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La ambición de Pescanova deja en el aire su futuro

Pescanova se desplomó ayer un 17,4% tras suspender la contratación de Houlihan Lockey como asesor financiero

Cristina G. Bolinches

Hace sólo cuatro años, Pescanova vestía de gala su proyecto estrella en Portugal. En la pequeña localidad de Mira, muy cerca de Oporto, iba a poner una marcha una de las mayores plantas de acuicultura del mundo, donde lograría una producción de 12.000 toneladas de rodaballo anuales. Pescanova recibía entonces los halagos del Gobierno luso, encabezado por José Sócrates, quien, durante la presentación de la planta, agradecía una inversión que iba a “incrementar la importancia económica, el desarrollo y la investigación del país”. No en vano, Pescanova giró la mirada hacia Portugal después de que la Xunta de Galicia rechazase el proyecto, al considerar que podía poner en peligro el ecosistema de Cabo Touriñán.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces. La planta de Mira, por ejemplo, no ha logrado los objetivos previstos y se alzan las voces que critican el exceso de diversificación, fruto de una estrategia personalista y férrea por parte de su presidente, Manuel Fernández de Sousa. Un crecimiento acelerado, apoyado en las cajas de ahorro gallegas, que ha provocado su endeudamiento hasta niveles hoy inasumibles.

A principios de mes la dirección de la compañía solicitó el preconcurso de acreedores y comenzó a renegociar su deuda. Sin embargo, la advertencia ayer de que dejaba en el aire la contratación de la firma Houlihan Lockey como asesor financiero de su reestructuración, provocó un nuevo descalabro en bolsa, el enésimo, al perder más de un 17%. La Comisión Nacional del Mercado de Valores, (CNMV), cansada ya de los contínuos sobresaltos en bolsa, anunció ayer al cierre de los mercados de que iniciaba una investigación de la compalía para saber si existe abuso de mercado.

Por el momento, Pescanova ha supeditado la continuidad del asesor financiero hasta que su contratación sea aprobada por el consejo de administración y una vez sean formuladas las cuentas anuales de 2012. Y dadas las diferencias en el seno del consejo de administración, no parece que éste sea el único problema sobre la mesa de la dirección de Pescanova.

Una deuda de 1.500 millones

Tanto la compañía, que oficialmente rehúsa hacer comentarios a este medio, como los representantes de los trabajadores aseguran que la empresa funciona “con total normalidad” y que el negocio carece de problemas estructurales. Pero el consejo de administración vive un conflicto nada soterrado y los bancos acreedores parecen haber echado el freno para marcar el paso en el futuro de la empresa gallega. “Nosotros vemos la situación con bastante tranquilidad porque los problemas no afectan a las fábrica sólo a la matriz. Se está trabajando con normalidad, se está comprando materia prima y se están pagando las nóminas”, explica, Francisco Vilar, responsable de organización de Comisiones Obreras (CCOO).

Es cierto que el negocio, aparentemente, funciona. En los nueve primeros meses de 2012, Pescanova mostraba su satisfacción por ver cómo sus ventas crecían un a un ritmo del 8,9% a pesar de la crisis y rozaban los 1.150 millones de euros. De hecho, ya en 2011, más de la mitad de su facturación la conseguía fuera de España. Sin embargo, parece que su capacidad de generación de ingresos no es suficiente para afrontar los pagos que adeuda y que los proyectos de acuicultura, especialmente en Chile y Portugal, no han sido tan rentables como se pensaba. Por ejemplo, la planta de Mira habría requerido una inversión inicial de 140 millones de euros, cifra que se ha duplicado en sólo tres años, según fuentes financieras. Sólo en los próximos tres años, Pescanova tiene que hacer frente al vencimiento de deuda por valor de unos 500 millones de euros. Sin olvidar, que la sociedad tiene hipotecada parte de su flota pesquera y su deuda global ronda los 1.500 millones.

Problemas por la falta de apoyo de las cajas gallegas

El endeudamiento es, por tanto, el problema que ha llevado a Pescanova a la actual situación pero la causa es la facilidad de crédito de la que gozó previamente. En 2009, el mismo año en que Pescanova vestía de gala sus proyectos de acuicultura, las cajas gallegas le facilitaron financiación por valor de 350 millones de euros. Ese mismo año, Caixa Galicia llegó a controlar el 20% del accionariado de Pescanova y suscribió, en una ampliación de capital, acciones por valor de 100,6 millones de euros; tenía, además, de voz y voto en el consejo de administración de la empresa.

Sin embargo, la fusión de las cajas obligó a una progresiva reducción de las inversiones que no tenían que ver con el eje del negocio. Así, el pasado año, la entidad hoy denominada Novagalicia Banco abandonaba el accionariado del grupo pesquero, que se quedaba sin uno de sus principales valedores financieros. De hecho, las complicaciones ya se hicieron notar el pasado año, cuando Pescanova puso en marcha una oferta pública de venta de su filial chilena, que no logró sacar adelante.

