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Alemania teme que la digitalización se lleve por delante su hegemonía industrial

El sector de las manufacturas represente un porcentaje que ronda el 25% del PIB alemán.

Aldo Mas

Alemania es un país donde las pequeñas y medianas empresas juegan un papel clave para la hegemonía industrial que disfruta la nación de Angela Merkel. Las pequeñas compañías del aquí llamado Mittelstand resultan decisivas en la producción de manufacturas.

Suele decirse que es en esas pequeñas empresas donde se fabrican las piezas necesarias para montar, por ejemplo, las partes de un motor de un coche, de un camión, una turbina, o lo que sea que se produzca en Alemania. El Mittelstand es esencial para que el sector de las manufacturas represente un porcentaje que ronda el 25% del PIB alemán. Sólo en otros dos países del mundo el porcentaje es mayor, China (27%) y Corea del Sur (29%), según datos de la ONU de 2015.

Sin embargo, las empresas del Mittelstand son las más afectadas por el actual proceso de digitalización, lo que se ha venido a llamar “cuarta revolución industrial”. A saber, integrar a la producción los sistemas de información y comunicación de la era de internet. Este proceso de digitalización poco tiene que ver con el “milagro económico alemán”, términos adoptados a mediados del siglo pasado para designar la sorprendentemente rápida recuperación y desarrollo de la economía germana tras la Segunda Guerra Mundial. El rendimiento de las empresas del Mittelstand han marcado el exitoso ritmo de la economía alemana del último siglo.

La digitalización, sin embargo, podría significar para un severo trauma para estas compañías. De hecho, el proceso es algo que asusta en el país de Angela Merkel. Se habla de forma recurrente del “miedo alemán al 2.0”, según apuntaba recientemente el titular de un artículo sobre la digitalización publicado en las páginas de información económica del diario berlinés Tagesspiegel. En él se apuntaba que un reciente estudio de la Asociación Federal para las Tecnologías de la Información, las Telecomunicaciones y los Nuevos Medios de Comunicación - más conocida como Bitkom - señalaba que una de cada cuatro empresas alemanas teme por su existencia en el actual contexto de digitalización. Hace un año, ese sentimiento se recogía en una quinta parte de las empresas participantes en el estudio (19%) de Bitkom.

El temor alemán no es una excepción. Según un informe del año pasado de la consultora internacional PricewaterhouseCooper (PwC), la digitalización levanta suspicacias en todo el mundo. Hasta el 59% de los responsables de empresa de todo el planeta consultados por esta firma señalaba que existen “problemas para integrar nuevas aplicaciones digitales a los sistemas informáticos utilizados por su compañía”. En este contexto, entre las empresas germanas se ha detectado una “alta necesidad de condiciones que les den seguridad”, según los términos de Rainer Neubauer, director de la gestora alemana de recursos humanos germana Metaberatung.

Bien es cierto que la digitalización es un concepto todavía “nebuloso”, en muchos aspectos, según ha apuntado en la revista especializada Manager Magazin Robert Jacobi, un reputado asesor empresarial alemán. Ahora bien, el temor que presentan estudios como el de Bitkom no es algo injustificado. Al menos así lo cree Martin Gornig, investigador en Berlín del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW por sus siglas alemanas).

Dificultades para las pequeñas empresas

“En Alemania existen dificultades frente al proceso de digitalización porque es un país con muchas empresas, pero estas empresas, aunque tengan éxito, son en su mayoría relativamente pequeñas, con 200 trabajadores o menos”, dice Gornig a eldiario.es. Para estas empresas, resulta más difícil adaptarse a los tiempos de la digitalización. “Las grandes empresas siempre tienen más fácil poder contratar a gente para afrontar cambios, por ejemplo, pero no ocurre lo mismo para las empresas del Mittelstand”, abunda este experto en el mundo empresarial teutón.

Preguntado si Alemania corre el peligro de perder su estatus de líder industrial europeo durante el proceso de 'cuarta revolución industrial', Gornig responde con un “sí pero no”. “Lo que existe es un desafío, y tensiones a la hora de ayudar a las empresas a la digitalización. También existe el peligro de que aquello que hace buenas a las empresas alemanas acabe convirtiéndose en una desventaja”, según Gornig.

Por su parte, Michael Pachmajer, de la consultora PwC en Alemania, plantea que “las empresas están inseguras frente a lo qué significa, en concreto, la transformación digital”. “Les falta orientación”, agrega. Pachmajer, subraya, además, que ha de operarse un no menos relevante “cambio cultural” en las empresas teutonas.

“Las empresas de Alemania se han centrado, durante años, en realizar productos de calidad”, pero hoy “deben centrarse más en temas de desarrollo de servicios digitales y nuevos modelos de negocio”, según Pachmajer. “Esto exige un cambio profundo en la cultura empresarial”, agrega este experto.

Resulta sintomático que Angela Merkel, todavía canciller en funciones – aún duran las negociaciones para formar nuevo gobierno en Alemania tras las elecciones del pasado 23 de septiembre –, llamara a Internet “tierra virgen” en 2013. Aquellos términos desataron hilaridad en buena parte de la opinión pública. Los términos revelaban falta de familiaridad con un ámbito clave de la “cuarta revolución industrial”.

“Una diáspora de banda ancha”

Para el próximo Gobierno germano, el rendimiento de la banda ancha en el país, por ejemplo, ha de ser una prioridad. Según datos del año pasado de Speedtest, que ofrece mediciones de la conexión a Internet a nivel mundial, Alemania está muy lejos de contar con una banda ancha fija de velocidad destacable.

En su clasificación de 2017 elaborado por Speedtest para clasificar la velocidad de la banda ancha fija en el mundo, el país de Merkel figuraba en la 27ª posición, con una velocidad de 49,5 Megabits por segundo (Mbps), por detrás de España (en la 18º puesto con 65,4 Mbps) y de los líderes mundiales. La clasificación la encabezaba Singapur (161,2 Mbps) seguida de Islandia (145,6 Mbps) y Hong Kong (141,56 Mbps).

En vista de este tipo de datos, Carsten Knop, en el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, señalaba en un editorial del pasado mes de diciembre que “Alemania es una diáspora de la banda ancha”. “Cualquiera que esté actualmente tratando de ponerse al día en materia de telecomunicaciones en un edificio nuevo, por ejemplo, sabe que Alemania ha caído en esta materia al nivel de un país emergente”, abundaba Knop, aludiendo a la menudo decepcionante oferta que obtienen los alemanes en materia de servicios de Internet.

“Los políticos alemanes son conscientes de esta situación”, sostiene Gornig, el experto del DIW. “Pero la cuestión no es si el próximo Gobierno va a invertir en infraestructuras digitales, sino qué se va a hacer en concreto”, añade. “La política siempre juega un papel cuando hablamos de digitalización, ya sea de cara a la ampliación de la banda ancha o para la mejora de la educación digital de los niños. A la política se le pide y se le exige apoyar a las empresas en su camino hacia la transformación digital”, sostiene por su parte Pachmajer, el analista de PcW.

Puede que el mundo digital e Internet, un lustro años después de ser descrito como “tierra virgen” por Angela Merkel, no sea para los actores economía alemana un mundo completamente desconocido. Pero aún está por ver qué parte de esa realidad digital van a conquistar las empresas germanas. Y si van a conseguir que su país sea un referente tras la “cuarta revolución industrial”.

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