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El nuevo dilema de los trabajadores tecnológicos: “Si me pagan más pero no es ético, me voy”

Don't be evil ('No seas malo'), antiguo lema corporativo de Google

Analía Plaza

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Hasta que la compró un banco, Daniel* vivía tranquilo trabajando en una pequeña empresa financiera llamada Aplázame. “Cuando me contactaron pensé que era de créditos rápidos. Pero me informé bien, vi que no engañaban a nadie y me uní al equipo”, cuenta. “Dábamos financiación de la forma más honesta posible, explicando bien qué pasaba si alguien no pagaba. Informábamos a la gente de dónde se metía, combatíamos la letra pequeña”.

En 2018, WiZink —una entidad con numerosas condenas por vender tarjetas revolving, que cobran intereses abusivos—adquirió Aplázame y las cosas empezaron a cambiar. “Algunas aún no cruzaban mi línea roja porque no engañaban al usuario. Pero nos sugerían añadir patrones espinosos que podían hacer caer al cliente en trampas, igual que las tarjetas revolving. La línea fue ver que no siempre se tomaba la mejor decisión para los clientes”.

Cuando sintió que los principios habían cambiado, Daniel pensó que era el momento de marchar. Buscó otro trabajo y saltó a un sector alejado del financiero. “Las empresas de tecnología financiera tienen que pagar más porque la gente se va. En este sector, los trabajadores cada vez son más conscientes del impacto que tienen sus productos y servicios”, añade. “Aunque me pagaran más: si me quedaba, tenía que ser en algo ético”.

La historia de Daniel recuerda, salvando las distancias, a los testimonios del documental The Social Dilemma (El dilema de las redes sociales). Además de señalar la adicción que causan, la cinta muestra el arrepentimiento de trabajadores de la industria —diseñadores, informáticos, jefes de equipo—, ideólogos de funciones como el botón de “Me gusta” o el scroll infinito.

Hay una corriente de arrepentidos en Silicon Valley que pide a las tecnológicas arreglar el “desastre” que han creado. Y hay trabajadores tecnológicos en empresas con prácticas laborales cuestionables, como Amazon, levantando la voz para apoyar a sus compañeros de almacenes y reparto e incluso dimitiendo por el trato que les da la compañía.

En España también hay sectores que estos profesionales miran con recelo. Aunque los principios no siempre ganan al dinero y las empresas, que lo saben, sacan la chequera para atraerlos.

“Esto ha sucedido siempre con la banca”, dice Pablo Ruiz, CEO de la consultora tecnológica Kaleidos. “Bancos y energéticas tiran de talonario para asegurarse el talento reticente. La cantidad de gente potente que trabaja en banca es impresionante. En privado reconocen que no les entusiasma. La empresa se asegura de ser estable y generosa para que tus dudas existenciales se disipen”.

En Kaleidos son exquisitos escogiendo clientes, tanto que crearon un comité ético que analiza ideas dudosas y se preocupa de que estén “alineadas” con sus valores. Antes de eso, aceptaron desarrollar el portal de contenidos de una petrolera. “Pensábamos que no hacía daño a nadie, pero creo que ahora no hubiera salido”, comenta Ruiz. “El proyecto era blanco, pero de una de las empresas más contaminantes de España”.

A María*, una trabajadora con experiencia en tecnología que buscaba trabajo, le llegaron referencias de Lana, otra pequeña tecnológica dirigida a los trabajadores de plataformas tipo Uber, Rappi o Cabify. En países latinoamericanos estos trabajadores no tienen cuenta bancaria, así que las empresas no les pueden pagar. Lana les emite una tarjeta y soluciona el problema. Pero ha añadido la opción de solicitar préstamos con intereses anuales superiores al 400%. María hizo el proceso de selección, pero cuando supo lo de los préstamos pasó del tema y terminó en otro sector.

Trabajar para atraer a gente a las apuestas

“Con la proliferación de las apuestas por internet, llegó un cliente que quería recabar toda la información de las primas que pagaba cada casa. No es lo mismo apostar a que gana el Real Madrid y que me paguen 5 euros en vez de 3. Era un comparador. Lo llamaban 'democratizar' el juego online para 'empoderar' a los apostadores y que tomaran decisiones más informadas”, continúa Ruiz de Kaleidos. “La respuesta fue no. Explicamos que era un segmento con el que teníamos muchas dudas. Que si democratizar significaba atraer a más gente a las apuestas... no lo veíamos”.

