Viajeras intrépidas que rompieron moldes

Bessie Coleman, primera mujer afroamericana en conseguir una licencia de aviación

Elisa Caballero / Elisa Caballero

Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una jornada en la que se reivindica la igualdad de derechos, y la necesidad desarticular los mandatos de género asignados a las mujeres. Desde aquí queremos dedicarle este artículo a todas aquellas que rompieron moldes y se aventuraron en viajes a territorios lejanos, a aquellas que fueron nómadas, curiosas, investigadoras, exploradoras, mujeres emancipadas que, en definitiva, se permitieron ser libres.

Isabella Bird

Mientras la sociedad victoriana británica estaba regida por un sistema patriarcal, esta trotamundos, fotógrafa y escritora exploró Estados Unidos, Hawái, India, Kurdistán, el golfo Persa, Irán, el Tíbet, Malasia, Corea, Japón y China. De Hawái dijo: “las gente de Hawái es más feliz que en otros lados. Me provoca mucha alegría vivir entre personas cuyos rostros no están amargados por los vientos del este, o arrugados de tanto preocuparse por mantener las apariencias, lo cual -como sabemos- no engaña a nadie”.

Fue la primera mujer en ser elegida socia de la Royal Geographical Society, una institución británica que trabaja para el desarrollo de la ciencia geográfica. Entre sus viajes se incluye uno con los soldados británicos en el que viajó a caballo de Bagdad a Teherán. Durante sus múltiples aventuras tomaba notas que se convirtieron en destacados libros de viajes tales como “Viajes por Persia y Kurdistán”, “El archipiélago hawaiano” y “Una mujer en las montañas rocosas”. Bird murió en Edimburgo unos meses después de su vuelta de un viaje con una comunidad bereber en Marruecos.

Valentina Tereshkova

Fue la primera mujer en la Historia en viajar al espacio. Estudió Ingeniería y en 1962 fue seleccionada para su ingreso en el cuerpo femenino de astronautas. El 16 de junio de 1963, con 26 años, se convirtió en la primera mujer en viajar fuera de la órbita terrestre. “Una vez que has estado en el espacio, aprecias cuán frágil y pequeña es la Tierra”, expresó la astronauta.

Tuvieron que pasar 19 años hasta que otra mujer (Svetlana Savísskaya) lo repitiera. La misión de Tereshkova también formaba parte de una investigación del Programa Espacial Soviético cuyo objetivo era determina si las mujeres tenían la misma resistencia física y psicológica que los hombres en una nave espacial. La conclusión fue, por supuesto, afirmativa.

A lo largo de su vida, Tereshkova desempeñó varios cargos políticos: miembro del Soviet Supremo, Presidium del Soviet Supremo y miembro del Comité Central del Partido Comunista. Fue una activista en la lucha por los derechos de las mujeres soviéticas. Otra de sus citas célebres fue: “si las mujeres pueden trabajar en la construcción de ferrocarriles en Rusia, ¿por qué no pueden volar al espacio?”. En 1997 se retiró y en 2014 fue la portadora de la antorcha olímpica en los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi (Rusia). Sus ganas de seguir descubriendo nuevos horizontes siguen vivas, pues en 2013 confesó su deseo de viajar a Marte, aunque el trayecto fuera solo de ida.

Junko Tabei

Primera mujer que alcanzó la cima del Everest el 16 de mayo de 1975. Tabei nació en Japón, en la prefectura de Fukushima. Con 10 años ascendió el monte Nasu, un volcán situado al norte del país y esta experiencia marcó el devenir de su existencia. Se unió al Club de Montaña de su universidad y fundó el Club de Montaña para Mujeres en 1969. En 1975, con 35 años, escaló la montaña más alta del mundo y en 1992 se convirtió también en la primera mujer en completar las Siete Cumbres, las montañas más altas de cada continente.

