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El coronavirus saca a la luz las miserias de la industria cárnica alemana

Planta de tratamiento de la carne de Westfleischs.

Aldo Mas

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Westfleisch es una de las empresas líderes del sector cárnico de Alemania. Pero desde hace unos días, sin embargo, es también la compañía que mejor representa algunos de los puntos más negros de la industria de la carne alemana.

A raíz de un brote de coronavirus en una de sus explotaciones en la localidad de Coesfeld, en la que la semana pasada se contaban hasta 151 infectados, las autoridades se han visto obligadas a centrar la vista en un sector donde las tareas de control de la actividad laboral habían disminuido considerablemente en los últimos años.

Esta situación ha generado abusos laborales que algunos denuncian como “esclavitud moderna”. Por lo pronto, la semana pasada, las autoridades cerraron la explotación de Coesfeld, donde mueren 55.000 animales a la semana. Tales son las exigencias de la demanda, pues se estima que los germanos comen unos 60 kilos de carne al año. En 2018, el valor del comercio de carne y productos cárnicos en Alemania se estimaba en 19.200 millones de euros, según el portal alemán de estadística Statista.

Entre 2008 y 2018, el número de controles laborales en el sector de la industria cárnica alemana se ha reducido a la mitad, según datos del Gobierno alemán solicitados por el partido izquierdista Die Linke y de los que se hacía eco esta semana el diario Süddeutsche Zeitung. Por lo visto, cuatro de cada cinco controles laborales tienen lugar actualmente en el populoso Land de Renania del Norte-Westfalia .

Esta concentración de controles en Renania del Norte-Westfalia no ha podido evitar el escándalo que ha supuesto el caso de Coesfeld. Entre otras cosas, porque sólo el número de 151 infectados por el SARS-CoV-2 en la explotación de Westfleisch implica que ahora las autoridades locales tengan que echar el freno en la desescalada de las medidas anti-COVID19.

Hace apenas quince días el Gobierno de la canciller Angela Merkel y los presidentes de los estados federados germanos presentaban un segundo paso en su plan de desescalada. En él, los Länder irían recuperando la actividad económica, siempre y cuando se respetasen en todos los ámbitos concernidos las medidas de higiene y seguridad pertinentes.

Junto a ese paso hacia la “nueva normalidad” alemana se puso en marcha un mecanismo de freno y vuelta atrás a las medidas previas a la relajación que entraría en funcionamiento cuando en un distrito se superasen los 50 casos por 100.000 habitantes. Los 151 casos de Coesfeld, que podrían ser más, obligan a frenar la desescalada en esta región. En principio, una semana ha tenido que retrasarse en Coesfeld el segundo paso de la desescalada.

Incluso más grave que esa espera es, según puede leerse estos días en los medios de comunicación alemanes, que una industria como la cárnica, considerada “de relevancia sistémica” para la economía alemana, sea nido de malas prácticas laborales. Tanto es así que el Süddeutsche Zeitung daba cuenta en una de sus informaciones de esta semana de la existencia remuneraciones por debajo de la salario mínimo, alojamientos de miseria para los trabajadores - buena parte de ellos inmigrantes venidos de países del este europeo - o ausencia de derechos a baja por enfermedad.

Este tipo de condiciones laborales se ofrecen a través de subcontratas en las explotaciones cárnicas, en las que se encuentran dos mundos laborales paralelos. Por un lado, el de los empleados alemanes bajo condiciones en regla y, por otro, el de los empleados en condiciones precarias venidos del este de Europa.

Años denunciando malas prácticas laborales

“Muchos de los trabajadores duermen en habitaciones con hasta ocho camas”, ha señalado Thomas Bernhard, del Sindicato para la Alimentación, Consumo y Hostelería (NGG, por sus siglas alemanas), en unas declaraciones recogidas por el diario berlinés Der Tagesspiegel. “Llevamos años criticando estas condiciones”, según Bernhard.

En su sindicato hablan de la industria de la carne como “un sistema enfermo” en el que hay que acabar con “la explotación laboral”. “Por fin se pone el foco en la industria de la carne”, comentan desde el NGG en su comunicado más reciente sobre la crisis generada a raíz del brote en Coesfeld.

Sólo ahora el ministro de Sanidad de Renania del Norte-Westfalia, el conservador Karl Josef Laumann, habla de que hay que “secar la ciénaga” para aludir a la necesidad de solucionar los problemas del sector revelados por la crisis en Coesfeld.

Lo cierto es que el caso de Coesfeld no es aislado. También se han contado decenas contagios por coronavirus en otras explotaciones: en Bad Bramstedt (norte), Birkenfeld (suroeste) o Oer-Erkenschwik, (también en Renania del Norte-Westfalia). En total, se han contabilizado unos 600 trabajadores del sector infectados por coronavirus.

La crisis que ha supuesto para el sector cárnico alemán, por lo menos en términos de imagen, ha llegado a movilizar al Gobierno de 'gran coalición' que dirige Merkel. La propia canciller ha calificado casos como el de Coesfeld de “noticias espantosas”. Su ministro de Trabajo, el socialdemócrata Hubertus Heil, presentará el próximo lunes medidas para “acabar” con las malas prácticas en el sector. “Vamos a acabar con estas prácticas”, ha avanzado Heil.

Está por ver si Heil satisface la demandas que se hacían el miércoles desde la bancada de la oposición en el Bundestag. Desde los partidos de izquierda en la oposición se está pidiendo, entre otras cosas, poner fin a los contratos de un día de duración que se firman en el sector, que se establezcan reglas clara para las empresas que ofrecen trabajo y alojamiento a los empleados y hasta el cierre de las explotaciones donde los trabajadores no puedan mantener la distancia de seguridad frente a la COVID-19.

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