El sector del juego parece sensible al dilema. Teresa, una joven especialista en reclutar perfiles técnicos, compartió recientemente en Twitter su experiencia. “En lo que va de mes he rechazado tres ofertas de empresas de juegos de azar que buscaban recruiters tech [reclutadores tecnológicos]. Una llegó a ofrecerme un aumento de salario... ¡del 56%! Parece que el movimiento contra la ludopatía ha calado y no logran contratar a nadie”. Las respuestas estaban llenas de gente asegurando que, para ellos, el juego (apuestas, casinos y juegos de azar) era una clara línea roja.

Enric, un ingeniero de calidad (perfil encargado de asegurar que el producto sale sin fallos) que trabaja en una empresa de salud, explica que los sueldos para trabajar en el juego son más altos que la media. “Mi posición puede estar entre 46.000 y 48.000 euros anuales. Las ofertas para el mismo puesto en empresas de juego superan los 60.000 euros anuales. Llegan de Irlanda y Reino Unido”, cuenta. “Cuando me han escrito para temas de póker o apuestas, nunca he pasado de cierto contacto”.

La demanda de perfiles técnicos es elevada en todo el mundo, de modo que las ofertas de trabajo —para el juego o cualquier otro segmento— son habituales. “Diría que el 40% de las que recibo son de juego. Y es el único en el que digo abiertamente que no no me veo por motivos éticos”, continúa Eric. “Tengo reticencias con los videojuegos, porque sabes que vas a hacer jornadas infinitas, y la banca me genera controversias pero es posible que me lo llegara a plantear. Tenemos la suerte de que si nos quedamos sin trabajo hay movimiento, pero es una burbuja: entiendo que otra gente no se plantee estas reticencias”.

Pentasia, una empresa de cazatalentos para el sector del juego, publica una encuesta anual sobre salarios. La media europea está en 56.000 libras (casi 66.000 euros) al año y los perfiles analizados incluyen datos, legal, atención al cliente, diseño y tecnología, operaciones y finanzas, marketing, producto y ventas. Los cargos ejecutivos llegan a los 130.000 anuales. A falta de mano de obra, los empleadores, dice el informe, “suelen mirar hacia el Este y contrata en Bulgaria, Estonia y Ucrania”. En Gibraltar, además, se concentran los puestos más elevados y el salario medio sube a 90.000 libras anuales.

“Tienes a Bwin, a William Hill y a alguna otra. Se ubican allí por los impuestos”, apunta una persona que lleva muchos años trabajando en una gran casa de apuestas. “Y en las casas necesitamos a gente con conocimientos muy específicos, especialistas en pronósticos y valoración de resultados”.

¿Cuánto hay de postureo?

Para esta persona, los rechazos por motivos éticos no son en absoluto relevantes. “Nos cuesta contratar personal técnico como a cualquier empresa. Pero en mi carrera profesional me habré encontrado a dos o tres personas que hayan dicho que no les interesa el puesto por motivos éticos. Nos ha tocado estar mal vistos, pero pasará de moda”, dice. “¿Rechazan puestos en farmacéuticas que se enriquecen en pandemia? ¿En empresas de alimentación que hacen bollería? Es todo hipocresía. Los desarrolladores juegan en otra liga de mercado laboral, con reglas distintas al resto de mortales. Todo sector tiene su punto amargo, son las empresas las que marcan la diferencia para bien o para mal”.

Fuentes especializadas en reclutar talento técnico apuntan en la misma dirección. “Hay muchos desarrolladores atraídos por el sector del juego porque es un punto de entrada a la industria del videojuego, muy pequeña en España. El gambling (juego de azar) es lo más parecido al gaming (videojuegos) que hay en informática. Hay gente que se marca esa línea roja, desde luego, pero no es un porcentaje significativo”, dice. “Una cosa es el postureo de cierta parte del sector en Twitter y luego la vida real”.

Varios consultados que rechazan el juego explican que si les llega una oferta —a veces en la oferta no aparece el nombre de la empresa, solo a qué se dedica— la ignoran sin más. Mencionan también proyectos de criptomonedas, blockchain o relacionados con el 'trading'.

“Igual la línea roja nace del desconocimiento”, reconoce Marcos, desarrollador senior en una consultora de Valladolid. “Pero día de hoy, si una gran casa de apuestas me ofrece un dineral yo digo que no. No lo quiero llamar privilegio, pero en este sector es fácil encontrar trabajo. Te podría decir que intento ser muy ético y que las empresas de reparto, Uber o Cabify me causan conflicto. Pero es complicado. Google, Facebook, Amazon... tienen comportamientos que te echas a temblar. Y no me gustan, pero tampoco he tenido el placer de rechazarlos”.

*Los nombres de Daniel y María están modificados para proteger su identidad.

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