo que reflejan los datos de este año es que la mitad más pobre del mundo tiene aún menos riqueza de lo que pensábamos. Y por lo tanto, la brecha entre ricos y pobres es aún mayor de lo que temíamos. Si estos datos hubieran estado disponibles el año pasado, habría mostrado que 9 multimillonarios poseían entonces la misma riqueza que la mitad más pobre del mundo, y no 62, como calculamos entonces con los datos disponibles. La tendencia a la concentración persiste.

¿Por qué esa obsesión por la desigualdad cuando millones de personas de todo el mundo están saliendo de la pobreza?

En Oxfam celebramos cada logro que cristaliza en una significativa reducción del número de personas que viven en extrema pobreza en el mundo. En buena medida son fruto de la capacidad de las personas que viven en la pobreza de enfrentarse a la privación de derechos y la falta de oportunidades. Es importante reconocer que este fenómeno es producto de un proceso global: a medida que los niveles de ingreso de los países más pobres han ido en aumento, la desigualdad entre los países ha estado cayendo.

Sin embargo, dentro de los países la desigualdad de ingresos es más alta en promedio que hace 25 años. Nos preocupa, y también le preocupa al Banco Mundial, que si la distribución del ingreso permanece como está, entonces no alcanzaremos el objetivo de acabar con la pobreza extrema para 2030.

Un reciente informe del Overseas Development Institute examinó qué habría ocurrido con las tasas de pobreza si las personas más pobres de la sociedad (el 40% más pobre) hubieran visto sus ingresos crecer más rápido que el promedio. Como era de esperar, el informe encontró que si sus ingresos hubieran crecido más rápido, si hubieran obtenido más parte del pastel económico en lugar de simplemente recibir las migajas, habría menos gente que estaría en la pobreza. De hecho, 700 millones de personas menos vivirían en la pobreza a finales de la década pasada si se hubieran tomado medidas para salvar la brecha entre los ricos y los pobres.

El debate sobre las formas de medir el fenómeno de la desigualdad es apasionante. Cada sistema tiene ventajas e inconvenientes, pero la realidad es que un número creciente de organizaciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario o el propio Foro Económico Mundial, así como destacados economistas están de acuerdo en señalar la gran brecha entre quienes tienen más y quienes tienen menos. Y, por supuesto, en la necesidad urgente de hacer cambios para que que las economías trabajen para la mayoría.

Sobre este blog

¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros. 

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