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La confianza crece en las calles de un Brasil “expectante” con Bolsonaro

La confianza crece en las calles de un Brasil "expectante" con Bolsonaro

EFE

Sao Paulo —

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Por “primera vez desde hace mucho”, la jubilada María Helena se permitió rendirse a su “obsesión por compras” y llenó un carrito con decenas de prendas de una tienda en Sao Paulo, un reflejo de su “confianza” en la mejora económica de un Brasil “expectante” ante los próximos pasos de Jair Bolsonaro.

Los indicadores económicos demuestran que la confianza del consumidor cerró 2018 en el mayor nivel desde hace cinco años, en los 93,8 puntos, tras dos duros años de recesión, en 2015 y 2016, y un modesto crecimiento en los dos consiguientes.

“Hace tres años, yo sentía mucho la crisis porque había mucha gente afligida y yo acompañaba de cerca a amigos y familiares en malas condiciones, pero ahora sentimos una ligera mejora”, cuenta a Efe la jubilada.

De igual modo, los especialistas abogan que “la tormenta ya pasó” y creen que la política neoliberal propuesta por el nuevo presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, “reinserta a Brasil en el camino correcto”, lo que permitirá la atracción de capital extranjero al país y, consecuentemente, la mejora del ambiente de negocios, explica la economista de la Fundación Getúlio Vargas (FGV), Virene Matesco.

“Con esta mejora del ambiente de negocios para las empresas, la confianza de las personas para consumir también tiende a aumentar”, aclara.

Pero pese a las buenas proyecciones para este año -para el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un crecimiento de un 2,5 %-, Matesco alerta que la recuperación de Brasil se dará en un primer momento “mucho más” en la reactivación de la economía de que en la generación de empleo propiamente dicha.

“Habrá contrataciones, pero tímidas. Solo tendremos un respiro y llegaremos a niveles razonables de desempleo en 2021, 2022”, analiza.

Pese a una tasa de desempleo oficial que ha caído hasta el 11,6 %, lo que supone unos 12,2 millones de parados, Brasil cerró el año pasado con una cifra récord de personas que trabajan en la informalidad.

Es decir, aunque las estadísticas apunten para “una pequeña caída en la tasa de desempleo” en los últimos años, el sector laboral sigue “reaccionando de una forma muy lenta y precaria” a la crisis, elucida el economista de la FGV Mauro Rochlin.

“Solo podremos hablar de una retomada consistente de la economía cuando pasemos a observar un mercado laboral más vigoroso”, resalta.

Para Rochlin, por esta razón -y pese a los consecutivos récords de la Bolsa de Valores de Sao Paulo- todavía no es posible hablar de una “euforia” por parte del mercado. A su juicio, los inversores siguen “desconfiados” y “aún anhelan ver qué será entregado” por el Gobierno Bolsonaro.

“La bolsa alcanzó ahora los 97.000 puntos, pero el año pasado ya se decía que podría haber roto los 100.000 puntos. Así que no se puede hablar de un alza meteórico, explosivo de la bolsa”, recalca.

Otro factor que podría pesar en la recuperación de la mayor economía latinoamericana es la reacción ante los próximos pasos del gigante minero Vale, dueño de la presa que colapsó el último día 25 y que ha dejado más de 120 muertos y unos doscientos desaparecidos.

Desde la tragedia, el mayor productor y exportador de hierro del mundo ha perdido más de 50.000 millones de reales (unos 13.650 millones de dólares) en valor de mercado.

Aun así, las promesas de Bolsonaro de poner en marcha una agenda de reformas y apostar por una mayor apertura económica parecen haber contagiado al empresariado brasileño, incluso a los pequeños comerciantes del país, que confían en que “ese escenario negativo prontamente será revertido”.

Es el caso de la gerente de la tienda “Bras Moda” Adriana Katynski, quien tiene para 2019 “las más altas expectativas” de que las “cosas finalmente empezarán a fluir y el dinero volverá a circular”.

La comerciante cuenta que ya notó señales de recuperación en su negocio, situado en un popular barrio de compras de la capital paulista.

“Muchas personas estaban en el paro, solo compraban lo esencial. Imagínate un padre de familia desempleado: entre comprar ropa o comida para su familia, ¿a qué crees que dará prioridad?”, cuestiona.

Como muchos en su entorno, la exauxiliar de enfermería Cecilia de Souza se dice algo “recelosa” pero “esperanzada” de que, tras “todos los problemas atravesados”, finalmente “podemos ver la luz en el fin del túnel”.

“Yo viví una crisis durante la dictadura militar (1964-1985). Faltaba leche, carne, arroz. Pasé hambre y espero que eso no se vuelva a repetir”, rememora.

Concluye que, pese a “los elevados precios” de los productos, “no vemos la falta de ellos”. “Desde luego, la gente ha vuelto a irse de compras, pero siempre buscando las mejores rebajas”, bromea.

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