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Xavier Ferràs: “En la construcción de sociedades dignas tras el coronavirus el factor limitante no es el capital ni el trabajo, es el talento político”

Xavier Ferràs, ingeniero de Telecomunicaciones y profesor del departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade.

Rodrigo Ponce de León

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España tiene “escaso talento político”. Es el discurso que se repite en los argumentos de Xavier Ferràs, doctor en Economía y Empresa e ingeniero de Telecomunicaciones, profesor de Dirección de Operaciones, Innovación y Data Sciences en Esade, cuando propone soluciones de futuro para la economía española una vez que consigamos salir de la crisis sanitaria que ha provocado la pandemia del COVID-19.

Buen conocedor de la Administración pública, Ferràs ha sido director del Centro de Innovación Empresarial de ACC1Ó (Agencia Catalana de Competitividad), con responsabilidades sobre las políticas de transferencia tecnológica e innovación empresarial de la Generalitat de Catalunya y entre otras cosas coordinador del primer Plan Estratégico de Innovación de la Generalitat de Catalunya (2001-2004), pero admite que “el entorno tiende al servilismo” y que “la Administración expulsa el talento. Seguimos con el paradigma de si quieres progresar, vete de la Administración, cuando lo que hay que hacer es llevar el liderazgo a lugares claves de la Administración pública”.

Ferràs también advierte de los peligros que suponen la desaparición de la clase media -“es algo que no deberíamos permitir porque la clase media es la que sustenta la democracia”, añade-, mientras llama la atención de que sean empresas americanas y estados totalitarios las que estén haciendo los mayores esfuerzos para agregar datos de los ciudadanos.

Frente al discurso de éxito de cómo España salió de la crisis financiera de 2008, este profesor de Esade recuerda que “en España lo primero que recortamos totalmente fue la I+D. Fuimos el único país que sale de la crisis del 2008 con una industria y una tecnología debilitada, el 30% de las empresas que antes de la crisis tenían grupos de I+D los desmontaron”. Mirando al futuro, Xavier Ferràs propone dedicar el 3% del PIB a I+D, lo que supondría pasar de los 12.000 millones, que dedica la iniciativa privada y pública española, a unos 36.000 millones. Se pregunta y se responde: “¿Es una barbaridad? Pero si el rescate bancario fueron más de 65.000 millones, dos veces más”.

Si hasta el diario Financial Times señala en un editorial como una necesidad que los Gobiernos tendrán “un papel más activo en la economía” donde “los servicios públicos deber ser asumidos como inversiones, no como cargas, y buscar fórmulas para que los mercados laborales sean menos inseguros”. ¿A qué tipo de capitalismo vamos?

Vamos a pasar de un capitalismo neoliberal, que es el paradigma que nos ha guiado en los últimos 100 años, a un modelo de capitalismo social que, de hecho, hay algunos países que ya lo están implementando, como los países nórdicos. El capitalismo neoliberal parte de una concepción de la economía que está inspirada en las matemáticas y en la física, son ciencias fundamentales. Los economistas americanos se inspiraron en esos modelos para justificar el argumento de si la energía ni se crea ni se destruye el trabajo, tampoco. Estos economistas aseguraban que ante un cambio tecnológico no se va a crear ni destruir empleo, en todo caso, habrá una disminución en un sector y una ampliación en otro, pero todo va a seguir igual. Ante la intervención de los mercados, los economistas neoclásicos defienden que no hay que tocar nada, que lo mejor es que el mercado encuentre con ecuaciones de física y matemáticas su equilibrio fundamental.

Es evidente que la crisis del coronavirus no se soluciona desde los mercados. Va a ser necesaria una mayor intervención y un papel protagonista mayor de los gobiernos y las administraciones en la economía y en la sociedad. ¿Es esto neocomunismo? No, en absoluto. Hay países como los nórdicos que ya lo están haciendo, pero incluso Estados Unidos, cuyos economistas propugnaban como paradigma la falta de intervención, pero los que estudiamos el mundo de la tecnología sabemos que estaban interviniendo los mercados porque enviaban cohetes a la Luna financiados por el Estado y las grandes corporaciones tecnológicas americanas como Apple o Google son lo que llamamos spillovers (empresas que se beneficias de tecnologías que desbordan su sector y son aplicadas en otros sectores) de esas misiones, que no las financia el mercado y están muy por delante del mercado.

