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Argentina brilla en la mayor feria agrícola de África

Argentina brilla en la mayor feria agrícola de África

EFE

Bothaville (Sudáfrica) —

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Argentina ha vuelto a ser, un año más, el país extranjero con mayor presencia en NAMPO, la mayor feria agrícola de África y fiesta anual por excelencia de la cultura de los “boer” (granjero en lengua afrikaans), que se celebra en la localidad sudafricana de Bothaville.

“Nuestras empresas aquí se orientan hacia la siembra directa, la agricultura de precisión y el embolsado de granos”, explica a EFE Alberto Mendiondo, representante de la sociedad argentina Ipesa.

Estas técnicas mejoran la producción y suponen una revolución para una Sudáfrica que trata de apuntalar su seguridad alimentaria ante las sequías.

La suma de estos procedimientos -que abaratan costes y aprovechan más el agua- constituye un “sistema” o “paquete tecnológico” que Argentina está transfiriendo a Sudáfrica.

Según cifras oficiales, las exportaciones al país africano han crecido un 215 % desde que sus dos sectores agrícolas comenzaron a cooperar en 2008.

Tony Acosta, uno de los agricultores sudafricanos presentes en la feria, ha logrado aumentar en 26 % su cosecha de maíz y un 38 % la de soja utilizando maquinaria y procedimientos argentinos.

Pese a su proyección internacional, las 14 empresas argentinas que han participado en NAMPO 2016 continúan siendo familiares, lo que según José Cisneros, de Metalfort, les permite seguir escuchando y dando respuesta a “las necesidades de los agricultores”.

Este marcado carácter comunitario es uno de los muchos puntos en común entre agricultores y ganaderos argentinos y sudafricanos, explica Merle Jordaan, una sudafricana con una larga trayectoria al frente de haciendas que vivió 12 años en Argentina.

Llegadas de las nueve provincias sudafricanas en todoterrenos, camionetas y hasta helicópteros y avionetas, decenas de miles de personas han visitado durante los cuatro días de feria en Bothaville, en la provincia del Free State, el pabellón argentino y los demás mostradores.

Variedades de lo más distintas de ganado vacuno y ovino y una amplia exposición de maquinaria y productos agrícolas componen la extensa oferta, a la que se asoman los granjeros locales entre demostraciones de esquilar ovejas y el humo de las barbacoas.

Muchos llevan sombreros vaqueros y van vestidos con las camisas de dos colores de tonos caqui y los pantalones muy cortos típicos de la indumentaria boer.

Suben a los tractores y las cosechadoras, se fotografían con sus hijos y examinan con atención a los animales por los que algunos de ellos pujarán más tarde en la subasta.

Otro de los puntos de interés es el memorial a los granjeros sudafricanos asesinados en asaltos a sus propiedades, cuyo nombre ha quedado esculpido en bloques de mármol.

Entre los establos y las carpas de las marcas de tractores, el afrikaans es la lengua franca. La sociedad granjera sudafricana es abrumadoramente blanca, y solo ahora empiezan a acercarse unos pocos propietarios y profesionales negros.

El acto estrella de la feria tiene lugar en un recinto con gradas y una plataforma elevada, desde la que subastadores exaltados describen a gritos al animal, cantan los precios y sellan las adjudicaciones con martillazos en la mesa.

En el centro de la pista de cemento convertida en pasarela, chicos y chicas adolescentes hacen rodar a los potros y las vacas que se ponen a la venta, por las que se pagan miles de euros.

Los muchachos están preparados por Willie Le Roux, responsable de la asociación Mpumalanga Jeugskou, que da formación agrícola y ganadera a jóvenes sudafricanos.

Además de ofrecerles una opción profesional de futuro, la organización tiene una labor de preservación.

“Los niños aprenden valores como el respeto a sí mismos y la disciplina. De esta forma vuelven a sus raíces y su tradición, a nuestra manera de hacer las cosas”, declara a EFE Le Roux, mientras sus pupilos les sacan lustre a las reses, cepillándolas y poniéndoles betún en las pezuñas.

Marcel Gascón

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