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La recesión languidece, la crisis se mantiene con fuerza

El paro seguirá muy elevado durante los próximos trimestres

Belén Carreño

En un mar de 4,7 millones de parados registrados, 31 desempleados menos son una pura anécdota. Pero detrás de esta nimia cifra de recorte del desempleo se esconde un esperanzador cambio de tendencia en los datos desestacionalizados (corregidos del efecto calendario) que arrojan un recorte de más de 13.000 parados de un mes a otro. Hasta conocer los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) que aclararán si este recorte está motivado por la pérdida de población activa (trabajadores que se salen del mercado laboral), el dato refrenda la sensación que tiene gran parte del mundo económico (y que incluso recogió Alfredo Pérez Rubalcaba asegurando que “lo peor de la recesión ya ha pasado” de que el ardor contractivo se apaga.

Así, los últimos indicadores económicos apuntan a que la recesión en España se está atenuando y que la caída de la actividad se podría detener definitivamente en los próximos meses. Pero el alivio estadístico tardará aún mucho tiempo en traducirse en un respiro para los millones de hogares españoles con todos sus miembros en paro. El final de la recesión no implica, según los expertos, la llegada de la recuperación. España se enfrenta en los próximos trimestres a un impasse en el que apenas se creará empleo, mientras el monstruo de los intereses de la deuda seguirá engordando.

“El cambio de tendencia parece confirmarse pero la intensidad de ese alza va a aumentar muy poco a poco, con tasas de crecimiento reducidas y con una dificultad considerable para generar empleo. Lo mejor que podríamos decir es que hemos alcanzado un posible punto de inflexión pero la economía no goza aún del vigor suficiente”, apunta el catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido), Santiago Carbó.

Por lo pronto, la economía española cayó en el segundo trimestre de 2013 un 0,1%, una décima que en términos estadísticos se asemeja a la irrisoria reducción de 31 parados. Con el verano con el tiempo de cara, en el tercer trimestre sería casi imposible no ver un crecimiento positivo en términos intertrimestrales. Y si la inercia lo permite, la suma de un segundo signo positivo en la economía en el último trimestre del año daría por zanjada la recesión. El invierno será clave para medir la capacidad de la economía para reaccionar. “Un test”, en palabras de Carbó.

Hay otros factores

Pero la recuperación económica no se puede medir solo en términos de actividad económica. El economista y autor del libro Hay vida después de la crisis José Carlos Díez recuerda que los criterios para medir el final de una recesión son más amplios y deben tener en cuenta la creación de empleo. Así, el comité independiente que sigue y cifra en EEUU la duración de los ciclos económicos, un organismo de mucho prestigio en el mundo económico y que dicta cuándo comienza y acaba una crisis, tiene en cuenta varias variables como el PIB, pero también la renta disponible, la producción industrial, las ventas minoristas y por supuesto, el empleo.

Aunque ninguno de estos indicadores está aún en tasas positivas en España, sí todos han frenado su caída casi libre de los últimos meses. Todos, menos el desempleo, que sigue cayendo pese al frenazo en seco de la subida del paro. En agosto se destruyeron 99.000 empleos y en lo que va de año más de 900.000. El economista jefe para España de BBVA, Miguel Cardoso, asumía ayer en su cuenta de twitter que estas cifras corresponden a “una economía en estancamiento o crecimiento marginal”. Y eso que el experto se mostraba positivamente sorprendido porque los datos eran mejores de lo esperados.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, emitió el martes sus previsiones económicas para los países miembro, muy en línea a las que han emitido con anterioridad los otros organismos internacionales. España estará oficialmente en recesión todo 2013 y en 2014 se iniciará una tímida recuperación (del 0,4% del PIB según este organismo) que no podrá combatir de ninguna forma una tasa de desempleo que la entidad eleva al 28% el próximo año. Con un tercio de la población activa en paro, será difícil decir que la recesión ha terminado.

Como receta mágica para mejorar la contratación, la OCDE pidió una exigencia ya clásica entre las instituciones internacionales: el fin de la ultraactividad de los convenios, esto es, que si no se renegocian los acuerdos colectivos en las empresas, los derechos se pierdan.

Siguiendo con los consejos y previsiones de los órganos internacionales, el FMI ha sido el que más se ha atrevido a mirar en el largo plazo a la economía española. En un extenso informe de julio aseguraba que antes de 2018 no espera que la economía crezca a un ritmo superior al 1%. Con esas tasas, la creación de empleo es casi imposible (de hecho el organismo sitúa, a un lustro vista, la tasa de paro en un 25%), pese a que el ministro de Economía, Luis de Guindos, insista en que con la reforma laboral se pueden crear puestos de trabajo con apenas impulso de la actividad económica gracias a las menores exigencias en crear un empleo. Es decir, será más fácil crear contratos de usar y tirar. En cualquier caso, a este ritmo la crisis social tardará en pasar más de una década.

Entorno anémico

Díez asume como plausible que se cree algún tipo de empleo con un crecimiento así de débil pero otra cosa es la capacidad de España de reabsorber su deuda en un entorno anémico. “Estamos en una crisis de deuda, ese es realmente el elemento que debemos resolver, y necesitamos crecer al menos en un 4 o 4,5% nominal para estabilizar la deuda”, señala el autor. Un crecimiento así, ni está ni se le espera.

Con todo, Díez alberga la esperanza de que la pujanza del sector exportador termine teniendo un efecto en el empleo, aunque esta correa de transmisión tardará meses en moverse. “El sector comenzará por invertir en capital, y tratará de apurar todo lo posible la producción con el empleo actual”, matiza. “La industria es además más intensiva en capital que en mano de obra, sin embargo, una vez que comience a tirar tendrá un efecto de arrastre sobre el resto de la economía”.

En completar este proceso la economía tardará varios trimestres. Pero este experto teme que una vez que las cifras dejan de ser terroríficas y la prima de riesgo ha caído hasta límites razonables (se mantiene desde hace semanas sobre los 250 puntos básicos en el diferencial frente a la deuda alemana), el Gobierno se deje llevar por la complacencia y la falta de un impulso en política económica lleve al traste esta recuperación.

Carbó concuerda en que será difícil que “antes de un par de años se haga la transición entre crecimiento anémico y sostenido”. Pero también recuerda que “no todo está en manos de España, lo que suceda en Europa será fundamental. Hoy por hoy no parece factible, en todo caso, que Europa vaya a colaborar en mucho a que España muestre una mayor capacidad de sorpresa y de recuperación económica”, lamenta. En esta encrucijada el resultado de los comicios alemanes, el próximo 22 de septiembre, puede ser el punto de inflexión que necesita la Unión Europea en materia económica.

La prensa extranjera

De parte de la recuperación española se han colocado, paradójicamente, los medios anglosajones, los mismos que han llenado portadas con su “pain in Spain”. Tanto el Wall Street Journal como el Financial Times (este último particularmente crítico con todos los datos que procedan de la Península Ibérica), han ya informado en sus diarios de los brotes verdes en España y de la posibilidad de una recuperación inminente. Un éxito que atribuyen a las políticas de austeridad.

Esta campaña, acompañada incluso de recomendaciones de traders internacionales para invertir en España se ha notado en una mejoría en la entrada de la inversión y sobre todo de animación en la bolsa española que ha registrado durante el verano una pronunciada tendencia alcista.

Lo que no dicen esos medios, claro, es que una vez pase la recesión, e incluso la crisis, gran parte del Estado del bienestar se habrá evaporado. Los españoles recuperarán algún día un empleo, pero difícilmente su calidad de vida.

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