Un modelo de negocio ‘vertical’

Pescanova ha sustentado su modelo de negocio en lo que denomina “integración vertical”, es decir, en controlar la producción desde la pesca (cuenta con una flota de casi un centenar barcos), pasando por su transformación, hasta su comercialización en el punto de venta. En total, el grupo está compuesto por más de 160 empresas, entre las que hay filiales y participadas. Juntas abarcan 30 plantas de procesamiento, 50 instalaciones de acuicultura, además de la flota de pesca. En la última década, Pescanova se hizo con el control de sociedades como Pescafina, Fricatamar, Congepesca, Ultracongelados Antártida, la francesa Krustanord o la norteamericana Ladex, además de crecer en mercados como Japón, Grecia, Polonia, Guatemala, Nicaragua, Ecuador, Namibia o Mozambique.

Actualmente, Pescanova tiene más de 10.500 empleados, de los que 1.500 están en Galicia, según el representante del sindicato que, pese a la aparente gravedad de la situación, afirma ser “optimista, porque ha habido reuniones con los comités de empresa en las que nos han recalcado que el preconcurso es una medida preventiva y temporal que tiene fecha de caducidad (puede prolongarse tres meses) para proteger los activos de la compañía”. “Nosotros hemos pedido una reunión con el consejo de administración para que nos den más información y aún no se ha reunido pero es un tema lo suficientemente serio como para especular, y no queremos hacerlo”, recalca Francisco Vilar.

Los problemas del consejo de administración

Pero si algo no falta en las últimas semanas alrededor de Pescanova son especulaciones. Una de ellas gira en torno a quién va a mandar en la compañía a partir de ahora. Uno de los candidatos es el grupo cervecero catalán Damm, que también es accionista de otras grandes empresas de alimentación españoles como Ebro Foods. Damm es el segundo accionista de Pescanova, con el 6,18% de sus acciones, sólo por detrás de su presidente, Manuel Fernández de Sousa (14,4%). La compañía de la familia Carceller reaccionó al preconcurso de acreedores solicitando la reunión de un consejo de administración extraordinario para decidir la estrategia a seguir. Y, por ahora, sigue a la espera.

La principal solución es la renegociación de la deuda, y ahí todo corre a cargo de la voluntad de la banca. Por ejemplo, el principal acreedor de Pescanova, con más de 200 millones de euros, es el Banco Sabadell, quien ha asegurado que pondrá “todo el empeño” para resolver la situación lo antes posible. Sin embargo, en un análisis elaborado por los analistas del mismo banco, aseguraba que “ante la imposibilidad de cuantificar el riesgo” y por “las dudas generadas, la situación nos lleva a sacar el valor de la cartera Medium & Small”. Además, el informe reconocía que “la única solución” para Pescanova pasa por “llegar a un acuerdo con las entidades financieras condicionado a la venta del negocio de salmón en Chile y, así, salvar el impacto financiero a corto plazo”.

Mientras se alzan voces a favor de la ‘galleguidad’ de Pescanova, los bancos inversores podrían forzar una nueva inyección de capital, una nueva ampliación que, junto con la renegociación de la deuda, dé aire a las finanzas del grupo pesquero. Pero un nuevo accionista podría llevar el control de la sociedad más allá de Galicia. Y ahí la mano salvadora, de nuevo, podría venir de la Xunta de Galicia. De hecho, ya lo hizo a mediados de los años 90, cuando la Xunta entonces presidida por Manuel Fraga intervino a través de un préstamo en forma de obligaciones para facilitar el saneamiento de la compañía y evitar que la pontevedresa cayese en manos de la angloholandesa Unilever.

Los ganadores de la crisis del grupo

Hoy, Pescanova tiene su futuro en el aire, a la espera de conocer si consigue salir del preconcurso y de cómo puedo lograrlo. Pero, como en toda crisis, habrá ganadores y perdedores. Entre los primeros están quienes han aprovechado las circunstancias y, sobre todo, el desplome en Bolsa, para hacer negocio. Antes de comunicar el preconcurso, cada acción del grupo pesquero costaba en el parqué madrileño 17,4 euros y, en una jornada normal, solían intercambiarse alrededor de 100.000 títulos del grupo. Compraventa que se multiplicó por diez, y superó los 10 millones de acciones, cuando las acciones se desplomaron hasta los 6,3 euros. Unas operaciones que fueron gestionadas por algunas de las principales firmas de valores, como Renta 4, Gaesco Bolsa, Santander o Morgan Stanley.

Además, antes de que se conociera el preconcurso del grupo pesquero, desembarcaron en su capital dos sociedades de inversión: Silicon Metals Holding (que posee el 5%) y Capital Research and Management Company (3,415%), pero los detalles de estas inversiones no se han hecho públicos, según los registros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Ayer, después del conocer que Pescanova suspendía la contratación de Houlihan Lockey, sus acciones volvieron a resentirse y cerraron la sesión perdiendo el 17,4% de su valor. Si los acontecimientos no cambian, no parece que la de ayer fuese el último día de malas noticias para la empresa gallega.

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