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Reseña

Una renta básica universal que nos permita vivir como en Star Trek

Imagen del documental Free Lunch Society (Renta básica)

Marina Estévez Torreblanca

¿Qué harías si tus ingresos estuvieran garantizados por alguien o si esta Navidad te tocase un gran premio en la lotería? ¿tirarte a la bartola o empezar a trabajar en lo que realmente te motiva?¿el empleo remunerado le da a nuestras vidas un significado o simplemente no hemos conocido otra cosa durante siglos? Estas preguntas se plantean, y tratan de responderse, en el documental “Renta básica” (Free lunch society, un juego de palabras con la expresión inglesa “no free lunch”, “no hay almuerzo gratis”, que significa que todo cuesta en un mundo con bienes limitados). El director es el cineasta y economista austriaco Christian Tod, que acaba de llegar a España. Este martes 12 de diciembre, el documental se proyecta en la Cineteca de Madrid.

Al margen de premios de azar, la renta básica universal (RBU) es aquella que se reparte entre todos los miembros de una comunidad con independencia de sus condiciones económicas o vitales. Una aparente utopía que según algunas organizaciones y economistas (algunas de izquierdas, otras neoliberales) puede estar en condiciones de hacerse realidad. Canadá, Alaska o Namibia ya han sido campos de prueba. El documental de Tod –que dice sentirse muy inspirado por la sociedad que dibuja Star Trek– da un repaso a estos experimentos y a opiniones en torno a esta idea.

“Decidí dedicar mi película a la renta básica y encontrar un lenguaje que sintetizara mis diversas influencias: punk, ciencia y ciencia ficción. La economía ortodoxa ve la escasez como el motor principal de toda actividad económica. Pero esto no tiene en cuenta el avance tecnológico”, defiende Tod. Admite que todavía podemos estar muy lejos de una sociedad como la de Star Trek (un mundo sin dinero y sin escasez), pero actualmente “se vive en abundancia”: los productos digitales se pueden reproducir con la frecuencia que desee de forma gratuita, el desarrollo de la inteligencia artificial hubiera parecido imposible hace unos años y los coches sin conductor están listos para la producción en serie.

“Si las máquinas y los robots hacen el trabajo y los recursos nos pertenecen a todos colectivamente, entonces somos libres de hacer lo que queramos. Podemos ir de vacaciones perpetuas, desarrollarnos más y enriquecernos a nosotros mismos. Ya no estamos obligados a adaptar nuestras actividades educativas a la llamada del mercado de trabajo, podemos trabajar en nuestros talentos y hacer investigación”, dice.

¿Y por qué se rechaza una idea tan atractiva?

“La gente tiende a querer ejercer el poder. Y por eso tienen una aversión profunda a la renta básica. Porque ya no podrían amenazar con el puesto de trabajo. Si se introdujese una renta básica universal porque la sociedad estuviera preparada, el mundo entero cambiaría. Entonces nada sería como antes”, afirma el empresario alemán Götz Werner, defensor de la RBU. Alemania es uno de los países más activos en relación a la renta básica. Es la sede de iniciativas como la que desde 2014 sortea un “sueldo” de 1.000 euros mensuales durante un año, sufragados a través de micromecenazgo o crowdfunding.

Para este tipo de organizaciones, en la era de la globalización y la automatización, y con la clase media en franco retroceso, ha llegado la hora de repartir “la riqueza que nos pertenece a todos por igual” y que viene de la naturaleza: desde los campos petroleros de Alaska hasta la pradera canadiense, desde los centros de investigación de Washington hasta las estepas de Namibia.

La opinión del FMI y del Foro de Davos

Lo cierto es que la Renta Básica Universal (RBU) se ha colado en los debates de organismos tan poco sospechosos de utópicos como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Admiten que este ingreso es una posibilidad que debe examinarse como respuesta a la “incertidumbre radical” que representa la creciente robotización de los empleos y la desigualdad.

Aunque reconocen el potencial de este ingreso para reducir significativamente la desigualdad y la pobreza, también recuerdan que su coste sería alto. Y la idea del FMI es que su introducción debería ser “neutral” desde el punto de vista presupuestario, esto es, “convivir con otras prioridades fiscales” como las infraestructuras, la educación o la sanidad. ¿Debería reemplazar al gasto público no eficiente ni equitativo? ¿y se financiaría con tributación progresiva o indirecta?

Por su parte, los nuevos modelos de trabajo, la robotización y la probable desaparición de miles de puestos de trabajo en los próximos años están detrás del interés del Foro de Davos o de Silicon Valley por buscar fórmulas que mitiguen los cambios.

Silicon Valley está llevando a cabo un proyecto piloto para comprobar los efectos de la renta básica. “La motivación que hay detrás es empezar a explorar alternativas a la red de seguridad social que existe. Si la tecnología destruye empleos o los empleos siguen convirtiéndose en cada vez menos seguros, un número cada vez mayor de personas serán incapaces de vivir con las ganancias de sus empleos”, explica la investigadora Elizabeth Rhodes, directora del proyecto.

Sin embargo, las críticas a este modelo también son muchas y señalan los intereses que hay detrás. “Las compañías tecnológicas se llevan a casa los beneficios y afrontan cada vez menos presión para pagar un salario que dé para vivir a sus empleados que no consideran como tal”, dice el experto en ética de la tecnología Jathan Sadowski en The Guardian

Para economistas de izquierda como Eduardo Garzón, asesor de economía del Ayuntamiento de Madrid, “la renta básica fue ideada por personas de derechas, era una forma de calmar a la gente cabreada por sus trabajos o por la precariedad, para darles lo suficiente para que sobrevivan y quizá algo más, y no poner en cuestión los desequilibrios de poder y de renta y riqueza que existan”.

Según Christian Tod, “estamos viviendo en un periodo muy interesante en el que todo es posible. Me pareció tremendo que que alguien como Donald Trump fuera elegido presidente de EEUU, pero demostró que el sistema puede cambiar, incluso en direcciones extremas. La cuestión es qué será lo próximo”.

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