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Aida Folch: “Ser actriz quizás me convierte en mejor persona”

Retrato de la actriz Aida Folch.

Aida Folch

Hay un poema de Miquel Martí i Pol que dice: “La belleza es un pájaro que se nos muere en las manos”. La belleza desaparece y luego lo que te queda es tu cabeza, tu cultura, lo que hayas hecho con tu vida. Y eso es precisamente lo que podemos aprender de las personas mayores.

Cuando oí hablar del proyecto CiberCaixa Penitenciarias me emocioné muchísimo. Me parece una iniciativa preciosa. Para que nuestra sociedad marche bien debemos valorar a nuestros mayores: y eso pasa por darles más oportunidades, más actividades y más ayudas para vivir dignamente. Es increíble conseguir que personas, que podrían ser mis abuelos, se sientan mejor consigo mismas, acompañadas, y que compartan tiempo con gente que merece una segunda oportunidad, que está a punto de salir de la cárcel, que necesita reinsertarse. Es muy necesario ese intercambio para unos y para otros.

Además, me parece muy bonito que sean personas mayores las que van a los centros penitenciarios a enseñar nuevas tecnologías, tan necesarias en el mundo en el que vivimos. Yo admiro muchísimo a todos aquellos que deciden hacer en su edad madura todo lo que quizás no han podido hacer antes. La curiosidad, el movimiento y la acción deben de seguir siempre en la vida de uno, tenga la edad que tenga. Porque eso es lo que te hace evolucionar y crecer constantemente. Nunca es tarde para aprender y para vivir experiencias. Y no podemos perder de vista los valores. 

Tenemos que conservar nuestra humanidad. Porque estamos aquí de paso, y nos podemos arrepentir de haber dedicado nuestra vida a cosas que no tenían importancia. Marco Aurelio, de hecho, tenía una frase que dice: “Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza”.

Ser actriz es un trabajo lleno de humanismo. Mi profesión me obliga a ser empática, a no juzgar a los personajes que interpreto, incluso a entender mejor al ser humano: por qué somos como somos y cuáles son nuestras distintas realidades y motivaciones. Este entramado tan interesante hace que en mi vida personal sepa ponerme más fácilmente en el lugar de otros y quizás me convierta también en mejor persona. Además, tanto el cine como la televisión son plataformas ideales para mostrar y concienciar sobre temas sociales. Y a mí poder contribuir es algo que me hace inmensamente feliz. Tengo la sensación de poder aportar mi granito de arena.

He tenido la suerte de participar en películas de índole social como Los lunes al sol, que habla del paro, Salvador (Puig Antich) o Cuéntame, que forman parte de la historia de nuestro país, y, por supuesto, Vicente Ferrer, una película que me marcó profundamente. Interpreté a su mujer, Anna Ferrer. Conviví con ella durante mes y medio para poder clavar mejor el papel y eso fue todo un regalo para mi vida, no solo en el plano profesional. Anna es una fuerza de la naturaleza: una mujer con unos valores tan férreos que merece toda mi admiración.

Durante mi estancia viví en la fundación, como todos los demás, de una manera muy austera, con poca agua, con la comida y los problemas del país: las carreteras, la falta de infraestructuras. También fui a inaugurar orfanatos, visité hospitales y pude ver de primera mano que el trabajo de los voluntarios es totalmente imprescindible para nuestro bien común.

Aunque creo que la solidaridad es un sentimiento, como el amor, que tenemos intrínseco todos los seres humanos, también pienso que hay que reforzarlo y desarrollarlo a través de los valores morales y éticos; es decir, desde la educación. Está en nuestra mano ser generosos en mayor o en menor medida. Vicente Ferrer decía: “el acto bueno nos hace felices”. Y es totalmente cierto. Yo necesito llenarme de este tipo de experiencias y por eso intento colaborar en causas sociales.

Me gustaría pensar que el mundo va hacia un lugar donde la tecnología hará los trabajos más duros y el ser humano estará más orientado a lo social. Y me parece ideal que cada día más personas mayores se dediquen al voluntariado y, en definitiva, se sientan más útiles y estén en contacto con todo tipo de personas. Es un dar y recibir; lo que vendría a ser en realidad el sentido de vivir.

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