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Malcorra relata en un libro la pasión por el resultado que ha marcado su vida

Malcorra relata en un libro la pasión por el resultado que ha marcado su vida

EFE

Buenos Aires —

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De profesora de matemáticas en su juventud, Susana Malcorra pasó a curtirse como mandamás empresarial, a adentrarse en la cúpula de la ONU y a ser la primera canciller mujer de Argentina. Unas “mutaciones” conectadas por una “pasión por el resultado” que ella misma describe ahora en su debut literario.

“Con esfuerzo, compromiso y pasión, siempre es posible. Por eso cuento mis orígenes. Creo que mucha gente que me conoció ya de grandecita debió de pensar que yo venía de una porción privilegiada, y yo vengo de unas raíces obreras de mis padres”, cuenta Malcorra (Rosario, 1954) en una entrevista con Efe en Buenos Aires.

Nunca se planteó ser escritora. Pero después de cuatro décadas de incesante actividad profesional, la idea de publicar un libro llegó cuando el año pasado pudo despejar su tiempo tras dejar sus cargos en el Gobierno argentino.

“Pasión por el resultado. El liderazgo femenino ante las grandes decisiones” (Paidos), es un manual con tintes autobiográficos en el que por primera vez se muestra con su propia voz, sin representar a las empresas o instituciones que integró.

“Y mostrarse desnudo, con todas las imperfecciones que a uno le aparecen, es un ejercicio difícil”, remarca la exministra de Exteriores de Mauricio Macri, cargo que ocupó durante año y medio y al que renunció en 2017 para mudarse a Madrid y dedicar más tiempo a su marido e hijo.

Su vida ha sido intensa. Cuando estudiaba ingeniería civil, la muerte de su padre trastocó sus emociones y las de su madre y decidió trabajar mientras seguía en la universidad. Empezó dando clases a adultos y fue ampliando su agenda laboral hasta que en 1978 se graduó y llegó su “primer gran golpe” profesional.

Recomendada por un profesor, fue entrevistada por una empresa que solo buscaba excusas para no contratarla. “Al final tuvieron que decirme la verdad, que no me tomaban porque era mujer. Fue un shock y no reaccioné muy bien”, recuerda.

Sin embargo, reconoce que hay que ser “muy cuidadosos” con los golpes que uno siente que son derrotas, porque de ellos también se aprende y pueden resultar “una oportunidad”.

Y es que tras esa primera frustración y en tiempos en los que la mujer era casi una especie exótica en los puestos de decisión, IBM Argentina decidió abrirle las puertas.

En el gigante informático estuvo desde 1979 hasta 1992, cuando decidió marcharse por disentir con el rumbo tomado por la empresa para adaptarse de una situación casi monopólica a otra de gran competencia, en plena expansión de las computadoras.

“El ser fiel a mí misma tuvo consecuencias en distintos momentos, pero lo hice con total convicción”, sentencia.

De ahí pasó a la compañía de telecomunicaciones argentina Telecom, donde fue presidenta en 2001, año en que la grave crisis que vivió el país la obligó a retomar su capacidad de reinvención y afrontar un nuevo cambio.

Su etapa en Naciones Unidas, desde 2004, le hizo recorrer ese mundo que no aparece en “ninguna guía de turismo”, que es “desgarrador, donde todo falta y donde aferrarse a la vida depende de cosas mínimas”.

Un aprendizaje que esta defensora a ultranza del trabajo en equipo destaca que fue “enorme, de situaciones extremas y culturas muy distintas”.

“Lo que yo intento en ese libro es precisamente definir que, en cualquier actividad que uno tenga, hay un resultado que lograr y uno tiene que entenderlo y ser capaz de generar al equipo esa obsesión por ese resultado”, asevera.

Metas que pueden ser salvar vidas, equilibrar las cuentas de una empresa o firmar un acuerdo de paz.

En la ONU fue directora ejecutiva adjunta del Programa Mundial de Alimentos, secretaria adjunta del Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno y jefa de gabinete de Ban Ki-moon.

Su papel fue clave para encarar la ayuda humanitaria por el tsunami del océano Índico del 2004, el conflicto del Congo de 2012, el ataque químico en Siria de 2013 o la crisis del ébola en 2014.

Situaciones en las que, según Malcorra, tener empatía es fundamental para lograr resultados positivos. En el libro narra cómo rompió el hielo durante una dura reunión con el presidente de Ruanda, Paul Kagame, al enterarse de que ese día era su cumpleaños.

“No podía entrar sin llevarle un regalo, y fue mi asistente y compró una caja de bombones. El presidente se quedó totalmente sorprendido”, afirma.

Ahora, a sus 63 años, Malcorra tiene cuerda para rato. La decepción por no haber sido elegida secretaria general de la ONU en 2016 -algo que atribuye al hecho de ser mujer- no la ha amedrentado y ya se apasiona, sin pausa, en alcanzar nuevos y provechosos resultados.

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