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La presión de los lobbys del automóvil, el gas y el glifosato marcan la presidencia alemana de la UE

La canciller alemana, Angela Merkel, en la planta de Volkswagen en Wolfsburg, en abril de 2012, con el entonces primer ministro chino, Wen Jiabao.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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Será una presidencia marcada por el coronavirus. Como lo ha sido la croata, que arrancó el 1 de enero y está a punto de concluir. La presidencia de turno de la UE recae en Alemania, en el Gobierno de Angela Merkel, a partir del 1 de julio y durante seis meses, y tendrá como prioridades afrontar la crisis sanitaria y económica de la pandemia, además de culminar las negociaciones sobre el fondo de recuperación, el presupuesto de la UE, el Brexit y abordar los desafíos climáticos.

El informe de Corporate Europe Observatory y Lobby Control, publicado este martes y al que ha tenido acceso eldiario.es, analiza los riesgos que acechan a la presidencia alemana.

Así, el documento recuerda que siempre que se han abordado las revisiones a la baja de los límites en las emisiones, el Gobierno alemán ha sido sensible a la presión de la industria del motor. “¿Continuará el gobierno alemán exigiendo un tratamiento especial para la industria automotriz en el Acuerdo Verde Europeo y abogará por un apoyo especial del paquete de recuperación de coronavirus?”, se preguntan los autores.

El documento también recoge que “a pesar de la reputación ecológica del Gobierno, el Ministerio de Asuntos Económicos de Alemania es un gran defensor de una mayor dependencia del gas [un combustible fósil sucio]. ¿La presidencia alemana mantendrá el apoyo a la industria del gas?”

El estudio afirma que “el apoyo constante a las industrias del automóvil, gas, agroquímicos y pesca de Alemania debilita la afirmación de que sea un gobierno defensor del clima y el medio ambiente”.

“El Ministerio Federal de Asuntos Económicos y Energía (BMWi), con el ministro Peter Altmaier, a menudo utilizan su poderosa posición para ejercer su autoridad en nombre de los principales actores corporativos de Alemania, incluidas las industrias automotriz y editorial, en detrimento del interés público”.

La investigación también revela el “sesgo ideológico hacia las industrias de exportación, con vistas a apuntalar la toma de decisiones del Gobierno alemán en los asuntos internos y de la UE para mantener su excedente de exportación. Esto explica el apoyo a Bayer y BASF, y la industria automotriz, incluso en materia de política fiscal”.

“En muchos de los casos”, prosigue el informe, “se presenta la abrumadora sensación de que, si bien la industria tiene es escuchada por el Gobierno alemán, la sociedad civil a menudo no. La estrategia de gas del Gobierno se desarrolló de forma opaca; durante el proceso de autorización del glifosato en la UE, pilotado por el gobierno alemán, se garantizó que los aportes de la industria fueran significativos, mientras que las aportaciones de la sociedad civil se limitó a una 'consulta' formal. En la pesca. por ejemplo, la industria alemana puede sentarse en las negociaciones oficiales de cuotas de la UE, mientras que las ONG han sido rechazadas”.

Cuando Alemania asuma la presidencia de la UE, su papel incluirá la presidencia del Consejo de la Unión Europea. El Consejo, al reunión de los gobiernos de los 27, “es la más opaca de las instituciones de la UE y esto crea un grave déficit democrático, ya que impide que el público exija que sus gobiernos rindan cuentas sobre la toma de decisiones de la UE”.

Según el informe, esto juega a favor de “los actores empresariales, con capacidad, recursos, redes y acceso para obtener la información necesaria y alimentar sus intereses en el proceso político, eclipsando a los grupos de la sociedad civil que carecen de los recursos equivalentes”.

En dos archivos financieros recientes (titulización y taxonomía sostenible), “el Gobierno alemán ha utilizado su influencia en Bruselas para apoyar a dos de sus mayores aliados de la industria, las industrias automotriz y de gas”, explica el documento.

“Las grandes multinacionales de Alemania usan paraísos fiscales para evitar impuestos”, abunda el informe: “Y se han opuesto a exigencias financieras más transparentes y, junto con el Gobierno alemán, han logrado bloquear repetidamente el progreso en este asunto dentro de la UE. Las señales del Gobierno sobre un impuesto a los servicios digitales para los gigantes de internet, como Google, también son profundamente preocupantes”.

La investigación destaca que “las multinacionales agroquímicas alemanas, como Bayer y BASF, tienen un gran peso económico, y el sector ejerce una influencia considerable a escala nacional y de la UE para promover una regulación blanda de sus productos, desde productos químicos endocrinos hasta el controvertido herbicida de glifosato”.

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