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¿Por qué cooperativismo ahora?

Joan Subirats

¿Se puede defender que la situación de crisis económica y de cambio de época abre nuevas oportunidades en el mundo cooperativo? Yo pienso que sí, pero esta ventana de oportunidad no creo que tenga que venir justificada por el hecho de que las cooperativas son más resilientes, más capaces de funcionar con menos recursos o pagando peor el trabajo que se hace. A diferencia también de lo que algunos piensan, no creo que estas oportunidades del cooperativismo vengán determinadas por la capacidad de ocultar o de hacer menos visibles los rasgos de identidad propios del cooperativismo y camuflarse como una empresa más. Al revés, entienden que hay que poner en primera línea los argumentos más ideológicos y de valores. Dicho de otro modo, hay que ser cooperativistas y simultáneamente, pero no antes, empresas eficientes y bien organizadas.

La rápida evolución hacia escenarios económicos y productivos muy marcados por la globalización de los intercambios, a caballo del gran cambio tecnológico, y la capacidad de desvincular producción y enclave territorial, ha desequilibrado las relaciones poder económico-poder político. Por otra parte, es evidente que el tipo de economía que se ha ido consolidando se basa en el intercambio competitivo, que tiende a concentrar ganadores y perdedores. Y los dos bandos, como bien vemos, se van distanciando a medida que avanzamos en este siglo. Todo ello está haciendo replantear los mismos principios inspiradores del sistema económico, un sistema competitivo que genera individualismo y enfrentamiento. Una competitividad que se ha convertido en un principio absoluto, autónomo y con existencia propia.

Decía Hayek que la sociedad es un conjunto de “individuos que compiten entre sí por la posesión de los bienes disponibles”, y de esta manera exponía el eje central de la racionalidad económica hegemónica. Es precisamente esta centralidad de la competitividad la que sitúa a la cooperación y la solidaridad en el otro polo de la ecuación. Las personas no son seres abstractos sólo movidos por una pretendida racionalidad económica. Las personas son seres sociales, cada vez más conscientes de la existencia de los bienes comunes como conjunto de principios, de reglas, de instituciones y de medios que permitan promover y garantizar la existencia de todos los miembros de una comunidad humana. El gran cambio que supone Internet en nuestras vidas ha renovado el valor de compartir y cooperar para generar valor conjunto, para crear bienes comunes, que no es necesario poseer para poder utilizar y mejorar.

Es en este contexto que los principios del cooperativismo alcanzan nuevos relieves. Los valores de autoayuda, autorresponsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad, toman una dimensión relevante y nos apuntan a formas de convivencia local y territorial muy alejadas de las que se desprenden de esta “sociedad de mercado” global, con una economía cada vez más financiarizada e impersonal, en el que predomina el interés individual y la competitividad social. Y es también significativa en el momento actual la preocupación del cooperativismo para generar y asegurar empleo de calidad, desempeñando un papel muy importante en el desarrollo local y la cohesión social.

Hay que aprovechar el momento y reforzar las iniciativas públicas, sociales y empresariales que busquen extender el entramado cooperativo con nuevas empresas y entidades, y reforzar las que ya funcionan. Para ello, habría que reforzar las políticas públicas que lo permiten e incentivan. Políticas que hasta ahora han sido, con algunas excepciones, más bien tímidas y poco visibles. Las iniciativas del propio sector han tenido suerte diversa pero se ha de insistir en los aspectos de acompañamiento en los momentos iniciales, multiplicando las oportunidades formativas, y vincular el tema del emprendimiento social en proyectos cooperativos arraigados territorialmente, generando una ecología social de la emprendeduría. Sería bueno recoger experiencias y hacer mapas territoriales en los que se constatara y se pusieran en valor las innovaciones que la aproximación cooperativa y democrática incorpora a las formas de convivencia y regulación social, ya que en muchos casos las vías de transformación social deben partir de realidades concretas y palpables, de vivencias compartidas. No hay que olvidar que esta renovación y actualización del debate sobre la economía social y cooperativa hay que enmarcarla en el proceso de acelerado cambio de época que atravesamos, donde muchos de los elementos estructuradores de la vida y de la convivencia social sufren transformaciones muy profundas (trabajo, familia, composición social, ciclo de vida...). Todo lo que ayude a articular las propuestas cooperativas en los diversos aspectos vitales, en una perspectiva integral y arraigada territorialmente, tendrá más posibilidades de éxito social y de sostenibilidad económica.

Todo lo que ayude, además, a ir “enredando” el sector favorecerá su resiliencia, su capacidad de mantenerse fiel a los principios y lo que explica su existencia, y al mismo tiempo, la capacidad de persistir con la necesaria flexibilidad para adaptarse a los cambios. En este sentido, todo lo que ayude y favorezca la intercooperación será muy positivo. Es decir, lo que facilite comprar, vender y prestar mutuamente, y promover nuevas iniciativas económicas compartiendo los excedentes, como por ejemplo las cooperativas de segundo grado. La intercooperación, puede manifestarse en compras conjuntas, en cajas de crédito, en proyectos empresariales conjuntos, en redes de intercambio de servicios, etc. Y más allá de eso, poder ir avanzando en la construcción de mercados sociales, como espacio conjunto de intercambios regulares de bienes y servicios en un territorio determinado, producidos con criterios democráticos, igualitarios, ecológicos y solidarios, que buscan atender las necesidades más significativas de las personas, entidades y empresas que participan en este mercado. En este sentido, la existencia de Internet facilita enormemente esta posibilidad que, por otra parte, ya tiene precedentes históricos importantes en Cataluña en periodos tan o más complicados que los que nos han tocado vivir. Las posibilidades son muchas. Hay que generar el impulso social y político que lo haga posible.

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