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La fórmula para que peatones y patinetes eléctricos puedan convivir en paz

Un usuario de patinete eléctrico.

Patricia Camacho

Un patinete tirado en mitad de la acera es una estampa cada vez más habitual en las grandes ciudades. Desde que comenzaron a proliferar este tipo de vehículos, los peatones, muchos de ellos también usuarios de este medio de transporte, han tenido que encarar que estén mal aparcados y, en ocasiones, incluso impidiendo el paso para los que caminan.

Precisamente, fue esta problemática en la que se fijaron el verano pasado los cuatro fundadores de Reby (Pep Gómez, Kiran Thomas, Cristina Castillo y Guillem Pages) para montar esta empresa de vehículos eléctricos –de momento tienen patinetes, pero en un futuro también trabajarán con bicicletas- que, como indica una de las cofundadoras, Castillo, pretende dejar atrás el modelo importado desde EEUU, “muy depredador de la ciudad”, y poner como prioridad al peatón. De momento, en Zaragoza ya tienen 850 patinetes cada día en la calle, en Barcelona 500 y en Gijón, 100.

Con un amplio bagaje en China, donde trabajaron durante años con la fabricación de bicicletas eléctricas, la idea es que su patinete, del cual también se encargan de su fabricación, fuera más adecuado en un entorno, el de la movilidad urbana, en el que se están produciendo grandes cambios, principalmente con la aparición de vehículos, desde los coches al propio patinete, con la posibilidad de ser compartidos por diferentes usuarios.

Pero, ¿cómo facilitar la no siempre fácil convivencia de peatones y patinetes eléctricos? La estrategia de la empresa de transporte sostenible se ha apoyado en tres pilares. El primero, que el usuario tenga que candar los patinetes, lo que les obliga a aparcarlos. En segundo lugar, recurrieron al diseño para fabricar un producto más robusto, con una plataforma más ancha y sin que hubiera vibraciones en el manillar, lo que también es una forma de ofrecer seguridad al conductor del patinete y reducir posibles accidentes.

La tercera clave tiene que ver con la velocidad. En la actualidad, la normativa española señala que el máximo permitido para este tipo de vehículos es de 25km/h, pero en Reby la limitaron a 20 km/h. “Todavía hay mucha gente que no está acostumbrada a conducir el patinete, por lo que creemos que de momento esta es la velocidad adecuada”, sostiene Castillo.

Otro problema con el que se han encontrado tanto empresas como usuarios de estos vehículos es su durabilidad. Normalmente, los patinetes, debido a las dificultades que tienen que hacer frente en la vía pública, tienen una vida de unos dos meses. Por este motivo, en Reby pensaron y diseñaron el producto para que tuviera un uso compartido real, y no fuera un producto individual que se comparte, lo que propicia que se estropeen con más facilidad. De momento, han logrado que sus mismos patinetes lleven en las calles ya siete meses.

Sostenibilidad y acción social

En ocasiones, el uso del patinete se ha relacionado con entornos sociales urbanitas e incluso de cierta capacidad adquisitiva. Sin embargo, estos fundadores quisieron que su firma se vertebrara en torno a dos ejes, el de la sostenibilidad y la acción social. El primero lo intentan cumplir con la mayor durabilidad de los patinetes, que origina menos producción de residuos. “Además, el producto tiene menos plástico y más aluminio, que es algo con lo que todos estamos cada vez más concienciados”, añade Castillo. 

En cuestiones de acción social, la empresa destaca por encargase de toda la operativa logística: son ellos los que recogen y recargan los vehículos. Y tiene empleadas hasta a 14 personas con discapacidad. En total, la empresa emplea a 75 trabajadores.

En cuanto a la tarifa, esta se sitúa de 1 euro por el desbloqueo del patinete más 15 céntimos por minuto. Sin embargo, la empresa ya ha anunciado que en un futuro aquellos que usen el transporte público no tendrán que pagar el desbloqueo.

Ciudades más saludables

El uso del patinete, como otros vehículos eléctricos, se está afianzando en las grandes ciudades. En algunas, además, se están poniendo en marcha medidas que fomentan su uso, como en Zaragoza, donde el coche privado ya no se puede aparcar en la primera plaza de las calles, sino que esta se reserva para los vehículos compartidos, lo que aumenta la visibilidad de los conductores de coches, que pueden ver quién va a cruzar la calle.

“Se ha de favorecer este tipo de vehículos que ayudan a que las ciudades sean más saludables. Todo lo que favorezca sacar coches de la calle, siempre que esté regulado, es una buena noticia”, afirman desde esta empresa en la que reivindican “ciudades más limpias y más para el ciudadano. La movilidad del futuro pasa por ser compartida y eléctrica”.

Su objetivo ahora es “seguir creciendo” y “llegar a más ciudades donde haya demanda”, siempre de forma sostenible. Porque si se llenan las calles de patinetes y bicicletas eléctricas de uso compartido, que sea cómodo y seguro para sus conductores y los peatones.

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