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Cómo sobrevivir al cáncer sin enfermar del corazón

El tratamiento oncológico triplica el riesgo de complicaciones cardiovasculares a medio y a largo plazo.

Eric Santaona

Las visitas al médico de una persona que ha padecido con un proceso oncológico no terminan con la última sesión de radio o quimioterapia, sino que podrían prolongararse el resto de su vida, bajo la probable premisa de padecer un accidente cardiovascular si no cuidan mucho su salud y no se someten al estricto control de un cardiólogo.

Tal como señala el Dr. Jesús García-Foncillas, director del Instituto de Oncología OncoHealth y del Departamento de Oncología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, “nuestro objetivo se dirige a evaluar y anticiparnos a los problemas cardiológicos que se pueden presentar como consecuencia de la evolución de algunos tumores, así como en relación con los propios tratamientos oncológicos desde la investigación a la clínica trabajando estrechamente entre todos los especialistas implicados”. Un ejemplo muy claro de ello es el cáncer de mama y los anticuerpos anti-HER2.

Son varios los estudios que han demostrado que el tratamiento oncológico triplica el riesgo de complicaciones cardiovasculares a medio y a largo plazo, afectando a la calidad de vida y al futuro vital de los pacientes. Aunque no se conozcan demasiado los mecanismos de esta correlación, las estadísticas y la constatación empírica de los especialistas revela que tanto el tratamiento quimioterápico como los tratamientos con radioterapia tienen especial incidencia negativa en el sistema cardiovascular para los supervivientes de un cáncer.

De hecho, la causa más frecuente de mortalidad en mujeres que sobreviven a un cáncer de mama o un linfoma de Hodgkin son los problemas cardiovasculares asociados a la toxicidad de las terapias, según se puso de manifiesto en el Primer Simposio de Cardio-Oncología celebrado en Madrid en 2015. En el mismo se abordaron por primera vez de una manera conjunta los problemas que afectan tanto a la Cardiología como a la Oncología y la Hematología, y que se agrupan bajo el paraguas de esta nueva disciplina.

Un riesgo para los supervivientes

El nacimiento de la Cardio-Onco-Hematología es reciente por dos motivos concretos: muchos pacientes con cáncer pueden recibir tratamientos tóxicos para el corazón y/o padecer una enfermedad cardiovascular previa al diagnóstico de su neoplasia. Por otro lado, a medida que la tasa de supervivientes a los distintos tipos de cáncer ha ido aumentando, y también a medida que han ido evolucionado los antiguos enfermos que en su día superaron la enfermedad, se ha podido constatar esta correlación entre supervivencia y aumento del riesgo cardiovascular, siempre ligado a la alta toxicidad de los tratamientos.

La Sociedad Española de Cardiología calcula que el 11% de los pacientes de 40 años o más que superaron un cáncer en la infancia, sufrirán una cardiopatía grave en su madurez, especialmente infartos, o bien precisarán de un tratamiento por problemas cardiovasculares. Pero el de los tumores malignos infantiles es un segmento minoritario que puede ser abordado preventivamente. En cambio, el de los adultos por encima de los 65 años es un panorama más frecuente y más complejo de tratar.

Según la doctora Teresa López-Fernández, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardio-Oncología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), “alrededor de dos tercios de los pacientes oncológicos tienen más de 65 años; es una edad de mayor riesgo cardiovascular, lo que quiere decir que hay muchos pacientes que cuando desarrollan un tumor ya tienen la enfermedad cardiovascular, con lo cual son más sensibles a otros problemas relacionados con el corazón”.

Tal es el caso de la leucemia linfática crónica, la forma de leucemia más frecuente en nuestro país y que afecta especialmente a personas en edad avanzada, cuya salud cardiovascular suele ser ya bastante frágil. “Esta circunstancia puede condicionar la elección del tratamiento, o bien comprometer las terapias por la aparición de efectos adversos cardíacos o vasculares”, explica la Dra. Pilar Llamas, jefe del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz.

Unidad de Cardio-Oncología pionera en la Fundación Jiménez Díaz

Este tipo de pacientes necesitan un abordaje combinado, que coordine la monitorización de la terapia de manera que se pueden identificar y tratar eficazmente complicaciones vasculares de estos pacientes. Precisamente el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, dentro del Instituto Oncológico Oncohealth, puso en marcha en abril del año pasado una de las primeras unidades asistenciales de Cardio-Onco-Hematología de España. La finalidad de esta unidad es estudiar tanto el riesgo cardiovascular en supervivientes de un tumor, como de tratar de prever los futuros riesgos que puedan tener los distintos tratamientos en función del tipo de cáncer. 

“La puesta en marcha de la unidad nos permite no sólo tratar al paciente oncológico que ya tiene el problema cardiovascular, sino también detectar al paciente que puede llegar a sufrirlo y aplicar en él la prevención precoz y, en su caso, el tratamiento desde las fases más iniciales”, indica el doctor José Tuñón, jefe del Servicio de Cardiología de la Fundación Jiménez Díaz y uno de los integrantes de la citada unidad.

Autotraspante de mitocondrias para prevenir infartos

La unidad de Cardio-Onco-Hematología de la Fundación Jiménez Díaz va más allá de la asistencia a enfermos y se adentra en el campo de la investigación; el codirector de la misma, el doctor Borja Ibáñez, dirige el proyecto MATRIX, que busca el desarrollo de técnicas innovadoras para evitar la toxicidad asociada a los tratamientos de cáncer. MATRIX se lleva a cabo en colaboración con el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y gracias a una beca competitiva de dos millones de euros durante cinco años concedida por la Unión Europea.

Una de las investigaciones del doctor Ibáñez se centra en las mitocondrias de las células cardíacas, ya que suelen verse muy afectadas por los tratamientos contra el cáncer, lo que incide en que la célula cardíaca pierda buena parte de su vitalidad, disparando el riesgo de insuficiencia cardiaca en el futuro. MATRIX propone a este respecto una detección no invasiva del daño mitocondrial en los primeros estadios de la terapia, para ver su toxicidad, así como un revolucionario tratamiento llamado “auto trasplante mitocondrial”. Consiste en propiciar una renovación de las mitocondrias dañadas, de modo que la célula reponga estos orgánulos, que le son fundamentales para obtener la energía necesaria para seguir funcionando. “Se trata”, explica el investigador, “de un abordaje radicalmente nuevo y que tenemos intención de llevar a la clínica si MATRIX resulta exitoso”. “Esto sería”, termina Ibáñez, “un cambio en el paradigma en el tratamiento de las enfermedades del corazón”.

De este modo, los avances en el campo de la Cardio-Onco-Hematología no se limitarán a esta especialidad, sino que aportarán beneficios también a la cardiología, oncología y hematología por separado.

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