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La artesanía marroquí quiere salir del zoco hacia el mundo

La artesanía marroquí quiere salir del zoco hacia el mundo

EFE

Rabat —

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Con una cifra de negocio que ronda los 2.000 millones de euros y una fuerza laboral de más de 400.000 trabajadores, no puede negarse la buena salud del sector de la artesanía marroquí, pero ahora se plantea un nuevo reto: proyectarse más allá de los zocos y hacerse fuerte en el mercado exterior.

Aunque la artesanía es uno de los rasgos de la identidad marroquí más conocidos en el extranjero, las exportaciones representan un porcentaje ínfimo (inferior al 3 %) del valor económico de un ramo cuya actividad se desarrolla fundamentalmente en pequeños talleres heredados de generación en generación.

Este y otros desafíos de la industria manufacturera tradicional se abordan, a partir de hoy, en el Salón Profesional de Artesanía Min Yadina (“De nuestras manos”), cita anual celebrada en Rabat en la que maestros y empresarios se reúnen para exponer sus productos y debatir sobre la situación del sector.

El director de la Federación de Empresarios de Artesanía de Marruecos (FEA), Omar Benlemlih, dijo a Efe que “el mercado nacional funciona bien” y que el próximo objetivo de los artesanos es “hacer exportable la oferta marroquí”.

En opinión de Benlemlih, los productos marroquíes ya cuentan con el valor intrínseco de su originalidad y su vínculo con la tradición, y el siguiente paso consiste en adaptarlos a las normativas internacionales y a unos estándares mínimos de calidad.

Y es que la artesanía marroquí, además de abundante, es enormemente variada: al pasear por cualquier medina del país uno puede encontrar alfombras, puertas, adornos metálicos, babuchas, chilabas, lámparas de hierro, vajillas de barro, joyas de todo tipo o mosaicos de azulejos, todo ello elaborado a mano.

La habilidad de los artesanos de Marruecos es tan reputada que a menudo son ellos y no los productos los que se exportan: el maestro Said Benadiba, dedicado al arte del “zellige” (mosaicos de azulejos de colores), contó a Efe que, cuando recibe encargos del extranjero, se desplaza al lugar con sus propios trabajadores, y ha llevado su labor a enclaves como Abu Dabi o Tokio.

No obstante, Benlemlih subrayó que el sector necesita “mecanismos de ayuda” institucionales para llegar al mercado exterior, como incentivos económicos a las empresas o la creación de exposiciones permanentes en otros países.

“Tenemos que hacer valer nuestra artesanía en el extranjero”, insistió el dirigente de la FEA, y aseguró que el Ministerio de Turismo, Transporte Aéreo y Artesanía, responsable del ramo, prepara una nueva planificación para los años venideros que “se apoyará en las exportaciones”.

Otro problema que dificulta la proyección internacional de las manufacturas marroquíes es su dispersión: según los datos oficiales, en Marruecos hay 412.201 artesanos profesionales, pero apenas hay registradas algo más de 900 pymes dedicadas a esta actividad.

“Es un mercado bastante fragmentado, hay muchos pequeños artesanos y cada uno trabaja en su pequeño rincón”, admitió Benlemlih, quien animó a los empresarios a “contratar a los maestros independientes”.

Las dificultades que entraña el encaje de la tradición en el siglo XXI no sólo se manifiestan en el plano mercantil; el Gobierno marroquí también se ha visto obligado a intervenir para garantizar la transmisión de los saberes y los oficios, ya que cada vez es menos habitual que se hereden dentro de la familia.

Entre 2008 y 2016, 33.291 aprendices fueron formados por los servicios públicos, una labor antaño reservada a la figura paterna.

Comienzan a escasear casos como el de Ahmed Serghini, representante de la séptima generación de una estirpe de alfareros de Marrakech; en su opinión, la “dureza” del trabajo y la “paciencia” que requiere desaniman a los jóvenes.

En ocasiones, lo nuevo y lo viejo pueden funcionar de la mano. Por ejemplo, el hijo de Said Benadiba no es un maestro del mosaico, pero se encarga de mantener la pagina web de su padre y promociona su labor en el extranjero.

Precisamente ahí, en la simbiosis entre tradición y modernidad, radica el anhelo de la artesanía marroquí, que de ahora en adelante quiere triunfar allende sus fronteras sin por ello renunciar a sus raíces.

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