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Bélgica rescata la memoria de sus “caminos de hierro” en el nuevo Train World

Bélgica rescata la memoria de sus "caminos de hierro" en el nuevo Train World

EFE

Bruselas —

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Bélgica inauguró en 1835 la primera línea de ferrocarril de la Europa continental y 180 años después, abre sus puertas en Bruselas al Train World, museo que rescata la memoria de los “caminos de hierro” belgas.

“En el siglo XIX, Bélgica fue uno de los máximos exportadores de tecnología ferroviaria del mundo. Los ingenieros belgas revolucionaron varias veces este medio y, con ello, las vidas de los europeos”, afirmó el diseñador y dibujante de cómic François Schuiten, responsable de la escenografía del museo.

De hecho, Bruselas y París fueron las dos primeras capitales europeas en estar conectadas por ferrocarril.

Fue en Bélgica donde se introdujo por primera vez, en 1840, el vagón postal, oficina de correos ambulante que realizaba el trayecto Bruselas-Amberes.

“Este vagón llevaba las noticias a familias de todo el país”, relata Schuiten.

En 1939, Bélgica construyó la locomotora a vapor Type 12 Atlantic, entonces la más veloz del mundo: alcanzaba los 165 kilómetros por hora.

“En su época, esta máquina fue la más pura expresión de futurismo”, afirma Schuiten, quien es también responsable del diseño de estaciones de metro en París y Bruselas, así como del globo que remata la casa de Julio Verne en Amiens.

Estos ingenios pueden conocerse de cerca, e incluso subirse a ellos, en Train World, donde también se exhibe la “Pays de Waes”, la locomotora más antigua que se conserva en el continente europeo.

Se pueden contemplar, además, dos lujosos vagones reales, de 1901 y 1939, que sirvieron a los monarcas Leopoldo II, Balduino I y Alberto II, para moverse rápida y cómodamente por el territorio belga.

Charles de Gaulle viajó a Bruselas en uno de ellos para celebrar la liberación de Bélgica en la Segunda Guerra Mundial.

Cada uno de estos convoyes reales está valorado en cinco millones de euros.

Train World expone también una maqueta de trenes cuya elaboración ha requerido dos años.

El museo, formalmente inaugurado el jueves por el rey Felipe I, de Bélgica, abre ahora sus puertas al público.

La apertura culmina diez años de trabajo, con un presupuesto de 25 millones de euros.

En los 8.000 metros cuadrados de las instalaciones, con un edificio de nueva planta ideado por el arquitecto Paul Lievevrouw, se exhiben 22 vagones o locomotoras, 1.250 objetos procedentes del mundo ferroviario, 64 proyecciones y 20 realizaciones audiovisuales interactivas.

SNCB e Infrabel, compañías responsables de los ferrocarriles belgas, han proporcionado al museo las piezas expuestas.

Han colaborado también Siemens, Bombardier y Alstom.

La estación de tren de Schaerbeek, construida en 1887 y “la única de Bruselas que conserva su aspecto original”, según Schuiten, ha sido rehabilitada como parte del museo.

“Se trata de un espacio privilegiado: la primera línea de tren continental, que conectó Bruselas y Malines, pasaba por aquí”, afirma Schuiten, quien recrea esta estación en uno de los álbumes de su premiada serie “Las ciudades oscuras”, junto con el guionista Benoît Peeters.

“Espero haber contribuido no sólo a crear un museo del tren, sino un lugar que atraviese nuestra propia historia” afirma.

Inicialmente, los responsables del proyecto se propusieron derribar la vieja casa del guardavía.

Sin embargo, al final se optó por rehabilitarla como parte del museo, y ahora se proyectan en ella los retratos de los hombres que, durante generaciones, se aseguraron de que los trenes llegasen a su destino.

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