Los gobiernos tendrán que orientar la dirección del crecimiento hacia misiones que sean de utilidad para la sociedad y a la economía, como por ejemplo, el cambio climático. Ya nos hemos dado cuenta que el mercado no va a solucionar el cambio climático.

Pero en nuestro país el liderazgo político parece que ha descendido a un cenagal donde antes que tomar decisiones complejas se está pendiente de los errores del oponente político. Fuera de España no se entienden los niveles a los que está llegando la oposición, ¿habría que redefinir el liderazgo político?

Es fundamental que exista una dirección de políticas económicas y sociales que tiene que venir desde alguien que piense en el bien común, alguien que esté en la esfera de la Administración o de la política. Curiosamente, cuando estudiamos las grandes crisis de la historia podemos ver que estamos en un momento óptimo. En la Edad Media la gente moría de hambre porque no había recursos para todos y no tenían conocimiento para crear nuevos recursos. Ahora, por primera vez en la historia tenemos conocimiento y tecnología para conseguir un mundo de abundancia, se está creando riqueza con una eficiencia como nunca antes.

El coronavirus nos ha puesto contra las cuerdas, pero en este momento hay equipos de supercomputadores que están lanzados en una carrera contra el tiempo para encontrar la vacuna y se va a encontrar seguramente con el tiempo récord. Tenemos conocimiento y tecnología para crear una sociedad donde todos podamos vivir razonablemente bien. Si el factor limitante en la Edad Media era la tierra, después fue el capital, después el conocimiento, ahora el factor limitante es el talento político. No hay talento político. La parte positiva de este problema es que es político, organizativo y administrativo, no es un problema de recursos fundamentales.

Ahora la Administración expulsa el talento. Seguimos con el paradigma de si quieres progresar, vete de la Administración, cuando lo que hay que hacer es llevar el liderazgo a lugares claves de la Administración pública. Tampoco la sociedad civil está actuando correctamente, no veo a las cámaras de comercio ni a asociaciones empresariales nerviosas cuando un político hace una barbaridad. El entorno tiende al servilismo.

Pero, ¿tiene solución?

Tendrá que tenerla. Repito, el factor limitante hoy para conseguir construir sociedades dignas cuando arreglemos la crisis sanitaria del coronavirus no es ni la tierra ni el capital ni el trabajo ni el conocimiento, es el talento político. Es un pez que se muerde la cola y es difícil desbloquearlo si no hay talento político.

Cree que son factibles los planteamientos de la economista Kate Raworth y su modelo de rosquilla con economías más distributivas, en las que el valor generado se comparta de una manera más igualitaria de acuerdo con los ciclos vitales del planeta.

Kate Raworth se ha enfocado sobre todo al tema de la sostenibilidad, del cambio climático. Como ingeniero que vengo del mundo de la tecnología, soy más consciente de la tecnología como solución que los economistas. Por ejemplo, si en 1990 nos hubieran dicho que tendríamos la posibilidad de tener toda la información del mundo en tu casa en un aparato como un ordenador diríamos que es imposible. Por esto, mi propuesta siempre pasa por la Innovación y el Desarrollo, el I+D. Si concentramos recursos en I+D durante una generación se creará tecnología para solucionar muchos de los problemas y crear una economía que sea inteligente, sostenible e inclusiva.

No creo en la teoría de Thomas Malthus de que la sociedad crece exponencialmente y los recursos, no. Para empezar las sociedades cuando se convierten en economías avanzadas paralizan su crecimiento demográfico y, gracias a la tecnología, la productividad agrícola no para de crecer. Hace 100 años trabajaba prácticamente todo el mundo en el campo y ahora solo se dedica a la agricultura el 2% de la población y hay suficiente para que comamos todos. Se puede llegar a un mundo sostenible, pero si hacemos los deberes en I+D

Respecto al I+D, usted propone concentrar masa crítica de conocimiento relevante y excelencia en aquéllos ámbitos de mayor impacto socioeconómico, pero de ¿dónde sacamos esa masa crítica si los jóvenes más brillantes tienen que marcharse a otros países para desarrollar sus carreras?

