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Sobre este blog

¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros. 

Qué nos enseñan los papeles de Panamá

Si tienes dinero que quieres esconder, hay un paraíso fiscal donde llevarlo. Imagen: Oxfam Pinterest

Deborah Hardoon

Subdirectora de Investigación de Oxfam —

Esta semana, la filtración de los papeles de Panamá ha destapado el turbio mundo de la ingeniería fiscal a escala industrial. Durante más de 40 años, un solo bufete de abogados, Mossack Fonseca, creó más de 200.000 empresas pantalla para personas ricas y poderosas en paraísos fiscales, donde sus asuntos económicos quedarían envueltos en el secretismo y fuera del alcance de las autoridades y reguladores fiscales. En el momento estelar de sus operaciones, en 2005, este bufete creó más de 13.000 empresas, lo que equivale a una empresa cada 10 minutos.

Se trata de un escándalo de enorme magnitud, aunque aún está por descubrir el verdadero alcance de estos archivos. Sin embargo, lo más asombroso es que todo esto tan solo representa una pequeña parte del enorme entramado de evasión y elusión fiscal que cuesta a los Gobiernos (incluidos algunos de los Gobiernos de los países más pobres) miles de millones de dólares en ingresos fiscales cada año.

Por un lado, Mossack Fonseca ni siquiera es la empresa más grande que ofrezca estos servicios financieros clandestinos. Aunque es una de las principales empresas de Panamá, Mossack Fonseca es tan solo el cuarto proveedor de servicios financieros offshore a nivel mundial.

Por otro lado, no solo los despachos de abogados se especializan en prácticas que facilitan la evasión y elusión de impuestos. Los papeles de Panamá han revelado cómo Mossack Fonseca trabajó con más de 14.000 bancos, bufetes de abogados, gestores de empresas y otros intermediarios (casi 12.000 de Reino Unido, 1.200 de Suiza y más de 400 de Brasil).

Más de 500 bancos distintos -entre ellos HSBC, Credit Suisse y UBS- registraron empresas fantasma con Mossack Fonseca. Asimismo, anteriores escándalos fiscales como el de Lux Leaks en 2014 evidenciaron, por ejemplo, el papel que jugó la empresa auditora PriceWaterhouseCoopers a la hora de convenir acuerdos secretos con las autoridades del Luxemburgo para reducir de forma drástica la factura fiscal de sus clientes.

Y para quienes tienen montones de dinero que quieren ocultar existen numerosos paraísos fiscales de entre los que elegir. Actualmente, los medios de comunicación han centrado su atención en Panamá y las Islas Vírgenes Británicas, pero hay hasta 50 países y numerosas jurisdicciones fiscales en diversos países que distintas organizaciones han clasificado como paraísos fiscales. Algunos, como Singapur, se especializan en facilitar el secretismo que permite a determinadas personas ocultar su riqueza y eludir el pago de los impuestos que les corresponden. Otras, como los Países Bajos, ofrecen a las empresas la posibilidad de reducir prácticamente a cero de forma artificial los impuestos sobre sus beneficios. Y, además, obtienen grandes beneficios haciéndolo: en 2014, las inversiones empresariales en paraísos fiscales se cuadruplicaron con respecto a 2001.

Lo cierto es que los papeles de Panamá, como en el caso de Lux Leaks y Swiss Leaks, solo nos permiten hacernos una pequeña idea de la enorme magnitud de este problema. No hay una o dos “manzanas podridas”. Se trata de un abuso sistemático de nuestro sistema fiscal internacional (obsoleto y disfuncional) al que los Gobiernos han hecho la vista gorda durante décadas.

Y las implicaciones son enormes. Cuando las empresas o las personas ricas eluden el pago de impuestos, los Gobiernos se ven obligados o bien a hacer recortes en servicios básicos, como la educación o la sanidad, o bien a reducir el déficit incrementando los impuestos al resto de la ciudadanía. En ambos casos son las personas más pobres quienes salen perdiendo y la desigualdad se agrava.

La evasión y la elusión fiscal perjudican especialmente a los países pobres. Se estima que los paraísos fiscales privan a estos países de al menos 170.000 millones de dólares cada año en ingresos fiscales. Los papeles de Panamá han evidenciado cómo una sola empresa en Uganda utilizó los servicios de Mossack Fonseca para tratar de eludir el pago de 400 millones de dólares en impuestos, una cantidad superior al presupuesto anual del Gobierno ugandés para sanidad. Asimismo, una investigación llevada a cabo por Oxfam concluyó que muchos de los habitantes ricos de África ocultaron 500.000 millones de dólares en paraísos fiscales, privando al continente de 14.000 millones de dólares anuales en ingresos fiscales, dinero que aplicado a financiar servicios sanitarios podría salvar la vida a cuatro millones de niños y niñas; y que permitiría contratar a los profesores y profesoras necesarios para escolarizar a todos los niños y niñas del continente.

Pero no acaba aquí. Las empresas que eluden el pago de impuestos tienen una ventaja injusta sobre aquellas que sí los pagan. En los países de la OCDE algunas multinacionales utilizan estrategias como el traslado de beneficios y otros abusos fiscales, que posibilitan que el tipo efectivo del impuesto de sociedades que se les aplica sea de tan solo un 5%, cuando las empresas más pequeñas pagan hasta un 30%. Los paraísos fiscales han impulsado una carrera a la baja en el impuesto de sociedades que ha provocado una reducción drástica de los ingresos fiscales (y gubernamentales) en los últimos años. Desde la crisis financiera, esta reducción ha sido de un 20% en los países de la OCDE.

A pesar de la enorme magnitud del problema, es posible solventarlo. Las recientes normativas sobre transparencia y regulación del sector financiero (por ejemplo, la ley de cumplimiento tributario de cuentas extranjeras de Estados Unidos, FATCA, o la nueva normativa de la UE) ya han comenzado a socavar este modelo de negocio que tan bien ha funcionado para Mossack Fonseca y otros. Estas normativas no son tan sólidas y exhaustivas como deberían, pero ilustran lo que se podría conseguir si hubiese voluntad política para hacerlo.

Sin embargo, dada la naturaleza global del problema, las leyes, por rigurosas que sean, solo funcionarían si los Gobiernos trabajan juntos. De lo contrario, mientras la normativa se endurezca en un país y no en todos, quienes deseen evadir y eludir el pago de impuestos no tendrán más que trasladar su dinero a otro lugar. Los documentos filtrados lo demuestran claramente: cuando en las Islas Vírgenes Británicas se introdujo una nueva normativa que prohibía las acciones al portador (una práctica que garantiza el anonimato de los propietarios de acciones de una empresa), las empresas basadas en este modelo desaparecieron de estas islas para reaparecer en Panamá, que carece de una regulación similar.

Quien quiera que haya filtrado los papeles de Panamá ha hecho un gran favor al mundo. Él o ella ha arrojado algo de luz al oscuro mundo de la industria de la ingeniería fiscal que puede y debe desmantelarse. Ahora, los Gobiernos deben reunirse y acordar acciones contundentes y coordinadas para acabar con la era de los paraísos fiscales de una vez por todas.

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