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Fernández planea un giro en la agenda exterior argentina con foco en Latinoamérica

El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, saluda este lunes tras su encuentro con el actual mandatario, Mauricio Macri, en la Casa Rosada de Buenos Aires (Argentina).

EFE

Buenos Aires —

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El regreso del peronismo al poder en Argentina, tras los cuatro años de gestión del conservador Mauricio Macri, traerá consigo un giro en la política exterior en medio de una Latinoamérica convulsionada que el presidente electo, Alberto Fernández, se propone unir, sin dejar de lado alianzas clave para solucionar la recesión que arrastra el país.

Mientras Macri apostó en su mandato por una mayor apertura comercial y política, tras el aislamiento que a su juicio generó el Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015), ahora vicepresidenta electa, Fernández aboga por abrirse al mundo, sí, pero a través de una mayor integración regional y preservando los intereses de Argentina que cree se quedaron por el camino.

“Creo que una cuestión esencial es que se van a desandar algunos de los caminos de Macri en varios de los temas, fundamentalmente en el tema Venezuela y la participación en el Grupo de Lima”, cuenta a Efe la analista internacional Irma Argüello, quien atisba al nuevo presidente trazando alianzas con Gobiernos de izquierda y ve “preocupante” cómo se desenvuelva la relación con el Brasil del ultraderechista Jair Bolsonaro.

El líder del Frente de Todos, que ganó las elecciones el domingo pasado y asumirá el poder el 10 de diciembre, tiene claro el objetivo de su agenda exterior: “La primera obligación que tenemos como país es volver a unir América Latina y potenciar el Mercosur”, dijo en uno de los debates electorales este mes.

Y no es casual que para su primer viaje al exterior tras su victoria haya elegido México, la segunda mayor economía latinoamericana -por detrás de Brasil y por delante de Argentina-, para reunirse en los próximos días con el presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien ya lo llamó para felicitarle por su triunfo.

La relación con Brasil, que además es el principal socio comercial de Argentina, no ha empezado con buen pie, a pesar de la convicción de Fernández de que el vínculo de los dos países ha de ser “indisoluble”, por encima de quién los presida.

Bolsonaro, que apoyó la reelección de Macri, ha dicho que no felicitará al peronista por su triunfo y que con el cambio de color en el país vecino se prepara para “lo peor”, al considerar que seguirá el mismo camino populista que los Gobiernos de su principal enemigo político, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).

Lula, que está preso por corrupción, fue estrecho aliado del argentino Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández. Y Alberto, en numerosas ocasiones, ha hecho público que lo considera “injustamente preso”.

A la espera de ver si liman asperezas, Fernández no ha contestado a las últimas críticas de Bolsonaro pero sí lo llegó a llamar “misógino y violento” en agosto pasado.

Desde el domingo, y a “golpe de tuit”, el presidente electo ha respondido a todos los jefes de Estado y de Gobierno que sí le felicitaron por el triunfo.

Desde el boliviano Evo Morales -a quien mostró su apoyo por las acusaciones de fraude en su reelección-, hasta el peruano Martín Vizcarra, el paraguayo Mario Abdo Benitez, el chileno Sebastián Piñera, el británico Boris Johnson -a quien le remarcó que Argentina no renuncia a su reclamo de soberanía de la islas Malvinas, controladas por Reino Unido-, el español Pedro Sánchez y el más controvertido, el venezolano Nicolás Maduro.

“América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece. La plena vigencia de la democracia es el camino para lograrlo”, escribió Fernández al gobernante venezolano.

La mirada del peronista hacia el país caribeño es una de las principales diferencias con Macri, quien se alzó como uno de los adalides contra la “dictadura” de Maduro en el Grupo de Lima, una alianza de países con gobiernos de centro derecha que desconoce el régimen chavista, por su presunta violación de los derechos humanos.

“En su origen es un gobierno elegido por el pueblo pero ha cometido una serie de actos autoritarios muchas veces de persecución a los opositores, y en su gestión ha generado un conflicto enorme”, reconoció Fernández en una entrevista en julio, en la que, contrario al Grupo de Lima, defendió la postura de Uruguay y México de impulsar el diálogo político para lograr una salida pacífica a la crisis venezolana.

En cuanto a Chile, que vive fuertes protestas callejeras que reclaman medidas contra desigualdad social y han dejado al menos 20 muertos, el saludo de Fernández a Piñera le mereció críticas por un sector de la izquierda argentina, que lo acusó de ser “amable” con un “represor”.

El ascenso de Fernández pone también sobre la mesa un posible nuevo impulso de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), de capa caída desde que países como Argentina, Chile y Brasil la abandonaran en 2018 al acusarla de tener un sesgo ideológico.

Por otro lado, si bien hace hincapié en la mirada regional, Fernández ha dado señales de acercamiento a Estados Unidos y Europa, a pesar de sus reticencias hacia el acuerdo comercial alcanzado en junio pasado entre el Mercosur, integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay y la Unión Europea (UE), que todavía no ha entrado en vigor.

A principios de septiembre, tras arrasar en las primarias de agosto, eligió visitar Madrid y Lisboa para reunirse con Pedro Sánchez y el primer ministro portugués, António Costa.

“Toda la vida, tanto Cristina como yo hemos tenido la convicción de que Argentina debía involucrarse con la UE, pero preservando los derechos de Argentina y las dificultades que tiene”, dijo a su vuelta.

Para Irma Argüello, la gran interrogación que se abre es la relación con el EE.UU de Trump, cuyo apoyo fue esencial para Macri en la relación con el Fondo Monetario Internacional, organismo que en 2018 aprobó un préstamo para Argentina de 56.300 millones de dólares para enfrentar sus dificultades económicas y cuyo pago, y el del resto de tomadores de la alta deuda externa, Fernández deberá estudiar cómo afrontar.

Rodrigo García

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