El país que tenemos como referencia en la lucha contra la COVID-19 es Corea del Sur, que en 1960 era más pobre que Nigeria. Si algo han hecho bien -y no tienen recursos naturales- es crear un entorno institucional de atracción y potenciación del talento. En España hay un fallo político porque estamos exportando el talento y el conocimiento y aquí no va a quedar nada, cuando en nuestro entorno hay países que hacen políticas de concentración y de promoción del talento para retenerlo. No solo hablo de personas, también del conocimiento que se va de las universidades y de los centros de investigación.

¿Qué ocurre con las universidades y los centros de investigación

Nuestro modelo de desarrollo del conocimiento tiene varios defectos. Nunca se ha intentado hacer nada serio, es difícil porque hay lobbies instalados, pero alguien desde la esfera pública debería tomar decisiones. No quiero que se entienda como una respuesta demagógica, pero como contribuyente no voy a pagar igual un euro a alguien que está haciendo investigación de arqueología sumeria que a los que están investigando la vacuna contra la COVID-19 o explorando nuevos materiales que pueden dar lugar a puestos de trabajo industriales en España, es necesario priorizar, algo que no se ha hecho en absoluto. Nuestro sistema universitario se basa en el número de publicaciones publicadas y da igual el campo, hay profesores que se especializan en nichos que les permiten publicar, aunque no tenga ningún impacto socioeconómico, el incentivo es publicar.

Otro problema es que hay gente buena que se va porque no hay sitio para todos, el sistema genera doctores que pueden ser muy buenos, pero tienen que buscar otros sitios porque el sistema es pequeñito. Ademas, no se no fomenta la transferencia, es decir, no se fomenta la cooperación con entidades del entorno la gente se ve tan constreñida que tiene que irse. En otros países han puesto mayores recursos económicos en ámbitos que tienen sentido estratégico para el país porque generan puestos de trabajo. porque apoyan a que la sanidad sea solvente o para tener un modelo industrial capaz de reaccionar a situaciones como la del COVID-19.

Finalmente, otro problema es que hay investigaciones en España que acaban siendo utilizadas por otros. Hay grupos de investigación en áreas de interés industrial que están investigando a un nivel muy alto, pero que las empresas no puede absorber porque las investigaciones están muy por delante de nuestra industria. Ese conocimiento acaba siendo utilizado por compañías extranjeras.

“Llevar empresas a China desprotege a la sociedad”

Usted explica que las industrias de alto valor añadido son poco sensibles en costes al lugar de producción. Entonces, ¿por qué no se ha implantado antes en nuestro país? ¿Qué hay que hacer para que se implanten?

El modelo de globalización parte de principios de la economía clásica. Antes de la crisis de 2008 era normal que las empresas se fueran a China, es más, se pensaba que era lo más eficiente porque las empresas rastreaban en busca de los lugares con menos costes. Se ubicaba en China y no pasaba nada porque ganaban más dinero y se planteaba como punto de equilibrio de mercado, cuando en realidad ese movimiento estaba desprotegiendo a la sociedad.

Los economistas aseguran que unas empresas se van pero nacen otras, era el paradigma dominante, pero la realidad es que no se cumple. Se busca reducir factores de coste de producción y las empresas se marcha porque los costes logísticos sobre cada unidad producida son cada vez menores.

Las industrias de alto valor añadido son menos dependientes aún de la geografía. Cuando una industria se automatiza y se robotiza se pierde también el factor de coste laboral y se es más independiente de la geografía. Las industrias innovadoras, con mayores márgenes y mejores empleos son independientes de la geografía. ¿Dónde se van a ubicar? En general, cerca de centros de I+D donde haya personal cualificado que estén predispuestos a trabajar con ellas. Volvemos al problema que explique antes: Nuestro sistema de I+D no fomenta que un investigador trabaje con una compañía, sino que se dedique a publicar.