Destacó en un área que ha estado dominada siempre por hombres y en una sociedad en la que, “incluso si las mujeres trabajaban, solo se les pedía a ellas que sirvieran el té en casa”, en palabras de la montañera. Durante toda su vida escaló picos en más de 60 países diferentes y siguió haciendo montañismo hasta su muerte, con 77 años.

Bessie Coleman

Nació en 1892 en Texas. Con 23 años decidió que quería ser piloto. Sin embargo, ninguna escuela de aviación de su país la admitió por el hecho de ser mujer y negra, sufriendo una doble discriminación: racial y de género. Así pues, después de aprender francés, se mudó a París. En 1921 se convirtió en la primera persona americana (de cualquier género y raza) en conseguir una licencia de aviación internacional de la Féderation Aéronautique Internationale y la primera mujer afroamericana en obtener una licencia de aviación en general. Se especializó en vuelos acrobáticos y paracaidismo. 

En 1922 volvió a su país y fue la primera mujer en pilotar un vuelo en Estados Unidos. Dijo que el aire era el único lugar libre de prejuicios. Murió a los 34 años en un accidente durante el ensayo de un espectáculo de acrobacias aéreas y no pudo cumplir su sueño de abrir una escuela de aviación para afroamericanos.

Mary Kingsley

“Un negro no es un blanco subdesarrollado de la misma manera que un conejo no es una liebre sin desarrollar”, argumentaba Kingsley para acallar las voces que defendían la supremacía blanca en la Inglaterra de finales del siglo XIX, así como las que se alzaban en contra de la igualdad  de la mujer.

Su padre fue un doctor trotamundos, permanentemente ausente debido a sus innumerables viajes, desde donde escribía cartas y postales a su hija. Esta las devoraba, así como hacía con los libros de viajes y obras científicas, históricas o geográficas que se encontraban en la biblioteca de su casa. Esto estimuló y avivó sus deseos de conocer mundo. Con 30 años, después de que sus dos progenitores hubieran muerto, puso rumbo a África con la idea de finalizar el libro que su padre había comenzado sobre comunidades indígenas en el continente africano.

Su periplo incluyó lugares como Sierra Leona, Liberia, Ghana, Benín, Camerún y la actual Angola, donde llevó a cabo sus estudios etnográficos. También visitó el Congo Francés y Gabón, donde investigó acerca de los ritos religiosos de algunas comunidades. Asimismo, se desplazó a la isla española de Fernando Poo, donde recogió información etnológica y científica para el British Museum y siguió investigando en los ritos y costumbres de las comunidades de la zona. También recorrió el curso del río Ogoué (el más importante de Gabón) con el deseo de investigar a los Fang, una tribu caníbal. Sorprendentemente, convivió con ellos durante un tiempo y entabló una buena relación.

  

En 1895 volvió a Inglaterra y publicó “Travels in West Africa”, libro en el que presentaba al africano como una persona y no como un salvaje, un pensamiento revolucionario para la época. “West African Studies” y “The story of West Africa” son otras de sus obras. La muerte la sorprendió con 37 años en uno de sus viajes africanos. Murió por tifus y su cuerpo reposó en el fondo del mar, cerca de Simon’s Town, en Sudáfrica, tal y como deseaba, pues el paraíso, según ella, estaba en África: “La majestuosidad y la belleza de la escena me fascinaron tanto que me quedé allí contemplándola, con la espalda apoyada en una roca. No imaginen que todo aquello hizo brotar en lo que me place llamar mi mente la complejas reflexiones poéticas que la belleza natural despierta en la mente de los demás personas; eso es algo que jamás me sucede. Lo que yo experimento es la sensación de perder el sentido de la individualidad, olvidar cualquier recuerdo de la vida humana, con sus penas, sus preocupaciones y sus dudas, y pasar a formar parte de la atmósfera. Si hay un paraíso, el mío es ése; es más, creo firmemente que si me dejaran el tiempo suficiente ante una escena como esa, o sobre la cubierta de un navío en una ensenada africana, contemplando cómo la chimenea y los mástiles oscilan ociosamente recortados sobre el cielo, me encontrarían muerta y sin alma.”

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