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¿Necesita Europa grandes empresas 'campeonas globales'?

La fusión de Deutsche Bank y Commerzbank crearía un gigante europeo de las finanzas.

Aldo Mas

Dos grandes edificios, una torre de Deutsche Bank y otra de Commerzbank, se derrumban. Chocan la una contra la otra. “Fusion”, se lee debajo. Es la imagen con la que el caricaturista Klaus Struttman representaba hace unos días en el diario berlinés Der Tagesspiegel la unión que estudian estos dos grandes bancos alemanes. De unirse esas dos entidades, que son el primer y el tercer banco más grandes del país de Angela Merkel, resultaría un gigante europeo de las finanzas, un “megabanco”.

Entre los favorables a esa unión figura el ministro de Hacienda alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz. En Berlín, pero también en París, otros influyentes políticos ponen empeño en crear gigantes empresariales europeos. Pese a que el pasado mes de febrero la Comisión Europea vetó la creación de un gigante ferroviario resultante de la fusión de la empresa germana Siemens y la francesa Alstom, no se cansan de defender esa idea los ministros de Economía de Francia y de Alemania, Peter Altmaier y Bruno Le Maire, respectivamente. Ambos desean crear “campeones globales europeos”. 

Altmaier y Le Maire también quieren, entre otras cosas, cambiar las reglas de la competencia para evitar en el futuro fiascos como el vivido entre Siemens y Alstom. “Las reglas [de competencia] deben ser revisadas para tener en cuenta los desafíos de la política industrial con el objetivo de permitir a las empresas europeas ser competitivas en la escena mundial”, según se lee en el Manifiesto franco-alemán para una política industrial adaptada al siglo XXI que promueven Altmaier y Le Maire desde hace poco más de un mes.

Una “política industrial europea” puede resultar, efectivamente, necesaria. Sin embargo, realizarla a base de promover fusiones como la de Siemens y Alstom –una unión que contaba con la bendición de Altmaier y Le Maire– tiene muchos elementos de lo que constituye una idea, cuanto menos, engañosa.

Tomaso Duso, experto del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW por sus siglas alemanas), dice a eldiario.es que “la idea de que es necesario crear grandes compañías es algo absolutamente equivocado”. “Yo no digo que Europa no tenga que tener grandes compañías, pero éstas tienen que mantenerse por sí mismas”, añade. “Cuando la política se inmiscuye porque se quiere hacer grandes compañías, eso no trae buenos resultados”, abunda. A su entender, con esa lógica “se reduce la competencia y esto puede tener efectos negativos”.

“Consecuencias negativas para los consumidores”

El más claro de esos efectos es la creación de monopolios. “Para los consumidores, las situaciones monopolísticas resultantes de fusiones de grandes compañías suelen tener consecuencias negativas. Por esto no se aprobó la fusión de Alstom y Siemens”, asegura Duso.

Él y no pocos expertos han avisado del aumento de precios que acarrea para los clientes la aparición de empresas resultantes de grandes fusiones. “Los monopolios son malos generalmente para los consumidores pero también para la economía”, añade este economista especializado en competencia y mercados.

Desde su despacho del DIW en Berlín, Duso mira con cierta preocupación la creciente “tendencia de concentración de empresas” que afecta a “casi todos los mercados”. Esta tendencia tampoco se le escapa a Sylvie Matelly, directora adjunta en París del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).

“En casi todos los sectores económicos importantes dominan unos pocos actores, son mercados oligopólicos, ya sea el sector de la industria del automóvil o de los productos de lujo. El mundo está dominado por grandes empresas y esto es un gran problema”, recuerda esta economista a eldiario.es

En este contexto, el manifiesto de Altmaier y Le Maire es en buena medida una tentativa de proteger a las empresas europeas de posibles absorciones de otros 'grandes' actores globales, procedentes, por ejemplo, de Estados Unidos o China. “Hay dos factores que pueden explicar por qué pensar así”, según Duso. El primero, “la creencia de que sólo pueden sobrevivir las grandes empresas en tiempos de la globalización y digitalización”, y la segunda, la creencia de que “si una empresa no es de tu país, no la puedes controlar”, sostiene el investigador del DIW.

Cada país defiende sus propios intereses en Europa

La mera existencia en Alemania del Mittelstand, término germano que alude a las más de 2 millones de empresas de pequeño y mediano tamaño activas en el país, da buena cuenta de que no sólo los gigantes pueden sobrevivir en tiempos del capitalismo global. “Hay pequeñas empresas que sobreviven muy bien. Argumentar a favor de crear grandes compañías no es algo que se sostenga económicamente”, según Duso.

Para Matelly, la economista del IRIS, “hoy día vivimos en un dogma según el cual hay que hacer grandes empresas porque los competidores son grandes, no se piensa en el interés europeo de crear esa empresa”. “Si queremos hacer grandes empresas europeas para competir con las chinas, por ejemplo, habría que mirar lo que hacen las grandes empresas chinas, empezando por lo primero, que es que emplean a chinos”, según Matelly.

No obstante, en Alemania, la eventual fusión de Deutsche Bank y Commerzbank hace que se tema por  la pérdida de 30.000 empleos. En Francia, por ejemplo, LVMH, conglomerado líder del sector del lujo, no ha dudado en cerrar fábricas en suelo galo para llevar parte de su producción a China. Casos como el de LVMH desmontan la idea de que en Europa sólo las firmas del 'viejo continente' serían controlables y capaces de trabajar por unos intereses europeos que, en sí, resultan difíciles de definir.

A falta de una mayor integración europea, “es difícil hablar de qué son los intereses europeos porque, para unos países, los intereses están puestos en los empleos en la industria, pero en otros, donde no hay industria, ese tipo de empleos dan igual”, afirma Matelly. “Se habla de una idea europea, de que las empresas europeas tendrían que defender los intereses europeos y todo eso, pero luego, cada país miembro de la UE defiende primero sus propios intereses. Esto habría que superarlo”, concluye.

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