En mi vida profesional he participado en proyectos de atracción de centros de I+D y en los mejores países del mundo activan sistemas de incentivos para atraer a empresas, pero eso está mal vista en España. En Alemania, los gobiernos regionales ofrecen a las empresas que llegan a un centro de I+D que pueda trabajar con un grupo de investigadores y además, durante diez años tendrá ayudas directas de I+D para que pueda crea esos equipos. Pero además, es una norma competitiva que la Unión Europea fomenta, no permiten que un Estado o un gobierno apoye a una empresa pero sí la financiación en investigación tecnológica. En España se forman los núcleos de I+D, pero quedan limitados por el perímetro académico.

No es una visión muy positiva.

Tiene una parte positiva: cambiarlo sería muy fácil y sabemos cómo. No es cuestión de invertir trillones de euros, solo habría que cambiar algunos sistemas de incentivos y cambiar normativas universitarias. Y cuando hablo de incentivos económicos estamos hablando de relativamente poco dinero. España actualmente está invirtiendo un 1,2% en I+D sobre PIB, lo que significa que la economía española invierte más o menos unos 12.000 millones de euros cada año en I+D. Para invertir a nivel público y privado como Alemania tendríamos casi que triplicar nuestra inversión en I+D. De hecho, la Unión Europea marcaba un 3% de inversión en I+D sobre el PIB en 2020, llegar a los 36.000 millones. ¿Es una barbaridad? Pero si el rescate el rescate bancario fueron más de 65.000 millones, dos veces más. Además, esto no quiere decir que se tengan que dedicar 36.000 millones de dinero público, sería menos dinero pero orientado a que las empresas multipliquen sus recursos, un I+D multiplicativo y de más interés empresarial.

Todos los caminos para solventar la crisis social de la pandemia parece que confluyen en una renta básica universal, pero ¿tiene sentido si la calidad educativa es baja, si los sistemas públicos sanitarios son deficientes o el mercado laboral tiene cotas muy elevadas de temporalidad?

Hay diferentes aproximaciones. En este momento sería bueno coyunturalmente ante la dramática situación de varios sectores de la población. Lo más sencillo y fácil es ofrecer una renta básica universal al ciudadano, aunque estructuralmente creo que es insostenible. Hay que hacer estudios sobre cómo financiarla porque en unos años, puede que sea inevitable. Hay estudios que dicen que en 25 o 30 años gran parte de los empleos podrán ser hecho por algoritmos o por robots. Con la inteligencia artificial será más fácil sustituir al director de un hotel por un algoritmo que a la persona que limpia las habitaciones porque el director del hotel se dedica a tomar decisiones que un algoritmo puede tomar de una manera más eficiente y 24 horas al día. Se van a sustituir posiciones de management, de gestión, de toma de decisiones y en la industria cada vez habrá menos procesos manuales. ¿Hasta dónde va a llegar? No lo sabemos pero hay una búsqueda constante de incrementos de productividad. Tenemos más tecnología y somos más productivos, pero no se está traduciendo en mejoras salariales lo que hace que las sociedades estén cada vez más deprimidas y aparezcan populismos como Donald Trump en Estados Unidos.

Si queremos que el capitalismo siga funcionando, la gente tiene que poder vivir y tiene que poder consumir. Se crea más riqueza pero no se distribuye adecuadamente. Por tanto, habrá que distribuir esas rentas mediante una reforma fiscal para que en el año 2060 tengamos un país muy sofisticado tecnológicamente, con una economía muy productiva, basada en conocimiento, con una sociedad culta y tendrá sentido una renta básica universal.

Usted plantea una estrategia democrática de datos, ya que son una fuente de poder, pero la realidad es que ni siquiera compañías como Telefónica han sido capaces de desarrollar planes para que los ciudadanos pueden decidir qué hacer con sus datos como planteaba su presidente.

Vamos muy tarde, aunque tampoco sería complicado con un buen liderazgo político que nos explicara cuál es el plan de futuro y por qué quieren nuestros datos. También hay que admitir que no es un buen momento, con el COVID-19 estaríamos dispuestos a dar nuestros datos a cambio de salud.

