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Hans Rosling, pionero en la lucha contra la postverdad

Hans Rosling en una presentación en Lisboa en septiembre de 2015.

José Moisés Martín

El martes 7 de febrero moría en Suecia el médico y estadístico Hans Rosling, a la edad de 68 años. Para la mayoría del gran público español, este triste acontecimiento pasó desapercibido, y sólo algunos con buena memoria recuerdan su paso por el programa de Eduard Punset allá por el año 2010. Y sin embargo, su trabajo ha dejado una huella indeleble en la manera en la que entendemos el mundo.

Médico de formación, Rosling dedicó más de 20 años de su vida a trabajar en favor del desarrollo en África, donde trabajó en la identificación y prevención de diferentes enfermedades, donde descubrió, a través del tratamiento de la información biomédica, las relaciones entre el consumo de determinados productos y la extensión de la parálisis.

Su pasión por la vinculación entre agricultura, salud y desarrollo la trasladó a su trabajo como médico y estadístico, siendo profesor de salud global en el instituto Karolinska de Suecia, asesor de la OMS, Unicef y fundador de la sección sueca de Médicos sin Fronteras.

Estos méritos hubieran sido ya suficientes para obtener un recuerdo en los medios internacionales, pero su principal aportación a la humanidad fue la pasión por el uso de los datos y la evidencia empírica. Sus trabajos en este ámbito son los que le dotaron de fama internacional, y bien temprano, una década antes de que se pusiera de moda el uso visual de los datos, Rosling fundó el pionero instituto Gapminder, centrado en el análisis de datos y tendencias internacionales.

A través de sus trabajos, descubrimos que, con los datos en la mano, la humanidad no ha dejado de progresar en prácticamente todos los aspectos relevantes de la existencia –salvedad hecha del medio ambiente y el cambio climático- y que, pese a los discursos pesimistas de los agoreros, la evidencia mostraba que nunca la humanidad había alcanzado mayores cotas de bienestar y desarrollo humano.

Pero los datos son inútiles si no son capaces de llegar de una forma inteligible a la opinión pública. Por eso Rosling se esforzó en mostrar sus trabajos a través de presentaciones visuales que se anticipaban en casi un decenio a las modernas infografías y programas de visualización.

Su herramienta, Trendalyzer, supuso una auténtica disrupción en el manejo y divulgación de información estadística. Trendalyzer fue desarrollado en el instituto Gapminder hasta su compra por parte de Google, y se constituyó en una herramienta pionera para la visualización dinámica de datos, que cualquiera podía utilizar a través de la página web del instituto.

Romper mitos con los datos

Esta aplicación y los resultados que mostraba con ellos hicieron de Rosling un auténtico referente entre científicos sociales y especialistas en desarrollo internacional. Sus vídeos en YouTube y sus apariciones públicas en conferencias como TED, cuentan sus visitas por millones, y su discurso contribuyó a construir toda una corriente de generación de opinión: en este mundo sobran argumentos y falta procesar y divulgar las evidencias. Y las que tenemos –respecto al crecimiento de la calidad de vida, del desarrollo o del bienestar– rompen muchos de los mitos sobre los que basamos nuestros discursos políticos.

Luego, bastante más tarde, llegaron los software de visualización dinámica de datos, se popularizaron las evaluaciones experimentales, se generalizó el concepto de “periodismo de datos”, y perdimos de referencia la necesidad del contexto de los mismos, hasta tal punto, que hoy la avalancha de evidencia empírica que podemos procesar y transmitir es incapaz de frenar la era de la postverdad y los “hechos alternativos”.

A Rosling no le gustaban los debates. Prefería mostrar los datos con la sana esperanza de que su mera presentación de manera comprensible y atractiva bastaría para informar a la opinión pública y callar así a más de un charlatán. Vano intento, como nos ha demostrado la realidad, pues no hay peor ciego que el que no quiere ver, y la mentira campa por sus anchas sin el menor pudor, negando la evidencia empírica o directamente inventando una realidad paralela.

Para aquellos que siguen creyendo que la información estadística ayuda a comprender el mundo y a enriquecer nuestra concepción sobre el mismo, la muerte de Rosling supone la pérdida de un referente. En estos tiempos en los que todo se mezcla hasta generar una nube incomprensible de ruido, Rosling nos enseñó a buscar la señal para interpretar adecuadamente la realidad.

Contra el creciente protagonismo de la mentira

Nos cabe preguntarnos cómo vivió sus últimos años de vida, contemplando cómo su propuesta para el mundo –una exposición honesta, sistemática y atractiva de los datos que señalaban las tendencias globales– se veía arrinconada frente al creciente protagonismo de la mentira en la vida pública. Su proyecto era lo suficientemente potente como para combatir los prejuicios, pero no tanto como para derrotar a la mentira.

Nos queda, pues, su contribución, un sueño de un mundo basado en datos y en su divulgación asequible y atractiva para el gran público. Sin él estaríamos hoy más indefensos frente al oscurantismo y el fraude intelectual y político. Convendrá, en aras de preservar una mínima decencia en los discursos y debates públicos, hacerse cargo de su legado, hacerlo evolucionar y crecer. Con Rosling, los defensores de la evidencia como método para interpretar y actuar en la realidad, han perdido a uno de sus principales espadas. Su contribución debería permanecer, por mucho que le pese a muchos interesados en hacer desaparecer la palabra “verdad” de sus particulares diccionarios.

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