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La fusión de Bankia y CaixaBank eleva los riesgos de reducir la competencia en el sistema financiero español

La fusión entre CaixaBank y Bankia puede crear problemas de concentración excesiva y falta de competencia

Rodrigo Ponce de León

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Tras la segunda restructuración de las cajas de ahorro, el entonces presidente del Banco Santander, Emilio Botín, salió en defensa de la actuación del Banco de España para reducir el sistema financiero español: “De oligopolio, nada. Había demasiadas entidades, sobre todo, cajas. Y el descalabro ha venido por las cajas. Seguirá habiendo mucha competencia”, espetó el banquero. Que de 62 entidades que había en 2006 quedaran 16 a principios de 2013 no le parecían suficiente al influyente financiero que ya vaticinaba nuevas fusiones (“Van a quedar unas 12 entidades fuertes”) y pedía mas víctimas para absorberlas: “Las subastas, cuanto antes, mejor”.

Siete años después, parece que no se ha reducido lo suficiente el ya menguado mercado financiero español. El anuncio este jueves de la fusión entre CaixaBank y Bankia vino precedida dos días antes por las palabras del actual gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en las que aseguraba que “existe margen para que se produzca alguna consolidación en el sector que contribuya a hacer que las entidades, y el sistema en su conjunto, sean más resistentes”. Hernández de Cos aseguraba que “el nivel de competencia del sector es elevado” porque hay “nuevos operadores tecnológicos que están fuera del perímetro regulatorio” por lo que nuevas fusiones no se traducirían en un oligopolio.

La contradicción llega cuando el Banco de España publicó un informe de junio de 2018, Concentración y competencia bancaria en España: el impacto de la crisis y la reestructuración, donde ya advertía de la “potencial preocupación” por la elevada concentración bancaria en nuestro país y cómo podía afectar a la competencia con el argumento de que “cuantos menos bancos y más grandes existan, más fácil es comportarse de una forma no competitiva (colusiva) y por tanto obtener rentas de monopolio u oligopolio”. 

Con datos del BCE, el informe del regulador español señala que el número de entidades de crédito ha caído un 43% entre 2008 y 2016, pero además se ha dado una concentración del mercado: Si en 2008 las cinco mayores entidades acaparaban el 42% del mercado en términos de activos, ocho años después su cuota conjunta de mercado se situaba en el 61,8%.

El problema es que con los datos de 2018 esas cinco entidades -Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia y Sabadell- han incrementado su cuota de mercado hasta superar el 68%, aunque en 2019 Liberbank y Bankinter ganaron algo de cuota tras conseguir 'robar' a los más grandes parte de la tarta crediticia. La fusión del banco catalán con la entidad madrileña daría lugar a la primera entidad española por activos, con más de 650.000 millones.

Con estos datos, tanto desde Unidas Podemos como desde organizaciones de consumidores mostraron su oposición a la operación. La organización de consumidores Asufin señaló que la fusión “supone un importante movimiento de concentración bancaria que es preocupante y limita la competencia además de generar entidades demasiado grandes para caer (too big to fail) lo que siempre representa un riesgo para el consumidor”. Desde Facua se avisó que “los consumidores pueden pagar un alto coste por la tendencia a la concentración, ya que habrá menos oferta, lo que acaba perjudicando a los usuarios que asumen el aumento de comisiones por sus servicios bancarios y ven deteriorada la atención con el previsible cierre de oficinas”.

De hecho, los sindicatos ya han llamado la atención ante el previsible cierre de sucursales y los despidos. Fuentes de UGT apuntaron que el 27% de las oficinas de ambas entidades coinciden en el mismo distrito postal. Fuentes conocedoras de la operación apuntan al cierre de 1.500 oficinas (25%) y al despido de 8.000 personas (15% de la suma de las plantillas). El coste de los despidos podría superar los 2.500 millones de euros. El banco catalán cuenta con 3.797 oficinas en España y más de 35.000 empleados mientras que la entidad madrileña tiene 2.260 sucursales y no llega a los 16.000 empleados.

¿Cómo es posible que la operación vaya adelante tan rápido? Por un lado, porque el principal accionista de Bankia es el Estado, con el 61%, y aparentemente el Gobierno ve con buenos ojos la operación a pesar de que está por ver que se recuperen los 21.000 millones en ayudas públicas que todavía quedan por devolver del rescate a la entidad madrileña.

“Un largo camino por delante en el ciclo de deterioro”

¿Por qué hay tantas prisas si el Banco de España ha asegurado reiteradamente que los balances de las entidades financieras estaban en buena situación y mucho mejor con la crisis financiera de 2008? Probablemente, la situación no era tan buena como apuntaba el regulador español. Las principales entidades españolas —Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell, Bankinter, Liberbank, Kutxabank e Ibercaja— tuvieron que dedicar 22.771 millones a provisiones en el primer semestre de 2020 por el impacto del coronavirus y perdieron conjuntamente más de 11.000 millones. Según un informe sobre la banca europea de analistas de Bank of America antes de conocerse la fusión: “Los bancos españoles van a tener un largo camino por delante en el ciclo de deterioro” y avisaba de que era “difícil que los bancos pudieran reducir materialmente los costos en términos nominales”.

El entorno de tipos bajos y la crisis impulsada por el parón de actividad que ha supuesto la pandemia de coronavirus estaba desangrando a las entidades españolas. Los bancos se vieron inmersos en una guerra de precios en el terreno del crédito para ganar cuota de mercado, que llevó a al BCE a realizar una llamada de atención por la dudosa rentabilidad de algunas ofertas.

Un informe de Oliver Wyman apuntaba que los bancos europeos se enfrentan a pérdidas de créditos por valor de 800.000 millones de euros y a un impacto de 30.000 millones de euros en sus ingresos en los próximos tres años como consecuencia de la crisis del coronavirus. La consultora proponía para salir del agujero varias líneas de actuación: diseñar nuevas líneas de negocio más especializadas donde el banco sea fuerte como en la financiación de activos, pagos, etc; hacer una transformación radical del modelo de funcionamiento con la gestión de datos o como plataformas de ventas y comercio y la tercera opción sería la consolidación. El banco catalán encontró en la fusión con Bankia la mejor forma de eliminar a un competidor y ganar cuota de mercado.

Además, en CaixaBank quieren sacar partido de las facilidades que ofrece el Banco Central Europeo. El regulador monetario publicó en julio una guía que permite a los bancos de la eurozona que consideren realizar fusiones un nuevo modelo para calcular los requisitos de capital de la entidad fusionada de manera que el comprador lo podrá contabilizar como beneficio si compran un banco por menos de su valor contable. Esta opción parece la escogida por CaixaBank que hará un canje de acciones, a un precio muy inferior al de su valor en libros, que permitirá al principal accionista del banco catalán, la Fundación La Caixa seguir siendo el primer accionista, con el 30% de la nueva entidad, mientras que el Estado verá rebajada su participación a un 15%.

El economista José Manuel Gomez de Miguel ya avanzaba los inconvenientes de una operación así: “Una fusión debilitaría la posición patrimonial del Estado, que cambiaría una participación de control en un gran banco por una participación minoritaria en otro gran banco, algo sin sentido financiero. Y todo ello sin tener en cuenta los destrozos internos, en empleo y medios técnicos, y externos, en calidad y disponibilidad de servicios para la clientela, que arrostraría una fusión de ese tipo”.

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