Es preocupante que los datos de los ciudadanos europeos estén en manos de empresas americanas. Esto tiene implicaciones bestiales, que seguramente se nos escapan y que tardaremos en entenderlo, pero es grave que Google tenga tanta información de sobre un juez, un policía o un político español. Tiene información sobre las propuestas políticas a las que accede un ciudadano, por dónde ha navegado, hasta qué enfermedades ha tenido.

Agregar datos es agregar poder. ¿Quiénes están agregando datos ahora? Las grandes corporaciones tecnológicas, básicamente americanas, y los estados totalitarios.¿Dónde está la democracia? Claro, en lo últimos debates electorales en España no se hablaba de estos temas, aunque en la actual Comisión Europea se tenía cierta sensibilidad por estos temas, el COVID-19 lo ha trastocado todo. Como democracia europeas tendríamos que tener un posicionamiento claro.

¿Cómo cree que van a cambiar las pautas de consumo? Una de las anécdotas más sorprendentes de esta crisis es que se acabara el papel higiénico, una muestra más de lo perdidos que estábamos como sociedad ante una crisis sanitaria cuyas amenazas son mucho más preocupantes.

Hay una corriente de fondo que va más allá de la anécdota del papel higiénico, que es la desaparición de la clase media. Es algo que no deberíamos permitir porque la clase media es la que sustenta la democracia. El capitalismo es el sistema más eficiente que hemos conocido hasta ahora, que ha sacado a millones de personas de la pobreza, pero las tendencias de la digitalización y los cambios geopolíticos hace que la riqueza que se está creando no esté revirtiendo en las sociedades y que el propio sistema peligre. La clase media está desapareciendo y eso se traduce en que las pautas de consumo cambiarán a productos más básicos, más desprovistos de atributos de valor, con más competencia en precio.

Con los últimos episodios en la Unión Europea , donde países como Holanda y Alemania han estado más preocupados por la reacción de sus votantes a las ayudas comunitarias que se aprobaban en lugar de sacar adelante actuaciones para proteger a los ciudadanos que más estaban sufriendo la pandemia. ¿Es posible que entremos en una etapa de regresión comunitaria? ¿Que la UE se rompa en varias uniones más pequeñas de países o que los países exijan que se les devuelvan determinados poderes?

Europa no lo tiene fácil, soy pesimista. A muchos países les interesa que Europa se disgrega, desde Estados Unidos a China y a Rusia. Aunque a los más interesados de que la Unión Europea no se rompa hay fuerzas internas que también quieren romperlo todo. Ahora creo que los países europeos del Norte se están equivocando. En este momento hay que ayudar al más débil como sea, porque por por desgracia la pandemia afecta más a los países del Sur que a los del norte, es el momento de la solidaridad.

Quizás en 2008 tenían razón y nosotros interpretamos su posición de una manera incorrecta. Alemania con Angela Merkel fue la campeona mundial de la austeridad, pero ella recortó en todo, excepto I+D y Educación. No le dijo a los países del Sur que debían recortar en I+D y educación, sino reducir gastos superfluos. Pero en España lo primero que recortamos totalmente fue la I+D. Fuimos el único país que sale de la crisis del 2008 con una industria y una tecnología debilitada, el 30% de las empresas que antes de la crisis tenían grupos de I+D los desmontaron.

Ahora podríamos aprender de esos errores y apoyar las actividades de creación de ventajas competitivas para salir de la crisis reforzados, pero por ahora tampoco lo estamos entendiendo. Nuestro modelo debería ser el alemán o el nórdico, con un modelo de capitalismo social, de cierta austeridad bien entendida, con inversiones estratégicas de futuro y cortar lo que sea superfluo.

Hay que fijarse en que Alemania es el país más innovador del mundo, según la clasificación de Bloomberg. En enero de este año pasó por encima de Corea del Sur con un modelo conocido como Industria 4.0. La estructura empresarial industrial alemana no es tan diferente de la española -son clústeres de pequeñas empresas exportadoras- pero nuevamente ese discurso no está a ninguna parte.

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