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Los clubes de lectura, mucho más que libros compartidos

Los clubes de lectura, mucho más que libros compartidos
Madrid —

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Madrid, 10 nov (EFE).- Los clubes de lectura nacieron en EEUU cuando allá por el siglo XIX se empezaron a asentar las sociedades literarias, formadas mayoritariamente por mujeres. De allí se extendieron al mundo y hoy se han implantado en cárceles, con fines de reinserción, y en residencias de mayores como terapia.

Una tradición que continúa en el país norteamericano, con algunos de los clubes de lectura más influyentes del mundo como el Oprah´s Book Club, el veterano club de lectura de la presentadora, actriz y empresaria Oprah Winfrey o el Reese´s Book Club, el famoso club de lectura de la actriz Reese Witherspoon, definida por The Wall Street Journal como “la creadora de tendencias literarias más influyente de Hollywood”.

En España el fenómeno es más reciente y se remonta, según datos de la Universidad de Nottingham, a la década de los ochenta con la propuesta pionera de Blanca Calvo, en la biblioteca de Guadalajara, englobada dentro de las iniciativas que se empezaron a poner en marcha para atraer al público.

Miryam Artigas es la organizadora de MadriLeo, un club de lectura que “surge fruto de la necesidad y la curiosidad, tras no encontrar ningún club que me encajase”, y que se inició después de lanzar una propuesta en Twitter.

Los participantes de MadriLeo, que suelen ser entre 18 y 15, con edades y profesiones muy variadas, se reúnen mensualmente en un bar de Malasaña para poner en común las lecturas y en ocasiones “llegar a la conclusión de que el libro estaba mejor de lo que pensamos”, explica a Efe Artigas.

“Al compartir una lectura con más gente, llegas a profundizar en el libro de otra manera, que tú de forma individual no consigues. Con el club de lectura nos suelen gustar mucho más los libros”, confiesa.

Unas lecturas que en MadriLeo se escogen siguiendo “muy pocas normas”, siendo únicamente obligatorio que los títulos no estén descatalogados, se puedan encontrar en bibliotecas y no superen las 400 páginas.

Ahora con la pandemia las reuniones han pasado a realizarse por zoom, sirviendo de “evasión” a sus participantes y fomentando “la amistad” entre ellos.

Porque durante la hora que duran las reuniones se habla de libros, pero “enseguida deriva a series, películas...”, comenta Artigas y añade: “Al final cuando haces un club de lectura, no solo quieres descubrir libros, sino también conocer gente como tú”.

Desde hace unos cinco años los clubes de lectura también se han implantado en algunos centros penitenciarios españoles, como en la prisión de Aranjuez donde “en la biblioteca se reunían entre 10 y 15 internos para comentar las lecturas e incluso recomendarse títulos entre ellos”, señala José Antonio Gutiérrez portavoz de ACAIP.

De acceso libre para cualquier interno, la acogida acostumbre a ser “muy buena”, siendo una actividad que “sí puede ayudar a la reinserción”.

“La cultura siempre es positiva. No sé si la lectura facilita la reinserción en sí misma, pero sí hace más liviana la estancia y hace que el tiempo pase más rápido”, resume Gutiérrez.

Algo diferentes son los llamados clubes de lectura fácil que en Lares, con un total de 1.050 centros residenciales y servicios en toda España dedicados al cuidado de las personas mayores, en situación de discapacidad y en riesgo de exclusión social, llevan realizando desde 2016, “gracias a una pequeña subvención del Ministerio de Cultura y Deportes”, manifiesta Adela Zugasti, de Lares.

Una forma de club, compuesto habitualmente por entre 10 o 12 participantes, que tiene como característica la utilización de textos “adaptados en contenido y forma”, por la Asociación de Lectura Fácil, pero “sin infantilizarlos”.

“Todas las semanas se juntan una hora y leen el libro entre todos en alto, propiciando que los residentes que por sus características no pueden leer o que no saben hacerlo, puedan participar en el club”, cuenta Zugasti.

Habitualmente suelen leer novelas o relatos que cada centro elige, con ayuda de los propios residentes, entre un total de 39 títulos escritos en lectura fácil, de todo tipo de géneros, aunque son las historias de amor las que “encantan” a los residentes.

“Ahora por ejemplo estamos leyendo tres historias de amor de Unamuno y les han gustado mucho”, puntualiza Zugasti y añade: “los clubes tienen mucho éxito en los centros, ya que los residentes disfrutan mucho con el placer de la lectura, que al final es un derecho”.

Un derecho a la lectura que además “puede ser terapéutico”, aunque desde Lares intentan separar los clubes de lectura de las terapias cognitivas y que es “esencial para promover la autonomía personal”.

“El ser capaces de leer, de acabar un libro, algo que muchas personas no han podido hacer nunca al no estar adaptados, y de pertenecer a un grupo es muy satisfactorio para todas las personas que pertenecen a un club”, concluye Zugasti.

Laura Tabuyo

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